Por Omar Pérez Santiago
Laurence Debray, hija de Régis Debray y Elizabeth Burgos, presenta el martes 30 de abril en la Universidad Diego Portales, su libro “Hija de revolucionarios”. El escritor chileno Omar Pérez Santiago ha leído el libro y considera que Laurence Debray peca de cándida, tan ingenua como su padre.
El libro de Laurence Debray, «Hija de revolucionarios», es una obra que pertenece al género de “defensa de la identidad”. Es decir, un libro de relaciones públicas, a favor de su padre, Régis Debray.
También el libro sirve para recubrir el actual problema crucial de América Latina: la extensa corrupción de sus instituciones, el verdadero fantasma que corroe a América Latina, —los políticos, jueces y militares comprados por el dinero de la grandes corporaciones. La debilidad de las democracias.
En este caso, la hija de Régis Debray, —Laurence Debray de 43 años— viene a defender a su padre que en algún momento fue acusado de traición. Son asuntos que atormentaron a una minoritaria izquierda militarista o “foquista” latinoamericana. Laurence viene a defender a su padre de la acusación de apostasía.
Aparentemente su escritura la justificaría. A lo menos, le conviene.
Por eso, perdonen mi metáfora, el libro de Laurence Debray es una boca sin muelas, un molino sin piedra.
El Che Guevara murió en octubre de 1967 en circunstancias dramáticas. Su muerte se grabó en la imaginación popular.
El Che Guevara inició una campaña guerrillera en Bolivia. El francés Régis Debray y el argentino Ciro Bustos se acoplaron a la guerrilla. En algún momento Guevara decidió sacar al francés Régis Debray del combate. Por orden del Che, el argentino Ciro Bustos lo acompañó en su salida. Pero, en la retirada Debray y Bustos fueron tomados prisioneros por el ejército boliviano en abril de 1967. Versiones culparon a Debray y otras a Bustos de haber traicionado al Che.
El joven Régis Debray había escrito de la mano de Fidel Castro el opúsculo “¿Revolución en la Revolución?” publicado en forma de libro en 200 mil ejemplares en 1967. Defendían el foquismo. Creían en la candidez de que un foco, un pequeño grupo de activistas armados reunirían el apoyo popular para realizar la revolución. Si se me permite, así se podría resumir esa rústica estrategia política.
La señora Laurence Debray, —en una era post apocalíptica—, le habla hoy a una audiencia despolitizada. Cuando todos han muerto. O están prontos a morir. Cuando la misma idea ingenua del foco está muy muerta.
Por lo tanto, la discusión de la traición parece más un asunto personal; familiar, si se quiere. Una pendencia que, por lo demás, no le interesa a nadie más que a ella misma, la autora del libro, la señora Laurence. La familia modélica o domus divina como empresa de legitimación.
¿Traicionó Régis Debray al Ché Guevara?
La vileza de un Judas habría comprometido la rebelión guevarista y su burda estrategia política. Una traición con un supuesto sentido histórico. Como si el mismo “foco”, la tosca táctica guevarista, no traía en sí mismo el germen de la derrota.
La señora Debray focaliza: trata de salvar, desde unos restos arqueológicos , la imagen de su padre Régis. Como el personaje de Yo soy leyenda, ella se pasea en una ciudad abandonada. No hay nadie. Todos han abandonado.
Ella escribe en la página 95:
“Ahora sabía que mi padre no había proporcionado ningún dato que hubiera permitido, seis meses después de su detención, la captura del Che.”
Dulce declaración despolitizada de una buena hija.
Describir a los personajes no como ellos fueron, sino como habían de ser para quedar como ejemplo a la historia venidera.
Tarea moral y de virtudes.
¿El libro es entretenido?
Sí. Porque los cahuines familiares venden.
¿Es un debate actual?
No. Es comida de trasnoche.
No es un plato gourmet; es un puchero recalentado, como la mayoría de los debates de los trasvertidos o conversos.
Políticamente, es un asunto saldado hace mucho tiempo, pero que Laurence Debray reflota como gran cosa, para su interés particular. Pero vivimos muy entrado el siglo XXI.
Laurence Debray peca hoy de ingenua, tan cándida como lo fue entonces su padre, Régis Debray.
El foquismo ya fue cuestionado en la práctica por el proceso de la vía electoral y democrática que encabezó Salvador Allende en 1970.
Régis Debray, cuando lo soltaron en Bolivia, voló a Chile y entrevistó al presidente chileno Salvador Allende.
