17 - diciembre - 2024

Carta abierta y preguntas urgentes dirigidas a Abraham Magendzo, Premio Nacional de Educación 2017

Díganos por favor, profesor, ¿dónde están esos educadores que al educar se educan y educan desde una memoria que brota del sentir y el razonar, es decir desde una memoria que es emotiva  y  ético-pragmática,  en el sentido de que tiene que servir a alguien, al otro, al sufriente, a la justicia…


Por: Noé Bastías Profesor de filosofía, Chile
16 de mayo de 2020


        A propósito del interesantísimo artículo reflexivo suyo publicado en El Mostrador (La pandemia como oportunidad y desafío para los educadores en derechos humanos), me permito dirigirme a usted para plantearle algunas inquietudes.

¿Dónde están, admirable maestro Magendzo, esos «educadores en derechos humanos» a que usted refiere en esa columna?

¿Dónde están esos profes que asumen, operativamente, que la transversalidad (OFT ayer, OAT hoy) es la apuesta pedagógica por «introducir las preocupaciones de la sociedad tanto en el diseño curricular como en las prácticas educativas»como usted nos viene enseñando desde los años 90?

¿Dónde están esos educadores que se juegan por «hacer de la educación un espacio que nos convoca a todos, y a todas», una construcción de un ´Nosotros`, una educación que hace visible al invisible, al otro, otra; otro/otra negado y negada como instancia participante, deliberativa, co-decisoria, en materia de definir el destino de un bien de interés público como lo es la Educación?

¿Dónde están esos docentes que asumen que hay «lugar a la disidencia»; que saben que es justo que las otras voces se expresen en cuanto al qué, al cómo y al hacia dónde queremos ir como comunidad histórica, pues entienden que «los problemas educacionales no pueden ser asumidos en una perspectiva elitista-excluyente, ni en espacios reducidos de participación», como enseña usted, doctor Magendzo?

          ¿Dónde están esos educadores en DDHH que se levantan cada mañana desde la memoria, personal e histórica; memoria que entronca y conecta  con el otro/otra, con el discriminado/a, con el invisibilizado/a, con el negado/a, con el imperativo de la no exclusión; memoria que quiere ser voz de aquellos/as a quienes les apagaron la voz; memoria que quiere mediar a favor de los que viven como desheredados y despatriados en su propia patria; memoria por las víctimas castigadas sin razón ni derecho y que no tienen cómo defenderse  frente a la  fuerza  y prepotencia del «más fuerte»?

  Díganos por favor, profesor, ¿dónde están esos educadores que al educar se educan y educan desde una memoria que brota del sentir y el razonar, es decir desde una memoria que es emotiva  y  ético-pragmática,  en el sentido de que tiene que servir a alguien, al otro, al sufriente, a la justicia; memoria que se  levanta  desde el suelo, desde el dolor del hermano y la hermana para decir Nunca Más en nombre de los que claman  justicia desde su condición de víctimas de la brutalidad y la negación de su dignidad a manos de uno «más fuerte»; memoria que compromete la razón y el corazón,  memoria que por tanto va más allá de la razón instrumental crítico-ilustrada; memoria que en realidad se trata de una memoria entendida como «la razón anamnética de los vencidos, de los pobres y víctimas de la historia», urgencias sobre las cuales usted nos ha dado lecciones magistrales, don Abraham; como esa lección suya que le enseña a todo docente que no formamos ciudadanos solamente sino que formamos vigilantes del hermano/a; y no como control, sino como una ética «autónoma heteronomizada» por el dolor ajeno, por el excluido, por los perdedores de la historia, por las víctimas de la explotación, la  indolencia, el olvido, el matonaje del  «más fuerte».

 Por favor, dígame, querido maestro, ¿dónde están esos docentes en DDHH; esos que han hecho suyo ese desafío «racional-anamnético» , deontológico y emotivo, de hacerse responsables-vigilantes-atentos del otro/otra, como lo plantea usted, evocando al filósofo de los DDHH Emmanuel Lévinas?  

