31 - enero - 2025

(In)migración y la pesada herencia de la colonialidad

La pregunta sigue siendo: ¿Por qué viven o vivieron las condiciones sociales de un país que no otorga soluciones a los derechos constitutivos de todos sus ciudadanos, ni tiene la capacidad de cubrir mínimamente el sistema sanitario en su totalidad?


Por Felipe Subiabre Gallardo, Sociólogo Univ. de Buenos Aires (UBA).
Investigador del Centro de Estudios Sociales de Chiloé (CESCH).
30 de junio de 2020


Foto: Chilotes abandonados en el Río Baker, 1906. Editorial Zig-Zag.

En 1492 la colonización que tuvo lugar en América y que patenta el inicio de la modernidad se consolidó a partir de la creación de castas para exotizar e inferiorizar a los habitantes ancestrales de nuestro continente, además de otorgar objetivación de cuerpos y saberes, así como la expoliación de territorios conquistados. La llegada de los europeos implicó el desarrollo de la clasificación racializada, que desembocó en encomiendas y prácticas de enclave, transformando a los nativos en objetos de uso y cambio. Coincidentemente, 1.492.522 es el número de personas inmigrantes residentes en Chile según los datos de Instituto Nacional de Estadísticas y el Departamento de Extranjería y Migración. Un número significativo que logra ser aproximadamente el 8% de la totalidad de la población.

Así, mientras por un lado tenemos una fecha que nos invita a pensar que todas las identidades están asumidas bajo un sistema de clasificación y desposesión de derechos -hasta nuestros días-, y que todas las convenciones se siembran bajo representaciones sociales estigmatizantes; por otro lado se establece una cifra que implica la demografía de las aduanas, que coloca a las personas bajo la estadística de la desigualdad, donde la mayoría de los inmigrantes viven en condiciones de precariedad laboral, con sueldos de hambre, bajo el rigor de la adaptación y en la mayoría de los casos sin vivienda fija, resultado de la política habitacional chilena.

Muy alejado de la fecha y la cifra; en Chile, aproximadamente 300.000 mil personas inmigrantes tienen un empleo calificado, un número que constituye el 20 % de la totalidad de la población inmigrante. Esto deduce que la mayoría de los residentes extranjeros está cesante y bajo condiciones de flexibilidad laboral, ya que una de las particularidades más representativas del asalariado/a inmigrante es realizar trabajos manuales. Según SOFOFA no son esenciales para desarrollar procesos productivos, en tanto la mayoría se desempeña en actividades en las que no pueden realizar teletrabajo. La imposibilidad de validar sus credenciales implica una nula cobertura en salud, escasas prestaciones de parte del Estado en torno a seguridad social y escasa movilidad ascendente. El período de cuarentena pone en evidencia una situación que no ha modificado la pesada herencia del colonialismo, puesto que ha agudizado sus características para la población más vulnerable.

Así como alguna vez miles de Chilotes migraron, atravesando el mar interior hacia el continente, trabajando en estancias lanares, en minería, entre otros, enriqueciendo con su cultura los lugares visitados, también muchos fueron víctimas de la tiranía de los gobernantes, volvieron con lo puesto o quedaron sembrados a la orilla del río Baker. Asumiendo que bajo las condiciones sociales de la época el castigo del colonialismo se ejecutaba como un sometimiento disciplinar justificado por el racismo, sus cuerpos fueron racializados y objetivados como mano de obra temporal.

La pregunta sigue siendo: ¿Por qué viven o vivieron las condiciones sociales de un país que no otorga soluciones a los derechos constitutivos de todos sus ciudadanos, ni tiene la capacidad de cubrir mínimamente el sistema sanitario en su totalidad? La respuesta se inscribe en descifrar búsquedas, objetivos y horizontes de 1.492.522 identidades, nombres, experiencias vitales, cúmulos de riqueza cultural que asumen ascendencia de distintos lugares. Trashumantes, que esperan que algo aislado y accidental pueda responder a sus necesidades y abrigar sentido. Si bien no podemos asignar una raíz común, salvo el impulso a migrar, el presente nos otorga la posibilidad de mirar en retrospectiva y asumir la carga cultural que nos localiza como migrantes, inclusive siendo parte de distintas comunas del Archipiélago, de distintas regiones, países, o de un mismo espacio urbano. Nos invita a cuestionar nuestra moneda de cambio y a posicionarnos en nuestra propia herencia cultural castigada por el colonialismo.

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