La aprobación de un controversial paquete de propuestas para otorgar cuotas de caza aborigen sentó graves precedentes sobre la forma que la Comisión aborda temas de manejo de las poblaciones de ballenas: permitió el aumento injustificado de cuotas de captura de diversas especies de ballenas y eliminó la autoridad de la CBI para decidir sobre esta materia.
Por: Elsa Cabrera, directora ejecutiva del Centro de Conservación Cetacea y observadora acreditada ante la CBI desde 2001
Hace poco más de una semana finalizó en Florianópolis, Brasil, la 67ta asamblea plenaria de la Comisión Ballenera Internacional o CBI. Una revisión de las noticias sobre sus resultados refleja que fue una reunión positiva para el futuro de las ballenas. Sin embargo, una segunda lectura evidencia cómo este organismo internacional avanza gradualmente hacia la reapertura de la caza comercial de estos mamíferos marinos.
Si bien los medios de comunicación celebraron la derrota de una propuesta ballenera presentada por Japón como una gran victoria para la defensa de la moratoria y la protección de la vida de las ballenas, lo cierto es que esta histórica medida de conservación se vio seriamente socavada. La aprobación de un controversial paquete de propuestas para otorgar cuotas de caza aborigen sentó graves precedentes sobre la forma que la Comisión aborda temas de manejo de las poblaciones de ballenas: permitió el aumento injustificado de cuotas de captura de diversas especies de ballenas y eliminó la autoridad de la CBI para decidir sobre esta materia, al establecer un mecanismo de renovación automática que se extenderá a perpetuidad. Lo más preocupante es que estas medidas de flexibilización a operaciones de caza de ballenas se aprobaron sin mecanismos efectivos de monitoreo y cumplimiento, los cuales son vitales para evitar que la CBI cometa los mismos errores que en el pasado llevaron a las poblaciones de ballenas al borde de la extinción.
Analizadas conjuntamente, la propuesta ballenera de Japón y el paquete de caza aborigen no parecían ser dos iniciativas independientes sino más bien complementarias. La propuesta japonesa proponía crear una sola categoría de caza comercial, que incluiría las cuotas de caza aborigen, dejando su manejo a cargo de un Comité de Caza Sustentable. De haber sido aprobada, se hubiera esperado que dicho Comité integrara con beneplácito la política de flexibilización ballenera acordada para la caza aborigen a todas las operaciones de caza comercial de ballenas.
Destacable frente a este escenario, fue la posición del Grupo Buenos Aires, únicos países de la Comisión que rechazaron o se abstuvieron de aprobar el paquete de cuotas de caza aborigen.
Al cierre de la reunión en Brasil y tras ver su propuesta derrotada, el gobierno de Japón anunció que reevaluará su posición en la CBI, sugiriendo que podría abandonar la Comisión. Esta amenaza, que ya viene realizando hace cerca de dos décadas, no ha tenido efecto en la Comisión. Pero dado el progresivo debilitamiento de los países conservacionistas en la defensa de la moratoria, podría convertirse en el principal motivo para doblegar a la Comisión en 2020 y alcanzar un acuerdo ballenero que termine de eliminar la única medida de conservación realmente efectiva que ha adoptado la CBI en sus 72 años de historia.
Es cierto que la reunión también obtuvo resultados positivos. La Declaración de Florianópolis, que reconoce el valor social, ambiental y económico de las ballenas vivas. La resolución sobre ballenas, que destaca el rol vital que cumplen estas especies en el funcionamiento del ecosistema. Además de diversas resoluciones para mitigar los impactos de la contaminación acústica y otras amenazas para los cetáceos. Todas ellas son un avance que ciertamente van posicionando a la CBI como el organismo internacional encargado de la conservación de estos mamíferos marinos en el siglo 21. Pero no serán realmente efectivas si la Comisión continúa cediendo ante la presión e influencia de ciertos países que buscan imponer una agenda ballenera.
Habrá que esperar dos años para ver qué posición adoptará la Comisión frente a las crecientes demandas de las naciones balleneras lideradas por Japón. Si resulta tan débil como la que tomaron en Brasil respecto al paquete de cuotas de caza aborigen, el futuro de las ballenas y los avances de la Comisión para adaptar su trabajo a las necesidades de conservación e intereses de uso actual de los cetáceos podrían verse gravemente comprometidos.