20 - febrero - 2025

La belleza, lo predivino. La muerte de Virgilio de Hermann Broch

La muerte de Virgilio,  la obra principal de Hermann Broch (1886-1951), fue publicada en 1945. Es un largo poema en prosa, sobre las posibilidades del lenguaje. Virgilio moribundo desea quemar el manuscrito de su obra Eneida, ya que considera que tiene belleza, pero carece de lo fundamental: el conocimiento, la verdad (‘La Eneida es indigna, sin verdad, nada más que bella’).

LA BELLEZA 

Hermann Broch, La muerte de Virgilio.

Porque
en el más apartado límite irradia la belleza;
desde la más apartada lejanía irradia sobre el hombre,
alejada del conocimiento, alejada de la pregunta,
sin esfuerzo
ya sólo perceptible a la mirada,
la unidad del mundo establecida por la belleza,
fundada sobre el hermoso equilibrio de la supralejanía
que penetra todos los puntos del espacio, saciándolos con la lejanía,
y —simplemente demoníaca— disuelve no sólo lo más contradictorio
en la igualdad de rango y en la igualdad de importancia,
sino que —aún más demoníaca— en cada punto
colma también la lejanía del espacio con lejanía de edades,
detenida la balanza del flujo del tiempo en cada punto
una vez más su detención saturnal,
no eliminación del tiempo, pero sí su ahora eterno,
el ahora de la belleza, como si contemplándolo pudiera
el hombre, aun erguido y creciendo hacia arriba, volver a hundirse
en su escucha oscuramente tendida,
nuevamente tendida entre las profundidades del arriba y del abajo,
nuevamente una sola cosa con la mirada escucha, que envía,
como si la profundidad permitiera una nueva participación, que
libre de conocimiento y pregunta
en la edad primigenia y antes de ella pudiera prescindir del conocimiento y de la pregunta,
renunciando a distinguir el bien y el mal,
huyendo del deber humano de conocer,
huyendo a una nueva y por eso falsa inocencia, de suerte que
lo reprobable y lo ordenado por el deber, la desgracia y la salvación,
lo cruel y lo bondadoso, la vida y la muerte,
lo incomprensible y lo comprensible
puedan tornarse una única comunidad sin distinción,
encerrada por el vínculo unificante de la belleza,
irradiada sin esfuerzo en la mirada que la abarca,
y por eso mismo es como un hechizo, y hechizada-hechizante,
demónicamente receptora de todo es la belleza,
omnicomprensivo su saturnal equilibrio,
por eso mismo sin embargo también un retroceso a lo predivino,
por eso mismo recuerdo en el hombre de algo que todavía
ha ocurrido antes de su presciencia,
recuerdo de una predivina edad en que se gestó la creación,
recuerdo de una entrecreación indistinguible y crepuscular,
sin juramento ni crecimiento ni renovación,
recuerdo sin embargo y como tal piadoso, aunque
piedad sin juramento, sin crecimiento, sin renovación,
la demoníaca piedad del arrobo de la belleza
en el arrobamiento del límite más externo,
pero sin la voluntad de traspasar el limite,
vuelta hacia el pre-comienzo,
lo predivino de la apariencia divina,
la belleza.

Versión de J. M. Ripalda
sobre traducción de A. Gregori

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