Por el escritor Omar Pérez Santiago.-
La novela “Hambre” del escritor noruego Knut Hamsun, publicada en 1890, es una novela corta en cuatro partes sobre el monólogo de un candidato a escritor, un artista de hambre, Widel-Jarlsberg, un pobre y famélico existencialista, que se pasea hambriento por la helada Christianía, que así se llamaba entonces la capital de Noruega. Vivía en un conventillo de Christianía, en un conventillo helado donde no le alcanzaba para pagar la renta. Knut Hamsun es quizá el creador del mito romántico de que el escritor debe pasar hambre para escribir.
El escritor estadounidense John Fante era un admirador de Hamsun. El título de su novela de 1939, “Pregúntale al polvo” deriva de “Pan”, novela de Hamsun de 1894: «Pregúntale al polvo de la carretera y a las hojas que caen.” Charles Bukowski, en un prólogo de “Pregúntale al Polvo” introduce a John Fante, del siguiente modo: “Yo era joven, pasaba hambre, bebía, quería ser escritor (…) Pero cierto día cogí un libro, lo abrí y se produjo un descubrimiento. Pasé unos minutos hojeándolo. Y, entonces, a semejanza del hombre que ha encontrado oro en los basureros municipales, me llevé el libro a una mesa.”
Arturo Bandini es un escritor pobre y sin éxito de 27 años de la ciudad de Los Ángeles. Sin éxito y sin un libro publicado, pero anhelante de sueños gloriosos. Desesperado e impulsivo camina a una fuente de soda donde conoce a una camarera mexicana, Camila López, una morena princesa azteca a la que él también anhela con ardiente desesperación. La presencia de sus muslos delicados se le incrustó en la cabeza.
Fante fue luego una inspiración para otros escritores como Henry Miller o Jack Kerouc.
La novela “Cállate viejo `e mierda” de Luis Seguel Vorpahl es también Metaliteratura. La novela es muy divertida y muy delirante sobre el mundo de un escritor en una pequeña ciudad chilena, la ciudad de Arica en el norte de Chile. Allí un joven escritor, Gracio Espejo, inventa a un personaje femenino, Rosalía, a la que llama Lía, su Dulcinea, a la que Espejo ama durante toda su vida.
Lo más interesante de la novela, para mí, es lo fantástico, la alteración de lo normal.
¿Por qué?
Ustedes quizá ya saben que no aprecio mucho los novelistas chilenos que son tan fanatinchas del fome realismo, cerca del indigente adobe.
Lo otro interesante del novela es que la vida de Espejo y de Lía, gracias al oficio del autor, corren en paralelo a la historia de la ciudad, auge y caída.
Arica es, por tanto, un personaje literario muy atrayente.
Parece que hay mucho mito en Arica.
Y esta novela, hasta hoy, debe considerarse como la novela de Arica.
La vida de Gracio Espejo podría ser la vida de cualquier escritor joven, en cualquier parte del mundo, ciudad grande o chica, un escritor que debe luchar duramente para hacerse un espacio en un Parnaso literario realmente inexistente, una ilusión.
Una quimera, pues todos sabemos que no existe un sistema literario chileno. Ni en provincias ni en la capital. Hay jóvenes ingenuos y también viejos que creen que sentarse en el bar de la SECH, de la calle Almirante Simpson, los incorpora al Parnaso.
Jóvenes. En Chile solo hay mecanismos trillados para intentar posicionarse en medios infectos. Un escritor termina viejo con algo de fama, pero igual de pobretón.
Todos sabemos que una buena novela dibuja una derrota, un fracaso. Don Quijote en el último capítulo vuelve a ser Alonso Quijano. En su cama, fracasado, el buen Quijote recupera la cordura. «Yo fui loco y ya soy cuerdo”. Y muere.
Esta es la buena y gran novela de Arica.
Sin duda, Arica puede ser cualquier lugar de Chile o del mundo.
Eso sí: La novela merecía un mejor título. Creo que el autor tiene pericia técnica en las frases subordinadas. Mas haría descansar al lector si hubiese mezclado sus técnicas de frases subordinadas con frases simples con las básicas de la lingüística: Sujeto Predicado Punto.
Así, y en mi opinión, la novela de Arica “Cállate viejo `e mierda” de Luis Seguel Vorpahl gana por puntos, como todas las buenas novelas.
