06 - noviembre - 2024

Almodóvar deslumbra en Venecia con sensacional corto The Human Voice basado en obra de Jean Cocteau

Según el destacado crítico de cine Manu Yañez, Almodóvar deslumbra, resplandece y fascina con The Human voice,  un corto de media hora presentado hoy en el Festival internacional de cine de Venecia, protagonizado por la británica Tilda Swinton  y basada en una obra teatral  del francés Jean Cocteau. 

THE HUMAN VOICE DE PEDRO ALMODÓVAR

Por Manu Yañez, crítico de cine y director de Otros Cines Europa

El cortometraje ‘The Human Voice’ (‘La voz humana’) supone el primer trabajo de Pedro Almodóvar hablado en inglés; sin embargo, atendiendo a la naturalidad con la que la actriz Tilda Swinton navega por los planos y los diálogos del film, sería posible imaginar que el cineasta manchego siempre imaginó su cine hablado en la lengua de Shakespeare… y de Tennessee Williams, Scott Fitzgerald, John Cassavetes, Alice Munro… El éxito de este tránsito idiomático invita a pensar en la fuerte filiación del director de ‘Hable con ella’ con el mundo anglosajón, pero sobre todo hace aflorar la cualidad universal de la aproximación almodovariana al lenguaje del cine y de las emociones humanas. Pero para poder sostener esta conclusión, antes debemos atender a los detalles, como por ejemplo la inteligencia con la que Almodóvar disecciona el monólogo teatral de Jean Cocteau que da título al film. Con el ánimo autorreflexivo que caracteriza toda su obra, el cineasta se apropia del texto con enorme libertad para construir, en torno a las palabras (que se hacen esperar), un armazón eminentemente cinematográfico. La protagonista, afligida por una ruptura sentimental, es una actriz en horas bajas, mientras que la acción transcurre en un apartamento construido (solo a medias, dado que le faltan los techos) en el interior de un gran hangar. Un escenario dentro de un escenario, o la primera gran meditación sobre el encierro, y la posibilidad de la liberación, en la era post-Covid.

En un primer momento, el personaje de Swinton emerge de detrás de una tela de plástico opaca y deambula por el espacio diáfano del hangar –un no-espacio que habría fascinado a Bertolt Brecht– convertida en una viuda negra de atuendo sintético y presencia imponente. Un arranque que hace pensar en la inclinación de Almodóvar a construir imágenes-palimpsesto: capa sobre capa sobre capa, en un barroquismo exacerbado. El artificio fílmico está ahí para ser celebrado en todo su esplendor: en días y noches esculpidos por la iluminación de José Luis Alcaine; en el plano cenital de una taza que se va llenando de café espumoso, a la manera de ‘Dos o tres cosas que yo sé de ella’ de Godard; en la suntuosidad de un travelling circular alrededor de la protagonista, que confirma, resignada, su sometimiento a “las reglas del juegos, a la ley del deseo”. Sin embargo, pese a esta exploración del potencial más artificioso e ilusorio del cine –“me hacías olvidar la realidad y el tiempo”, le espeta la protagonista a su amante a través del teléfono–, ‘The Human Voice’ va encontrando, a medida que recorre sus escasos de 30 minutos de duración, esa sobriedad penetrante que Almodóvar conquistó en la sublime ‘Dolor y gloria’.

Para atisbar la translúcida verdad que yace más allá del manierismo colorista de ‘The Human Voice’, resulta interesante comparar la película con sus antecesoras más directas, empezando por la puesta en escena teatral del texto de Cocteau que el propio Almodóvar insirió en la trama de ‘La ley del deseo’. Allí, Carmen Maura se paseaba por un escenario en claroscuro destruyéndolo todo con un hacha mientras su hija en la ficción cantaba el mítico ‘Ne me quitte pas’ (capa sobre capa sobre capa). Antes de eso, Roberto Rossellini, el padre del Neorrealismo, convirtió a Anna Magnani en la mujer desesperada de Cocteau en el inolvidable primer capítulo de la película ‘L’amore’, donde la actriz italiana, en todo su esplendor temperamental, se buscaba y huía de sí misma dentro de un laberinto de espejos amenazantes. Por su parte, el Almodóvar de ‘The Human Voice’ parece menos interesado en superponer capas y en fabricar espejismos que en observar de un modo lo más transparente posible las emociones que le sirve en bandeja de plata su nueva musa, Tilda Swinton.

Fiel a su estilo y su historia, Almodóvar invoca la vertiente más lúdica del camp montando un fantástico pase de modelos unipersonal en el que Swinton viste de negro azabache, rojo pasión y azul cobalto, además de pasearse con un batín de estampados orientales. Podría parecer un juego con la identidad múltiple del personaje, como ya hiciera Swinton en ‘Orlando’ de Sally Potter. Pero nada más lejos de la realidad. ‘The Human Voice’ pone en escena el pacto inquebrantable que firman el cineasta y la actriz con el personaje de la mujer despechada. Como en ninguna versión anterior del texto, aquí la heroína de Cocteau jamás pierde su entereza. El dolor puede afligirla, exponer su vulnerabilidad, pero jamás le quita la dignidad, esa incombustible fortaleza interior de la que siempre hace gala Swinton, una actriz empoderada como pocas, una mujer del siglo XXI (como la Uma Thurman de ‘Kill Bill’, que aparece en una portada de DVD sobre la mesilla de comedor de la nueva heroína de Almodóvar). En ‘The Human Voice’, la tenacidad le sirve a Swinton para combatir el desconsuelo de su personaje, pero también para una cuestión de orden más metaficcional: sobrellevar la soledad de la actriz que se enfrenta a la cámara a pecho descubierto.

En una apuesta sensacional, Almodóvar elimina de la ecuación escénica el auricular de los viejos teléfonos fijos, que históricamente ha sido el elemento de atrezzo primordial de casi cualquier escena-de-llamada-telefónica. Equipada con unos auriculares modernos, sin cable ni micrófono visible, Swinton puede pasearse por los escenarios del film sin trabas, sin obstáculos, pero también sin un apoyo, sin la posibilidad de asirse a nada más que a su capacidad para comunicar con el gesto y la palabra. En el cine del “nuevo” Almodóvar, renacido en ‘Dolor y gloria’, no hay lugar para el aspaviento, para los malabarismos actorales, solo queda sitio para la verdad del gesto despojado, potenciado por una puesta en escena transparente, donde la expresión de Swinton nunca se ve interrumpida por fundidos encadenados, imágenes superpuestas o elementos de atrezzo (golpes de estilo propios del Almodóvar de otros tiempos).

A la postre, en ‘The Human Voice’ termina resplandeciendo el incendiario amor de Almodóvar por la fantasía y la verdad del cine, por los personajes femeninos, por la personalidad de sus actores y actrices. Un camino hacia la belleza que aparece aquí puntuado por un sentido homenaje a la dimensión artesanal de la creación cinematográfica, muy presente en la configuración de un escenario de tramoyas visibles, pero también muy palpable en los magníficos títulos de crédito de la película, en los que los nombres de Almodóvar y Swinton aparecen caligrafiados por herramientas de albañilería. De hecho, la única salida del personaje de Swinton de su apartamento-prisión es para comprar un hacha con la que destruir simbólicamente sus males. Construcción y destrucción, artificio y naturalidad, disfraz y verdad: fuerzas que dan forma la nueva genialidad de Almodóvar.

Fotogramas

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