Desde nuestro sentirpensar como mujeres Mapuche, hacemos la siguiente reflexión: ¿Contar con una nueva Constitución para Chile y con el reconocimiento de un Estado Plurinacional, permitirá conocer y respetar los derechos de la madre tierra? ¿Continuará en vigencia el modelo extractivista y de saqueo de nuestros territorios?
Por: Millaray Painemal
Publicado en Le Monde Diplomatique, edición chilena
enero de 2020
Hasta hace pocos meses atrás, Chile era visto por la comunidad internacional como un país ejemplo a seguir en materia de desarrollo económico y de estabilidad política. Sin embargo, esta mirada cambió bruscamente el día 18 de octubre del año 2019, cuando -en la ciudad de Santiago- se iniciaron una serie de protestas de estudiantes secundarios, que comenzaron con la evasión del pasaje del metro. Esta situación desembocó en el inicio de un estallido social sin precedentes que se expandió por todo el país.
En cada marcha y concentración, los manifestantes levantaron numerosas consignas; en una de ellas se escribió “Chile despertó”, en referencia a más de 30 años de imposición del neoliberalismo y su política de libre mercado. Ante este levantamiento popular, el gobierno de Chile liderado por Sebastián Piñera aplicó urgentes medidas, como toque de queda, estado de emergencia y una fuerte represión policial que dejó, como consecuencia, a numerosas personas heridas y torturadas; mujeres abusadas y jóvenes con la pérdida de ojos.
Todos estos hechos fueron recogidos, en su visita a Chile, por integrantes de la delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, que en su informe del 6 de diciembre condenó el uso excesivo de las fuerzas policiales y la violación de derechos humanos, durante las movilizaciones sociales.
En tanto, la violencia estatal y la represión han sido situaciones que ya ha vivido el pueblo Mapuche, a través de la militarización del territorio, instalación de empresas forestales, hidrolectricas entre otros y que ha llevado a las comunidades a movilizarse y resistir. Desde el estado se responde con la aplicación de una Ley Antiterrorista, heredada de la dictadura militar de Pinochet y que tiene en prisión a comuneros mapuche.
El 14 de Noviembre del año 2018, Camilo Catrillanca fue asesinado de un tiro por la espalda ejecutado por el comando Jungla, equipo de carabineros de Chile. Él era un joven de 24 años perteneciente a la comunidad de Temucuicui, comuna de Ercilla. Este lamentable hecho conmocionó a la sociedad chilena que se manifestó con marchas por todo el país. Otros jóvenes como Matías Catrileo, Alex Lemun y Jaime Mendoza Collio, fueron asesinados durante el gobierno de la ex presidenta Bachelet y actual Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Durante el estallido social del 18 de octubre, en ciudades como Temuco y Concepción, la gente salió masivamente a las calles para exigir el término de la represión, por una Asamblea Constituyente, cambios en el sistema de salud, pensiones dignas y un estado plurinacional.
De igual forma, las comunidades Mapuche de diversos territorios, llegaron a Temuco y marcharon para manifestar su total respaldo a las justas demandas del pueblo chileno y reafirmar su firme posición de alcanzar la autonomía territorial. En todas estas manifestaciones, la Wenufoye o bandera mapuche flameaba en alto como símbolo de simpatía hacia las reivindicaciones del pueblo Mapuche. Otros hechos que se produjeron fueron el derribo de estatuas de personajes históricos como Pedro de Valdivia y Cornelio Saavedra, entre otros. En reconocimiento a la lucha del pueblo Mapuche, los manifestantes llevaron la cabeza del militar Dagoberto Godoy, para ponerla en las manos de la estatua de Caupolicán. Es indudable que estas imágenes han quedado grabadas en nuestra memoria y nos hablan del inicio de un proceso de descolonización de nuestras mentes y de una invitación a que los habitantes de Wallmapu, comencemos a mirarnos, pensarnos, a relacionarnos y a tejernos de manera distinta.
Hoy, las movilizaciones continúan y desde la sociedad civil se autoconvocan y realizan cabildos ciudadanos en el que se entregan propuestas para el mejoramiento de condiciones de vida y que se recupere la dignidad como ser humano. Como consecuencia de ello, el 26 de abril próximo, se realizará -en todo el país- el Plebiscito tendiente a consultar a la ciudadanía sobre un proceso constituyente y la elaboración de una Nueva Constitución política para la nación. Esta medida fue anunciada a través de la prensa, el día 15 de noviembre del 2019 por el conjunto de los partidos políticos chilenos.