Régis Debray fue arrogante y presuntuoso frente al presidente Salvador Allende, al que consideraba un “burgués demócrata”.
Sí, el joven arrogante y petulante francés quería reeducar al viejo socialista chileno, el presidente Allende.
(Sí. Tal como los cubanos fueron arrogantes y presuntuosos con los mejores escritores chilenos, fueron insolentes con la elite literaria chilena: los cubanos se portaron mal con Pablo Neruda, con Nicanor Parra, con Jorge Edwards, con Enrique Lihn)
Laurence Debray es hija de Régis Debray y de la venezolana Elizabeth Burgos. Nació el año 1976, es decir, cuando todo ya había pasado en América Latina. El Ché muerto. Ese “burgués demócrata” de Allende, muerto en el palacio de La Moneda.
Ya a mitad del libro estoy aburrido. La historia me la sé de memoria.
La señora Laurence Debray usufructúa para uso personal de una leyenda mil veces contada.
Usa como gancho el tema, la ofuscada obsesión de minoritarios grupos de la vieja izquierda armada y foquista: el tema de Judas o la traición.
El libro «Hija de revolucionarios» nació, explicó Laurence Debray, cuando, un periodista le preguntó si ella era «la hija del que delató al Che Guevara».
«Me di cuenta de que no sabía contestar y regresé a casa pidiendo explicaciones a mi padre para hacerme una idea, y como no pudo contestarme y rechazó el diálogo, decidí empezar a investigar como historiadora, consulté la prensa, fui a los archivos», comentó.
Laurence Debray aseguró que sus investigaciones han permitido identificar al argentino, el mendocino Ciro Bustos, como el delator del Ché, y no su padre.
Al contrario, Aleida Guevara, hija del Che, sostuvo que ““Todo indica que, al caer preso, Debray habló más de la cuenta”. “Lo más triste es que mi padre perdió la vida en una emboscada después de salvar a Debray”. “Regis Debray no fue un compañero del Che”.
¿Quién delató al Che Guevara?
¿Ciro Bustos? O ¿Régis Debray?
A lo mejor ambos fueron las víctimas.
¡Vaya uno a saber!
Se necesita un Judas para tener un Cristo (Tomás Eloy Martínez dixit).
Tema tan literario. Esa fue una obsesión literaria de otro gran argentino, el maestro Jorge Luis Borges. En el cuento La forma de la espada, el protagonista narra la historia de una traición como si él fuera la víctima y no el traidor. En El tema del traidor y la muerte, el primero se convierte en el segundo, en una trueque de roles. En el cuento Tres versiones de Judas, el sueco Nils Runeberg, interpreta la naturaleza del sacrificio de Cristo. Su tercera conclusión es que Dios no se encarnó en Jesús cuando asumió la condición humana, sino que Dios totalmente se hizo hombre en Judas.
Soy chileno y viví mi exilio en los años 80 en Malmö, Suecia. Allí conocí a Ciro Bustos. Durante largos años, Bustos vivió en silencio su destierro mientras pintaba sus cuadros al óleo, levemente surrealistas; Bustos mantuvo el mutismo, mientras Regis Debray siguió en carrera.
Hasta que fue vencido por la derrota definitiva: la muerte. Ciro Bustos murió el día 1 de enero del 2017 en su departamento en Malmö, a la edad de 84 años, producto de un ataque cardíaco. Curiosamente, yo nunca hablé con él sobre el Ché Guevara. Yo nunca le pregunté quién traicionó a quien. Hablamos de temas más interesantes: de su pintura, de literatura y de cultura.
Antes de morir, al final de sus días, Ciro Bustos habló al fin para la televisión sueca. Y acusó una vieja operación comunicacional de Régis Debray de acusarlo de la muerte del Ché.
En fin.
¿Quién traicionó al Che?
¿A quién le importa ahora?
A nadie.
El problema de América Latina hoy es la amplia y la fétida corrupción de sus instituciones. Las democracias son muy débiles. Nunca hay que darlas por dadas.
El Che Guevara es un personaje de novela. No pide que se le admire por sus virtudes.
A lo más, el Che, como cualquier personaje de novela, pide que se le comprenda, lo cual es algo totalmente distinto. Los héroes de epopeya vencen o, si son vencidos, conservan hasta el último suspiro su grandeza.
El Che fue vencido.
Pero la vida humana es siempre una derrota.
Lo único que nos queda ante esta irremediable derrota que llamamos vida es intentar comprenderla.
Laurence Debray, Hija de revolucionarios, Traducción de Cristina Zelich, Anagrama, Barcelona, 2018, 286 pp.