20 - septiembre - 2024

Fallece destacado poeta chileno, Efraín Barquero, Premio Nacional de Literatura

A los 89 años fallece el destacado poeta chileno, Efraín Barquero.

Su primer libro se llama La piedra del pueblo (1954). Lo siguieron La compañera (1956) y El viento de los reinos (1967).

Efraín Barquero nació en 1931 fue diplomático, agregado cultural en Colombia durante el gobierno de Salvador Allende.

Vivió un largo exilio en México, Cuba y Francia tras el golpe de Estado de 1973.

Barquero continuó su labor creativa en Francia, país en el que escribió A deshora entre 1979 y 1985, y que fue publicado en Chile el año 1992, al igual que Mujeres de oscuro y El viejo y el año.

Su libro  La mesa de la tierra obtuvo el Premio Municipal de Literatura en 1999.

Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 2008.

  • Detrás de junio | Enjambre  

Sueño tiene la tierra nuevamente arada.
Y los bueyes parecen caminar dormidos.
Y el labrador seguirlos con los ojos cerrados.
Y yo quisiera dormirme en este aroma áspero
y en est bandada de garzas desatadas,
dormirme junto a la boca entreabierta
y junto a los ojos de niebla despertados.
Y soñar con la edad azul del río
y con las yemas rosadas del silencio,
cruzar el primer trigal recién nacido
y alzar el primer fruto de la tierra
como un pájaro de greda humedecida.

Me envuelve el vapor como un abuelo blanco.
Entre los surcos parece despertar la luz
crecer el cielo como una fronda espesa
levantarse el aire con un escalosfrío
y cantar el primer pájaro del mundo
con una voz insegura de barro poco firme.

Pero a medida que lo eterno nace
de los surcos nuevamente abiertos
nosotros nos dormimos.
Nos da sueño este amor oscuro
de tierras y aguas sin descanso despertadas.
Nos da sueño el olor de las raíces.
Y el buey parece avanzar sin dirección
y el hombre vagar con los ojos perdidos,
nadie pensar ni proponerse nada
nadie poner atención en sus semillas,
sino caminar con milagrosa inconsciencia
como reconociendo vagamente algo.

  • la mesa servida | La mesa de la tierra 

Si arrancas el cuchillo del centro de la mesa
y lo entierras en el muro a la altura del hombre,
estás maldiciendo el pan con su semilla
estás profanando el cuchillo que usa tu padre
para rebanarse la mano, para que la sangre sea más pura.
Y los hijos se reconozcan. Y no se oculten de sus hermanos.
Sólo el padre la recibe en su cabeza desnuda
ensordecido por el trueno, encandilado por el relámpago.
La recibe como el anuncio de un hijo terdío
o como el signo de una pronta desgracia.

No es una mesa, es una piedra. Tócala en la noche.
Es helada como el espejo de la sangre
donde nadie está solo sino juzgado por su rostro.
Tócala y pídele que vuelva a ser ella misma
porque si no existiera, no podríamos tocar
el sol con una mano y la luna con la otra.
Y comeríamos a oscuras como los ratones el grano.

Es la vieja mesa que nadie pudo mover.
Sólo la luz de la estación la cambia de sitio.
O los nuevos convidados con su voz nunca oída.
Y el ausente la encuentra siempre donde mismo,
siempre dándole su rostro, nunca a sus espaldas.
Porque el hombre tiene la edad de su primer recuerdo.
Y el ausente crece al caminar hacia ella.

Si la mesa está puesta es que alguien va a venir.
No la has visto servida en la casa más sola ?
No la has visto surgir de la oscuridad
iluminada sólo por el brillo de las copas
y el color de sal fresca de todas las mesas ?
Y es más bella que en el día más esperado
porque la ves con los ojos de un niño que ha crecido
o de la vieja mujer que dispone las flores.

Huelen las casas amadas a la limpieza de su mesa
y está servida en esa espera agrupada del árbol
que nadie puede recordar ni tampoco olvidar
porque todo lo que existe nació a la misma hora.
Y en el punto invisible que guía a las abejas
han puesto el pan y el vino a nuestro alcance.
Para que siempre te acuerdes al extender la mano
que estás tocando la mano de todos los hombres.

  • fogón | Enjambre  

Nunca apagaron el fogón
donde hervía un agua oscura.

Nuevos leños fueron arrojados
por dos manos ocultas en la sombra.
Nuevos baldes se trajeron
llenos de agua y de misterio.

Un trozo de carne fue asado.
un pan surgió de las cenizas.
Un rito de azúcar quemada
hizo más antiguo el silencio.

Pero nadie se movió de la orilla.

Ni supe cuántos eran : el humo
los envolvía como en sueños.
No conocí sus rostros : el agua
que hervía los hacía tan lejanos.

Alguien irrumpió desde afuera,
pero nadie se movió de su asiento.

Seguía ardiendo el fuego, bullía el agua.

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