18 - enero - 2025

Chicuarotes, film de Gael García Bernal es una caricatura de la violencia en México

La película Chicuarotes dirigida por Gael García Bernal que se estrenó el año pasado en Cannes y que ahora se presenta en Netflix sobre el barrio San Gregorio Atlapulco, banaliza el acoso, el linchamiento y  la violencia hacia las mujeres, sostiene Selena María desde Guadalajara, México.

CHICUAROTES, MERECÍAMOS MÁS

Selena María

Desde el comienzo de la película hasta ahora, dos días después de verla, he tratado de explicarme de unas y otras formas cómo fue posible la producción de semejante película tan carente de sentido, dirección, o gracia al menos. Y he de confesar que iba advertida. Un buen amigo, Miguel, me dijo el día anterior, dicen que si le pones encima la música de La Rosa de Guadalupe le queda perfecto, y que sale incluso alguien del elenco o algo así, pero ya me dirás qué tal. De cualquier manera, ilusa de mí, iba confiada de que sería una buena experiencia.

Chicuarotes no es un retrato de la miseria de la juventud mexicana, es una caricatura, y eso la vuelve grotesca. Varias veces durante la proyección daba la sensación de no ser una película, sino una sucesión penosa de sketches cómicos de principios de los dosmiles. La Nacasia y la Nacaranda; la Jitomata y la Prejila, el Albertano, el Vítor. ¿No era esa la precisa imagen de nuestra cultura que el cine mexicano alternativo (por llamarle de algún modo) quería con tanto empeño contradecir?

No existe una vértebra que la sostenga. Es apenas la narración cronológica de unos hechos visiblemente esforzados por completar la clásica imagen de la colonia pobre en un pueblo olvidado. Como si de un ejercicio de escolares se tratara: añada usted un bully con un sidekick atarantado, una estética dirigida por dos mujeres trans semejantes a cacatúas, una esposa maltratada, una pelea de cantina, unos payasitos de micro. ¿Qué más? Ah, sí. Una chica violada, un hermano homosexual. Póngalo todo y mézclelo bien. Sal y pimienta al gusto.

La gran expectación creada alrededor de la película, principalmente, me atrevo a decir, por la firma de Gael García Bernal como director, y el tono predominantemente positivo de las críticas hechas por los medios más famosos, me tuvo, he de decirlo, dándome de topes contra la pared. ¿Me estaba volviendo loca? ¿Vi yo otra cinta? ¿No entendí algo? ¿Soy muy clasista, de qué me perdí?

La música no es excepcionalmente buena, al igual que la fotografía. La dirección de arte está también empeñada en construir escenas y tótems forzados; una tienda de artículos eróticos y lencería sobrepuesta en la historia, una estética de pueblo simplemente cliché, una cajita de cerillos que acaba resultando más bien cursi.

Aquí empieza mi cacería y el plot twist de esta historia. Decidida de hallar culpables, pienso: bueno, Gael la dirigió pero salió de la pluma de alguien. ¿Quién será este sujeto? Una breve búsqueda me aclara un poco el panorama. Salvo Abel, filme que encuentro muy bueno y al parecer un momentáneo cambio de tono en su carrera, el escritor en cuestión había trabajado también para producciones de XHDrbz, La Familia P. Luche y El Santo vs. La Tetona Mendoza. Esto me declaró qué clase de contenidos estaba acostumbrado a producir, más allá de si yo los encontrara agradables o no.

Caso muy parecido es el del protagonista, Benny Ariel. Salvo su gran protagónico en Detrás de la montaña, es salido de producciones como La CQ y Como dice el dicho. De nuevo, all critics aside, pensé vaya, esto aclara ciertas cosas, pertenecen ambos a cierta escuela y han tenido momentos luminosos, pero pareciera que no más.

Para dejar descansar un poco mis ideas sobre Chicuarotes, que vi el viernes, comienzo a escribir mi reseña hasta hoy, domingo 14. Así pues, abro en la computadora un par de pestañas para tomar las referencias precisas citadas anteriormente en el texto, y tecleo en el buscador el nombre del guionista así sin más. No imaginan mi sorpresa cuando el primer resultado que arroja es su cuenta de twitter, @chidoguan. Es familiar, terriblemente familiar y siento que se me escurren los colores de la cara. Tecleo un poco más y confirmo mis sospechas, también es @chidoguan en Instagram.

Resulta ser que llevo años teniendo relación con Augusto Mendoza sin haberme dado cuenta. Likes en posts, respuestas a historias, ocasionales mensajes, ¡hasta los buenos días, caray! He sido poco menos que incendiaria con respecto a su trabajo y me topo con tal sorpresa. Por pura curiosidad entro a su feed, que hace mucho no visitaba, y bueno, el resto es historia. Fotos con los actores, agradecimientos. El horror.

Vamos, que no había cercanía, pero ustedes saben esa amble relación de extraños que uno cultiva a fuerza de double-taps. Me sentí miserable, y honestamente, todavía. Dudé, releí y redudé las cosas que he escrito en este post. Cuestioné mi severidad. Tenía mi like en fotos de sus gatitos, ¿podía ser yo más horrible persona?

Anteponiendo una disculpa en respeto por la superficial (y quizás completamente obviable para él) relación que mantengo con el guionista de Chicuarotes, no puedo decir más que, después de un gran esfuerzo, de nada me retracto.

El pobre tratamiento que dirigió a temas tan sensibles como el reconocimiento de la propia sexualidad, la banalización del acoso, el linchamiento y la adjudicación de crímenes a personas transexuales, la violencia hacia las mujeres, por mencionar algunos temas, hace que la cinta se vuelva una caricatura de la terrible violencia que se vive a diario en nuestro país, en todas las esferas, en todas las circunstancias. Y es algo que se debe señalar a toda costa, dejando errores narrativos y técnicos pasar sin esfuerzo a segundo plano.

Debo decir, si este es el cine mexicano que busca ser contracultural, hablar de lo que no se habla, colocar en el centro de sus historias a los sujetos más vulnerables de nuestra terrible realidad: no lo quiero. Peor. No confío en él.

No confío en sus apoyos de Televisa, ni en sus parcas interpretaciones de la desigualdad. No confío en sus promesas incumplidas al grupo de vecinos que prestaron sus alrededores para el rodaje, ni en los oídos sordos que les presta el equipo de producción a sus reclamos. No confío en que un apellido grande como García Bernal vaya a salvar a nadie si ni a sus pequeños propósitos puede ser fiel, respetuoso.

En resumen, y como señala el título, merecíamos más, y mejor, que Chicuarotes. 

AIRE CONCRETO

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