22 - noviembre - 2024

El misterio de los pingüinos crestados

No existe consenso científico sobre cuántas especies son. Una investigación, liderada por una investigadora chilena, reafirma la hipótesis de la existencia de tres tipos de penachos amarillos, aunque continúan las incógnitas sobre otras aves.  


Dentro de las 19 especies de pingüinos que existen en el mundo, ocho pertenecen al género Eudyptes. Las aves marinas de este grupo se caracterizan por poseer en su cabeza una serie de plumas amarillas o anaranjadas, las cuales se extienden sobre sus ojos rojizos hacia atrás, formando una clase de “corona” que ha inspirado su denominación de pingüinos crestados. Sin embargo, los científicos han discutido en varias ocasiones sobre su clasificación.

Para hacerse una idea, en la década de los 90 se consideraba que los pingüinos de penacho amarillo conformaban una sola especie. Luego de realizar análisis genéticos y de comportamiento, se definieron como dos: el penacho amarillo del sur y del norte. Años más tarde, se sugirió que eran tres aves diferentes, sumando al penacho amarillo del este.

La incertidumbre no termina ahí: los pingüinos reales, caracterizados por su cara blanca, se consideraron por largo tiempo una subespecie de los macaroni, pero en la actualidad son clasificados como una especie separada y única de la isla Macquarie, ubicada entre la Antártica y Australia. No obstante, sigue existiendo información que señala lo contrario.

Por ello, un equipo de científicos chilenos y extranjeros confirmó la existencia de tres especies de penacho amarillo a través de estudios genéticos. La investigación, que fue publicada en la revista Scientific Reports de Nature, analizó la diferenciación genética y distribuciones geográficas de cinco especies de pingüinos crestados: el macaroni, el real y los penachos amarillo del norte, del este y del sur.

“Nuestros resultados apoyan la hipótesis de que los penachos amarillos debiesen ser clasificados como tres especies distintas. Por otro lado, se ha creído durante años que el pingüino real, que se caracteriza por su cara blanca o grisácea, era una subespecie del macaroni, de rostro negro. Detectamos una escasa diferenciación entre ambos, lo que podría significar que están recién separándose como especie, o simplemente que el real es una variante fenotípica del macaroni”, indica María José Frugone, científica del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y autora principal del estudio.

El trabajo, que corresponde a una tesis de doctorado codirigida por Juliana Vianna, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y Elie Poulin, académico de la Universidad de Chile, contó con el apoyo del Instituto Antártico Chileno y del proyecto anillo “Biodiversidad Genómica Antártica”. Además, participaron investigadores de instituciones provenientes de Noruega, Sudáfrica, Brasil, Francia, Australia, Argentina, Reino Unido, entre otros.

De esa manera, el equipo recolectó 302 muestras de sangre para analizar el ADN mitocondrial e intrones nucleares de diversas colonias de las cinco especies, repartidas entre la Península Antártica e islas del océano Pacífico, Atlántico e Índico.

Millones de años separados

El océano austral, que rodea al continente blanco, es surcado por distintas masas de agua que representan barreras para la dispersión de muchas especies, como ocurre con el Frente Polar Antártico y el Frente Subtropical, los cuales separan el mar antártico, subantártico y subtropical.

Si bien las aves y mamíferos marinos migratorios desafían estos límites, la investigadora del IEB explica que “casi todos los pingüinos van a alimentarse cerca de los frentes oceánicos, porque abundan los recursos. Algunos trabajos muestran que cruzan varias veces el frente polar durante sus viajes de forrajeo, pero aun así pareciera limitar la dispersión a la hora de reproducirse. Los pingüinos del norte y sur pudieron separarse por estas barreras oceánicas, sin embargo, la distancia entre las colonias también es un factor importante en el aislamiento entre ellas.”

Cuando las poblaciones de una especie permanecen aisladas, pueden comenzar a diferenciarse genéticamente. Si la divergencia acumulada es significativa y les impide reproducirse con éxito entre ellos, podrían considerarse como especies distintas.

Frugone señala que “para descubrir una especie es necesario evaluarla desde diversos aspectos. En el caso de nosotros, ocupamos ADN mitocondrial, que nos muestra la historia de algunos marcadores, pero existen otras aristas, como la reproducción o la conducta. Por ejemplo, si los cantos nupciales de ciertas poblaciones de aves son distintos y no se reconocen entre ambos, podrías tener más certeza de que son especies distintas, pero eso siempre estará sujeto, como cualquier hipótesis, a ser refutado en un futuro”, recalca.

Respecto a la separación entre estos animales, la investigación reveló que la divergencia genética entre los macaroni y los penachos amarillos comenzó hace más de 5 millones de años.

Mientras tanto, el primer evento que inició la división entre los tres penachos amarillos se desencadenó hace un poco más de 3 millones de años, con el Frente Subtropical como el principal impulsor. Es así como el aislamiento reproductivo histórico entre ellos apoya la designación de las especies separadas.

En cuanto al enigma de los pingüinos reales y macaroni, si bien en investigaciones anteriores se había registrado un tiempo aproximado de divergencia de 2 millones de años, los análisis de este estudio no logran despejar las dudas sobre si deben considerarse como dos especies distintas. La investigadora aclara: “Esto podría dar cuenta de que, si su separación es muy reciente, todavía no se ha acumulado mucha diferenciación.”

Por otro lado, los estudios genéticos ofrecen valiosas pistas sobre la capacidad de adaptación y la resiliencia que tendrían estas aves marinas frente a fenómenos actuales como el cambio climático.

“No sabemos cómo va a afectar el cambio climático a la fauna. Si consideras como un solo grupo a los penachos amarillos del océano Pacífico e Índico, creerás que existe una gran población, pero cuando determinas que son especies distintas, la situación cambia, porque cada una está confinada a un espacio más limitado y tiene un tamaño poblacional mucho menor. Estudios como este pueden ayudar a definir planes de conservación específicos para cada área y especie, y sirve para determinar en qué grado de amenaza se encuentran”, concluye.

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