13 - septiembre - 2024

Pablo Lacroix: La cuarentena de un profesor en un país triste

El destacado poeta Pablo Lacroix es profesor universitario de lenguaje y comunicación especializado en literatura y relata aquí sus impresiones y dificultades de hacer clases online en un país triste.

LA EDUCACIÓN ACTUAL VIVE UNA SITUACIÓN COMPLEJA

Por Pablo Lacroix

Soy profesor y me estoy adecuando, de a poco, a las características y condiciones nuevas de mi profesión. El Coronavirus (la mayúscula es mía) ha cambiado radicalmente mis condiciones laborales, y lo digo desde una situación privilegiada, porque a pesar de la pandemia no perdí mi trabajo, y estoy obligatoriamente ahorrando, porque ahora no salgo y no gasto en bares, restaurantes ni compras innecesarias (tremendo privilegio).

Esta pandemia ha modificado rotundamente mis condiciones laborales pero esas condiciones estaban pensadas desde antes. Años atrás ya se hablaba de que en el futuro, que al parecer es ahora, la educación sería un trabajo en su mayoría digital, y que el cuerpo docente, sí, hablemos del cuerpo como tal, sería erradicado por privilegiar la entrega de información teórica y el seguimiento práctico del proceso de enseñanza-aprendizaje de manera teledirigida. Podemos pensar que el Coronavirus ha adelantado el tiempo y nos conduce hacia el teletrabajo como un futuro efectivo y obvio, lógico y real, pero no es así.

Actualmente trabajo en dos universidades. En la primera tienen una plataforma que está hace años adecuada para la educación digital, y en otra, desde hace al menos diez años, la plataforma virtual se cae si una demanda importante de estudiantes, coordinadores y docentes, entran a la plataforma.

En otra dimensión no puedo hacer mi taller literario online porque no me da el tiempo. En una universidad los estudiantes pueden estudiar desde sus casas, y en otra los estudiantes se van a paro porque la mitad de ellos, con gratuidad y situación socioeconómica baja, no tienen internet en sus casas o tienen que trabajar obligadamente porque sus padres fueron despedidos, o esos estudiantes trabajaban desde siempre para pagar sus estudios, o simplemente el aula virtual no funciona. Una universidad asume el sistema como tal y otra es consciente por obligación de las dificultades actuales de estudiar en este nuevo sistema online.

Para qué hablar de los conflictos emocionales y sicológicos que genera esta nueva vida. La crisis emocional de una pandemia. Grave y cruel. Si te das cuenta no hablo solo de Educación, hablo también de Economía y Salud, y sí, las mayúsculas son mías, repito, intencionales, porque el tema real es ese. Educación v/s Economía, y como contexto la Salud física y emocional de todas y todos. En estos momentos escribo esto porque a esta hora recién termino de corregir trabajos. Y digo recién porque mi wifi se cae regularmente porque la compañía tiene un colapso regular del sistema y se corta el wifi. Lo digo no por mí, que puedo esperar, lo digo por aquellos que no pueden esperar. Mientras esperaba que volviera la señal pensaba en esto. Probablemente a muchos les pasa, pero de todos modos estoy hablando desde el privilegio. Trabajo desde casa y no me expongo. Si se cae wifi simplemente espero. No pierdo nada. Tengo estudiantes que estudian desde casa y no se exponen, y tengo estudiantes que tienen que trabajar, se exponen y apenas pueden estudiar en las últimas horas de la noche.

Esa es la realidad chilena, y eso el Ministerio de Educación probablemente no considera, porque trabajé en ese Ministerio y escuché muchas veces que para ser asesorados en proyectos con el Consejo de la Educación necesitaban docentes que trabajaran la realidad educativa chilena, pero en realidad pensaban en docentes que trabajaban en colegios particulares, porque son, para ellos, la mejor educación de Chile.

Un día comenté que deberíamos considerar a profesores municipales, subvencionados y particulares, para trabajar desde la realidad completa, y me miraron feo. En ese momento me di cuenta de que trabajar, en Chile al menos, en el Ministerio de Educación era una batalla perdida ¿Cómo puedo pensar mi vocación desde ese ángulo? Y claramente ser profesor universitario, de base, es un privilegio. Porque ser profe de colegio es extremadamente duro. Un buen sueldo para mí, pero un futuro para Chile completamente nublado.

En fin, la educación actual es una situación compleja. En realidad, es nefasta y triste. Terrible. No se trata solamente de un cambio en el modelo de enseñanza-aprendizaje, se trata de condiciones reales de trabajar efectivamente en un ambiente de teletrabajo.

Enseño el mismo contenido en dos universidades y en una voy en la clase 10 y en otra en la clase 2, en la clase 1, o la 0. En otra, que está desde siempre en el primer lugar o segundo en el ranking de universidades, trabajé hace dos años y aún no me pagan. Imagino que ya saben a cuál me refiero.

Las políticas del Ministerio de Educación se asemejan mucho a las políticas del Ministerio de Salud. Tapan números y juegan con los números. Chile es el único país donde los recuperados también son muertos, porque no contagian. Qué vergüenza, pienso. Pero no es un caso aislado. En el sistema educativo actual hay millones de muertos, estudiantes que ni siquiera pueden optar por tener internet en sus casas. Muertos que no contagian porque no pueden hablar ni decir que no pueden ingresar a una educación digna. Nada lejos de lo que pasó en Dictadura, donde los muertos eran aquellos que no contagiaban un pensamiento contrario.

Chile es un país maldito, y desde mi zona de privilegio, digo que la educación chilena es una zona de sacrificio, y nadie ni nada va a respaldar a los estudiantes desaparecidos, aquellos que igual que en décadas anteriores, van a quedar sin nombre ni ingreso a una educación y vida digna. A una vida digna, o a un futuro digno. Es un paradigma nefasto y siniestro.

Lo que está pasando ahora no solo afecta el presente, afecta un futuro donde las condiciones educativas van a transformar el futuro en una situación dicotómica entre los que pudieron aprender durante todo un año, y los que no. Y eso no es simplemente una diferencia de aprendizaje, es una diferencia radical de clase.

Y el gobierno de este país nefasto está validando el proceso. Cuarentenas territoriales, mascarillas manuales, en fin: utilizar la pandemia para marcar aún más la diferencia de clase. Y por sobre todo, metaforizar educativamente las formas de la muerte.

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