22 - febrero - 2025

40 mil chilenos murieron en la mortífera pandemia el 1918. Estado negligente. Nada nuevo bajo el sol.

En la primavera de 1918 la llamada gripe española asoló Chile. La enfermedad llegó a Santiago proveniente desde Argentina y Valparaíso.

La gripe española mató a 50 millones de personas en el mundo.  En Chile murieron 40.113 personas. La población chilena era de cerca de 4 millones.

Inicialmente, los lugares más afectados fueron los centros comerciales de Santiago, en los barrios del mercado o Vega Central y el entonces llamado “Ultramapocho.”

Las clases acomodadas, nuestros cuicos de hoy, igual padecieron las consecuencias de la gripe.

El gobierno insistió en la educación higiénica y una alimentación sana; velar por el aparato respiratorio evitando “atmósferas confinadas” como cafés, tabernas y todo espectáculo público; cultivar la oxigenación, valiéndose de paseos al aire libre; y la limpieza de las ropas y utensilios que estuvieran expuestos al contacto con los enfermos.

Sin embargo, la comunidad médica, al igual que hoy el Colegio Médico que dirige Iskia Sichel, sostuvo que el principal error del Estado fue la falta de precauciones.

Igual que hoy, el gobierno compró camas. El Ministro del Interior, Pedro García de la Huerta, solicitó doscientos cincuenta mil pesos al Congreso para la habilitación de camas y para la compra de diversos materiales para la desinfección.

Muchos alcaldes, al igual que hoy, se quejaron de la falta de recursos para afrontar los cada vez mayores focos de infección.

El alcalde de Santiago planteó aislar a los “enfermos preliminares” en las denominadas Casas de Aislamiento, mientras el personal del Desinfectorio Público procedía a higienizar el hogar del contagiado.

La policía se encargó del lavado diario de las cunetas de las calles para impedir que se produzcan en ellas fermentaciones a causa de la aglomeración de desperdicios.

Una similar solución fue solicitada por el alcalde de Santiago a la Inspección de Higiene para el caso de los teatros y biógrafos y otros lugares de afluencia masiva de público como el caso de los colegios para los cuales se dispuso de una serie de indicaciones para evitar la propagación de la epidemia. Se recomendó la distribución de jabones y escupitines en los establecimientos escolares.

Sin embargo, el número de enfermos se incrementó  día a día. Hubo interminables esperas por atención en los hospitales de la ciudad. La pandemia fue imposible de contrarrestar, el mal se expandió a liceos, comisarias, bibliotecas etc., pero también a otras provincias.

Inexorablemente, tal como ocurre en la actualidad con el Coronavirus,  se elevaron voces contra el ineficiente sistema de asistencia médica.

Las respuestas de la autoridad ante la gripe fueron criticadas por algunos sectores como superficiales. No atacaron el problema central, la falta de tratamiento.

Las críticas fueron directas a la escasa capacidad ejecutiva del Estado y su incompetencia para proponer soluciones adecuadas.

Al igual que hoy, los médicos criticaron  el pésimo manejo comunicacional del gobierno.

Al igual que hoy, también criticaron a algunos burdos medios de prensa, quienes intentaron bajar el perfil del impacto de la influenza.

El delicado escenario sanitario crítico tenía su origen en la responsabilidad del Estado. No fue capaz de acoger y contener a la población enferma.

Los salubristas básicamente postulaban que una operación sanitaria  fructífera debía identificar prontamente a un enfermo y que se movilizaran los recursos sanitarios correspondientes.

Al igual que hoy frente al Coronavirus, a juicio de los facultativos el Estado fue negligente.

Fuente: Chile entre pandemias: la influenza de 1918, globalización y la nueva medicina Marcelo López y Miriam Beltrán. Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago. Facultad de Medicina Programa de Estudios Médicos Humanísticos.  28 de diciembre de 2012

 

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