22 - noviembre - 2024

El necesario ordenamiento territorial para los proyectos energéticos en Chiloé

En el caso de Chiloé la solución es simple, los proyectos eólicos deben localizarse en las áreas más intervenidas por la acción humana, y de menor valor paisajístico, turístico, ecológico y cultural.


Por: Alvaro Montaña Soto
Geógrafo integrante de la Agrupación Defendamos Chiloé

Hoy en Chiloé está aprobada la ampliación de la Termoeléctrica de Degañ, una Línea de transmisión eléctrica de alta tensión con 192 torres, de 30 metros cada una, desde Degañ a Gamboa (45 kilómetros) y el Parque eólico Chiloé, en la que es tal vez una de las playas más lindas del archipiélago: Mar Brava. En este sector oceánico de Ancud, habitan vecinos que verán de la noche a la mañana como 42 aerogeneradores de 150 metros (3 veces la altura de una torre de celular), cables y torres de alta tensión afectarán su salud, su paisaje y el precio de la tierra que sin lugar a dudas disminuirá.

Es así como la provincia se transforma en una gran zona de sacrificio energético: “UNA PILA DE ENERGÍA PARA EL CONTINENTE”, desde la cual se extrae energía para ser vendida a la minería nacional y transnacional, que es la gran consumidora de energía y que muy pocos impuestos paga.

El Parque eólico Chiloé de la empresa ECOPOWER ha dado origen al conflicto socioambiental eólico más antiguo de Chile: 7 años, el cual se suma a otros conflictos como los parques eólicos Pililín en Valdivia, Guayún en Calbuco, Kurref y Cuel en Biobío y Malleco en la Araucanía. En todos estos casos el problema no es la necesaria energía renovable del viento, sino que la inadecuada elección del lugar de emplazamiento. Esta decisión queda supedita a los intereses del inversionista y no a los intereses del bien común, ya que el estado no ha generado Planes de ordenamiento territorial energético que establezcan los lugares adecuados e inadecuados a para estos proyectos, es decir, lugares donde los impactos sean mínimos y el negocio energético sea rentable.

En el caso de Chiloé la solución es simple, los proyectos eólicos deben localizarse en las áreas más intervenidas por la acción humana, y de menor valor paisajístico, turístico, ecológico y cultural. Es un deber del estado identificar esos sectores para que esta buena tecnología de generación energética no termine dañando lo que debiese proteger: el medio ambiente, el territorio y el patrimonio que en el encuentra, el que a diferencia del viento no es renovable.

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