Omar Pérez Santiago
Le pido a la ministra de cultura, Consuelo Valdés Chadwick, con respeto sosí, que organice un seminario sobre la Performance teatral, un patrimonio nacional. La mayoría de la crítica cultural de la tele o de los pocos diarios merece una patá en la raja. Cobarde. A lo más, los performances se analizan como fenómeno periférico o inconformista, no artístico teatral. A contrapelo, el poema Las Tesis dio vuelta al mundo en sólo unos días, bajo la actual comunicación teatral global del arte perfomático pop. Tal como El pueblo unido jamás será vencido, una canción perfomática que yo escuché el año 1973 frente a La Moneda y que se globalizó a todo el mundo.
Las butacas de la sala Juan Radrigán del teatro UAHC en el viejo Santiago son incómodos, pequeños y sin respaldo. Debo cruzar la pierna derecha sobre la pierna izquierda y luego viceversa, como equilibrista, para no acalambrarme. “Lejos de lo divino” se llama la obra del teatro Factoría.
Se apaga la luz y aparece una intensa bufona, (Paulina Flores) una Joker frenética, palpitante o sombría, con su risa-llanto, y lanza una desenfrenada, confrontativa y visceral búsqueda existencialista. Es una serie de perfomances continuas, fragmentos o aforismos de un joker malas pulgas condenado en cada escena a subir la piedra de Sísifo. La piedra llega arriba y vuelve a caer con un final abierto. Y el Joker y su humor negro vuelve a comenzar en una visión trágica del mito. Incongruencia y yuxtaposición poliédrica de parábolas visuales. Aparecen las iconografías de la muerte, el fuego, las animitas, un viejo muñeco osito, o caminar sobre una cuerda floja, caer y volver a levantarse.
La serie de performances se parecen a los espasmos involuntarios de una rana asfixiada por una serpiente.
Cruzo de nuevo la pierna al lado izquierdo, para no acalambrarme.
Lejos de lo divino es etimológicamente la traducción de “clérigo suspendido o castigado a divinis”, (en áreas católicas –que por dios no son las mías- parece significar transgresión inquietante o fuera de juego).
Lejos de lo divino dirigida por Marcos Belmar es un tanteo de las formas fragmentarias como meta. El bufón está trabajando consigo mismo. ¿Se está buscando a sí mismo? ¿Cuál es su verdad?
Sí, se está buscado a sí mismo y su verdad es existencialista con ánimo frenético sobre el intento de desvelar su realidad a través de los mitos, supersticiones, falsos razonamientos y prejuicios, lugares, objetos o sensaciones sobre los que vuelve una y otra vez, como si no fuese posible dejar de subrayar, acariciar o reconocer. Como un ensayo. Ensayo que etimológicamente (exagium) significa pesar algo. Inventario de escombros, una casa de fantasmas de vivencia dolorosa.
El bufón o Joker es una persona sin casa, desplazada, apátrida, exiliada, nihilista. Un marginado, un invisibilizado y olvidado, sin influencias políticas ni económicas. Vive en una casa fantasma donde ocurrió su infancia, en un mundo pudriéndose por dentro, un lugar cruel, desagradable y tóxicamente egoísta.
Sí, está buscando su hogar, en un mundo serializado, globalizado.
Lejos de lo divino es un asertivo teatro de oficio, hecho con tiempo y artesanía.
Ojalá que la ministra de cultura de Chile no sea cobarde y se haga cargo. Con respeto sosí.