16 - febrero - 2025

Espejito, espejito. Autoengaño en Internet. Jia Tolentino, señorita millennial y crisis de identidad explotó en la cara

Por Laura Valentina

Me lo recomendó y me lo prestó una amiga que lo compró digital. Jia Tolentino. Su libro se llama Falso espejo: Reflexiones sobre el autoengaño

Léelo weona, me dijo, Tolentino no es na la típica complaciente.

Lo hojée en la pantalla, para adelante y para atrás.

No aparenta.  Dicen que lo recomendó Obama y ya eso la hizo guay.

Quizá a una chilena como yo, que ha vivido la mayor parte del tiempo fuera de Chile, no me sorprende mucho. Tengo 24 y  le tengo cariño pero distancia a esas minas que abjuran de todo lo que creyeron en internet. Tolentino tiene 32 y reconoce que fue educada por internet. No es raro. Toda la generación se pasó la vida buscando cosas en internet para después lanzarla en sus redes, para impresionar a no sé quién. El autoengaño.

Igual me gusta su nombre Jia. Cool.

Jía habla de todo lo que se le ocurra. Lo feminista, obvio. Las drogas, obvio. Culto al cuerpo, obvio. Me gusta que hable de eso que me cansa: ser flaca siempre, o más empoderada siempre.

Y eso de las redes sociales que insegurizan, la popularidad irreal de  internet. Falsa.

Jia Tolentino  trabaja en el New Yorker, y parece una especialista en generación millennial y sus chistes fomes. Se parece a una profe que tuve. Era llamativa por eso y nos sacaba del aburrimiento.

Entonces, para resumir, Jía Tolentino dedica varias páginas  a internet:  los millennial, dice ella, tienen un problema de identidad. ¿Perspicaz?

Si eso se nota a la legua. Digan ustedes.

Autoexplotación en las redes, y exhibirse con una vida imaginaria. Falso espejo. Alicia en el país de las maravillas.

Para que se hagan una idea de su autocrítica, así empieza uno de sus capítulos “El yo en internet”

“En un principio, Internet tenía buena pinta. «Me enamoré de Internet la primera vez que lo utilicé en el despacho de mi padre y pensé que era la cosa MÁS COOL», escribí, cuando tenía diez años, en una subpágina de Angelfire titulada «La historia de cómo Jia se hizo adicta a Internet». En una caja de texto superpuesta a un horroroso fondo de color violeta, añadí:

Pero por aquel entonces estaba en tercero y lo único que hacía era visitar webs de Beanie Baby. El ordenador que teníamos en casa era viejo, un trasto, y no teníamos Internet. AOL me parecía un sueño lejano. Pero nos compramos un ordenador de los mejores en las vacaciones de primavera de 1999 y, obviamente, venía con todas aquellas demos. Así que finalmente tuvimos acceso a AOL y ¡¡yo me quedé alucinada por lo maravilloso que era tener un perfil y chatear y poder entrar en IMS!!

Después, escribí, descubrí las webs personales. («¡Me quedé con la boca abierta!») Aprendí a programar HTML y «algunos truquitos de Javascript». Creé mi propia página web en el servidor para principiantes Expage: primero elegí colores pastel y después me pasé al «tema noche estrellada». Me quedé sin espacio y entonces «decidí pasarme a Angelfire. Wow.» Aprendí a elaborar mis propios gráficos. «Todo eso tuvo lugar en cuatro meses», escribí, alucinada de la rapidez con la que evolucionaba mi ciudadanía en Internet; tenía diez años. No hace mucho volví a visitar las webs que entonces me resultaban inspiradoras y pensé en «lo idiota que tenía que ser para que me alucinaran esas cosas.»

Consumismo y mascarada, Athenea Llanna

 

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