Anne Carson , 1950, es canadiense, ensayista, traductora y profesora de literatura clásica. Dará un conferencia en Santiago de Chile, el día martes 16 de octubre a las 11:30 en la Biblioteca Nicanor Parra de la UDP.
XXIV. Y ARRODILLADA EN LA ORILLA DEL MAR TRANSPARENTE
ME HARÉ UN CORAZÓN NUEVO CON SAL Y BARRO
Una esposa está bajo las garras del ser.
Fácil es decir ¿Por qué no terminar con esto?
Pero supongamos que tu marido y cierta mujer oscura
suelen quedar en un bar por la tarde.
El amor no es condicional.
Vivir es muy condicional.
La mujer se instala en una terraza cerrada al otro lado de la calle.
Observa a la mujer oscura
que con la mano le toca la sien como si le estuviera metiendo algo.
Observa cómo
él se inclina un poco hacia la mujer y luego se vuelven atrás. Están serios.
Su seriedad la atormenta.
Las personas que pueden estar serias cuando están juntas es
[porque tienen algo profundo.
Hay una botella de agua mineral sobre la mesa
y dos vasos.
¡No necesitan bebidas alcohólicas!
¿Desde cuando tiene él
estos gustos puritanos?
Un barco frío
zarpa de algún lugar dentro de la esposa
y pone rumbo al horizonte plano y gris,
ni pájaro ni soplo a la vista.
Anne Carson. La belleza del marido. Editorial Lumen. Traducción de Ana Becciu.
EL DURMIENTE
Amado y real, el durmiente está tallado en la sombra.
Minerales de sueño viajan dentro de él,
fuera de él.
El pulso brinca en su muñeca.
Está atado a mí, a mi inquietud.
La noche se hinca sobre el durmiente.
¿Dónde comenzó su travesía,
hasta dónde lo conducirá?
¿Para qué nada él ahora?
Nada, durmiente, nada.
Tu paz me parece evangélica.
Ignoro tus transformaciones.
Estudio tu silueta dormida
al fondo de la piscina
como un hogar al que puedo volver,
como una cabeza para acunar entre mis brazos.
A no ser que duermas no puedo
atravesar la noche
y mi soledad.
Tus manos pequeñas juegan con la ola.
Contradices todo lo que hay aquí, tu pasión
es una penumbra entera arrojada contra el tipo de sueño
que conocemos,
el sueño accidental de las linternas enganchado para recorrer
la mina.
Una vez te zambulliste
en tu presagio más íntimo
y te quedaste, bocabajo en tu abrigo oscuro,
ante mi asombro.
La eternidad corre por ti como las hojas en el árbol de la noche.
Para vivir aquí uno debe olvidar demasiado.