¿Qué empresa es capaz de esperar 30 años sin poder colocar su producto en el mercado? ¿Cuántas rondas de inversores tendrá que haber organizado para mantener viva la confianza y contener la impaciencia de los sucesivos consejos de administración? Esto ha sido lo que ha tenido que afrontar AquAbounty.
The Conversation España 12 de julio de 2020
Lluís Montoliu, investigador en Biología Molecular y Celular, Centro Nacional de Biotecnología (CNB – CSIC)
En unos meses se venderán en EE. UU. los primeros salmones transgénicos para consumo, producidos en piscifactorías de la empresa AquaBounty en Indiana. Una noticia que pasará inadvertida, soterrada por toda la infodemia relacionada con la COVID-19. Sin embargo, es un anuncio que la comunidad biotecnológica lleva esperando 31 años.
Imagine que tiene una idea para aumentar el ritmo de crecimiento de los salmones en las piscifactorías. Estas producen anualmente 2,5 millones de toneladas de salmón y los principales productores son Noruega, Chile, Reino Unido y Canadá. En general, las piscifactorías son responsables de producir más del 50 % de todo el pescado que consumimos.
Imagine que se le ocurre esa idea genial para, mediante una sencilla modificación genética, duplicar la tasa de crecimiento del salmón y conseguir que llegue al tamaño de comercialización en la mitad de tiempo (18 meses frente 36), consumiendo menos recursos.
Imagine que hace todas las pruebas imaginables, durante más de 20 años, para demostrar que la única diferencia existente entre el salmón transgénico y el no transgénico es precisamente eso: su ritmo de crecimiento. No existen diferencias organolépticas (sabor, textura) ni variaciones en la composición de la carne, ni existe ningún problema a la hora de consumirlo.
Imagine que también realiza todas las pruebas en cuanto a bioseguridad. Que confirma que la producción es sostenible y segura para el medio ambiente, y garantiza más allá de lo razonable que es prácticamente imposible cualquier escape. Esto se logra mediante la introducción de múltiples barreras geográficas (piscifactorías en tierra, alejadas del mar y de cualquier río o lago), físicas (medidas redundantes de seguridad y múltiples barreras para acceder a las instalaciones), reproductivas (solo produces hembras, no produces machos) y genéticas (los animales son estériles).
Incluso en el supuesto de que hubiera algún escape, los estudios realizados y la propia FDA indican que no habría un impacto significativo en el medio ambiente.
Imagine que finalmente consigue la autorización oficial para producir y vender estos salmones transgénicos.
Ahora imagine que todo esto empezó en 1989 y que la empresa ha tenido que esperar 31 años para poder llevar su producto biotecnológico a la mesa del consumidor en Estados Unidos de América.
¿Qué empresa es capaz de esperar 30 años sin poder colocar su producto en el mercado? ¿Cuántas rondas de inversores tendrá que haber organizado para mantener viva la confianza y contener la impaciencia de los sucesivos consejos de administración? Esto ha sido lo que ha tenido que afrontar AquAbounty.
Europa tendrá que esperar
En Europa, con regulaciones y decisiones habitualmente contrarias a los avances biotecnologicos, todavía estamos mucho más lejos de lograrlo. Tendremos que contentarnos con leer estas noticias en los periódicos y esperar a poder realizar algún viaje a EE. UU. para degustar el primer animal transgénico autorizado por la FDA, apto y seguro para el consumo. Muy posiblemente el alimento más seguro y el que ha sido más analizado y supervisado de todos los que llegan a nuestras mesas.
Estoparece que va a ocurrir en EE. UU. este próximo otoño.
Esta es la historia de una idea que tardó 31 años en convertirse en realidad. La historia de los salmones transgénicos (que tienen ahora el nombre comercial de AquAdvantage) se remonta a 1989. Fue entonces cuando nacieron los primeros ejemplares mediante una construcción génica muy ingeniosa, all fish (todo pez). Esto quiere decir que todos sus elementos genéticos provenían de peces similares, sin la inclusión de segmentos de otros animales no relacionados.
La publicación de estos resultados no tendría lugar hasta 1992, hace 28 años. Los investigadores reportaron aumentos muy significativos en las tasas de crecimiento, entre 2 y 13 veces más de lo normal. La autorización para su producción para consumo no llegó hasta noviembre de 2015.