¿Dónde podemos encontrar a esos educadores que ejercen su praxis pedagógica del día a día en las escuelas de Chile, sea presencial o virtualmente, desde el imperativo de educarse y educar para que niñas, niños, jóvenes y las personas en general se hagan responsables de ese otro/otra?

¿Dónde están esos educadores que asumen cada día su trabajo pedagógico no teorizando en clave racionalista aristotélica sino desde la razón sintiente, es decir en clave samaritana, esto es, con la vista clavada en lo que usted y Lévinas identifican con el Rostro, el del otro/otra, Rostro que es irreductible a un número o a un cliente o  a un alma sin cuerpo… Rostro que, aunque no se vea, te interpela, pues la aparición del Rostro es un mandamiento, «como si un amo me hablase»…. (lo estoy citando a usted, gran maestro Magendzo): «Rostro del que está desprotegido; del pobre por el que yo puedo todo y a quien todo le debo.»

¿Dónde están esos educadores en DDHH; esos que escuchan, oyen, leen ese Rostro en su acción pedagógica diaria, admirable doctor; esos que asumen ese Rostro como la palabra de las y los que no poseen voz en Chile; «la palabra del huérfano, de la viuda, del extranjero»?  

 O, mejor aún, ¿dónde están esos aprendizajes logrados en DDHH gracias a esa educación en DDHH en nuestro país, maestro Magendzo, si se toma en cuenta que (cito) «el 57% de alumnos de 8° básico aprobaría una dictadura» según un estudio de opinión realizado recién nomás en el mes de abril del 2018 en Chile?

¿Dónde, si tomamos en cuenta que la «cuarentena» usada como pretexto hoy ha aumentado la violencia contra minorías como la población LGTBI?    

¿Dónde, si el racismo en Chile se ha disparado en estos días bajo la excusa de la pandemia, en especial en contra de las y los migrantes morenos, mal llamados negros?  

¿Dónde están los aprendizajes logrados en materia de DDHH, y cuál ha sido en definitiva la presencia y el impacto de esos educadores en DDHH en nuestras escuelas y en nuestra sociedad -educadores que usted cita, querido profesor Magendzo-, si tomamos en cuenta los «casos»  precedentemente aludidos, o  el hecho de que la violencia contra las mujeres en tiempos de COVID-19, o sea hoy, es un dato infame e incorregible y que nos remonta a una historia que, sin COVID 19, se repite y se repite década tras década en este país?    

¿Quién o quienes educan en DDHH en nuestro país? ¿Existen escuelas que en Chile eduquen en DDHH? ¿Dónde, doctor Magendzo?  ¿Dónde? ¡Nómbreme al menos una escuela en la que los DDHH sean una asignatura obligatoria!  ¡Una sola! Descarto aquí, obvio, a la escuela de carabineros: ya vimos lo que le hicieron a Gustavo Gatica, a Fabiola Campillai, a cientos de herman@s nuestr@s durante la rebelión social que estalló el 18 de octubre.


 

CITAS

1.  Magendzo, Abraham, Alteridad y diversidad: componentes fundamentales de la educación en derechos humanoswww.educarchile.cl, Google, abril 11, 2006.

2.   Magendzo, Abraham, Currículum y educación en derechos humanos, mayo 02, 2006, www.educarchile.cl, Google, mayo 02, 2006.

3.   Magendzo, Abraham, Educadores en derechos humanos: sujetos de su propia historiawww.educarchile.cl, Google, abril 12, 2006.

4.    https://www.latercera.com/nacional/noticia/57-alumnos-8-basico-aprobaria-una-dictadura/131606/

https://www.cooperativa.cl/noticias/sociedad/salud/coronavirus/efecto-cuarentena-movilh-advirtio-aumento-de-violencia-contra/2020-04-; 16/030058.html

6.         https://www.brasildefato.com.br/2020/05/01/pandemia-aumenta-casos-de-racismo-contra-inmigrantes-negros-en-chile

7.         https://www.elmostrador.cl/braga/2020/04/10/la-pandemia-de-la-violencia-contra-las-mujeres-en-tiempos-de-covid-19/

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