No obstante, quienes aún se movilizan en las calles, a lo largo de todo el país, y, especialmente, los y las jóvenes ven con desconfianza este proceso, señalando que su lucha es por lograr cambios estructurales, como el cambio del sistema económico por otro distinto, uno más solidario y equitativo para todos y todas.
Asimismo, algunos sectores de la sociedad Mapuche, plantean que no se sienten parte de esta convocatoria y sostienen que dos de sus principales reivindicaciones son el reconocimiento de la autonomía y la libre determinación, derechos amparados en instrumentos de Derechos Humanos como el Convenio 169 de la OIT y en la Declaración de los Pueblos Indígenas del año 2007. Otros -en cambio- participarán de este plebiscito y entregarán su voto a favor de una Nueva Constitución y de que Chile se declare un Estado Plurinacional.
Sin embargo, desde nuestro sentirpensar como mujeres Mapuche, hacemos la siguiente reflexión: ¿Contar con una nueva Constitución para Chile y con el reconocimiento de un Estado Plurinacional, permitirá conocer y respetar los derechos de la madre tierra? ¿Continuará en vigencia el modelo extractivista y de saqueo de nuestros territorios?
Como mujeres Mapuche y parte de un pueblo ancestral, cuestionamos el sistema económico imperante, pues nos ha despojado de nuestros territorios y nos ha forzado a vivir en pequeñas porciones de tierra, sin acceso a bienes naturales como el agua y, peor aún, hace posible la pérdida de las semillas que hemos usado, intercambiado desde siempre y que constituyen la base de la soberanía alimentaria de un pueblo. Creemos que éstas son formas variadas de violencia que se nos obliga a vivir a diario, que se originan en la llegada del colonizador español y que continúan vigentes -hasta hoy- con el Estado Chileno y su política extractivista.
Las situaciones descritas antes, han impactado fuertemente en la vida comunitaria y, de manera especial, en la vida de las mujeres que han sido y son las encargadas de transmitir la cultura y las tradiciones a las nuevas generaciones, sobre el cuidado de la naturaleza, la protección de plantas medicinales y los sitios de significación cultural, como se evidencia en el siguiente relato de Teolinda Huenteo, anciana mapuche de Chiloé: “Los antiguos nos decían que teníamos que respetar al lugar donde estemos, no andar desordenadamente, como algunos salen a un río, al mar, o salen en un lago, andan como locos, tirando palos o gritando, decían que eso molestaba a la montaña, porque decían que también la montaña, el mar, los ríos tienen su espíritu. Todo eso contaban ellos, todo eso a uno le queda en su mente”.
Entregar consejos o Ngulan es parte del rol que tienen los ancianos y ancianas al interior de las comunidades Mapuche, lo que se hacía y se hace, a través de conversaciones y del relato de cuentos, en las noches junto al fogón y con toda la familia reunida. Sin embargo, es una actividad que está desapareciendo debido a que los niños y jóvenes de las comunidades están siendo atrapados por los actuales medios de comunicación como la televisión y el uso de internet, además del rol colonizador de la escuela y su impacto en la forma de pensar de los niños y niñas.
En el contexto del despojo de nuestros territorios, las mujeres Mapuche nos organizamos en torno a la defensa de ellos, de nuestras aguas, de la recuperación de nuestra lengua -el mapudungun- y para difundir nuestra sabiduría respecto del cuidado de nuestra naturaleza. Las mujeres Mapuche establecemos alianzas con otros sectores de la sociedad chilena para posicionar y elevar nuestras voces contra el Estado de Chile y sus políticas patriarcales y neoliberales y su intento de homogenización. Para caminar hacia el buen vivir de nuestros pueblos, debemos cambiar el actual sistema que nos rige, luchar por un mundo en el que los derechos de la naturaleza sean respetados como sistema viviente. Frente a nuestro interés, nos preguntamos: ¿Estará dispuesto el Estado chileno a escuchar nuestro llamado al buen vivir para todos y todas?