El Premio Nacional de Literatura tiene una legalidad fallida y que no debe haber miedo en discutirlo, sostiene Jorge del Carmen Ripper en su columna de opinión.
Jorge del Carmen Ripper
Pinochet le dio el abrazo del oso a Jorge Luis Borges, el escritor más grande del siglo XX. Su abrazo, como ya sabemos, impidió que le dieran el Premio Nobel de Literatura.
Un inaudito decreto 315 del ministerio de educación firmado por Pinochet del 16 de Junio de 1989, el dictador estableció por decreto, en un reglamento de la ley de Premios Nacionales, que los candidatos debían ser postulados al Premio Nacional de Literatura.
Hasta entonces era tarea del jurado elegir al ganador.
El decreto pertenece a las famosas leyes de amarre, donde un terrible dictador, el asesino Pinochet, aseguró el control de la cultura desde arriba.
El artículo 27.° del decreto pinochetista establece que los candidatos al Premio sólo podrán ser propuestos por:
- a) Instituciones de notoria solvencia intelectual en la materia;
- b) Tres o más personas que hayan sido agraciadas con el Premio nacional de Literatura; y,
- c) Las Facultades Universitarias pertinentes.
Este decreto pinochetista nunca fue derogado.
¿Por qué?
El Premio Nacional de Literatura fue instituido en Chile en 1942 para premiar, al principio, una vida dedicada al cultivo de las letras. El decreto de Pinochet de 1989 eliminó del jurado a los escritores, tema central, y se le destinó a rectores de Universidad y ministros de Educación.
El jurado quedó establecido del siguiente modo_
Desde entonces los partidos políticos, no la trayectoria literaria ni los méritos artísticos, mandan en el premio. Hablemos en serio. Seamos valientes.
No tengo miedo en afirmar que varios de los galardonados durante el regreso de la democracia en Chile tampoco eran merecedores.
No se los dieron a Jorge Teillier ni a Guillermo Blanco.
Qué hubiese dicho Kafka de esta telaraña burocrática del Premio Nacional de Literatura