Por Omar Pérez Santiago.-
“La Isla del fin del mundo” (Mago Editor) de nuestro estimado escritor y académico Javier Campos es una novela corta de más de 80 páginas, de inspiración de realismo mágico, sobre una isla sustentada sobre una falla insular sin importancia geopolítica. Es un pequeño pueblo autárquico de mil habitantes que viven en una isla sin nombre, cuyo único contacto con el exterior es un barco de la marina de guerra que, durante cien años, una vez cada seis meses les traen cientos de cajas y bolsas con papeles viejos, revistas, diarios y muchísimos libros.
El centro de la isla sin nombre es, entonces, el bibliotecario, pues curiosamente la biblioteca le da vida a la isla, como centro de conocimiento. Gracias a ella la isla es una isla ilustrada y los habitantes parecen hijos de la literatura. Todo lo aprenden en la biblioteca. Saben mucho de historia política, literaria y de idiomas. Toda fuente de saber es la biblioteca. Por eso, la novela de Javier Campos está llena de citas de escritores y obras.
BIBLIOTECA
Esta es una utopía, se entiende de inmediato. Es obvio. Hoy todos los estudios indican que el bibliotecario es una profesión en vías de desaparición. Los bibliotecarios más despiertos o lúcidos ponen en cuestión el rol del libro impreso, sobre todo los libros de ciencia, tecnología y medicina. Preferimos el copy/paste. El futuro de una biblioteca ya no gira en torno a los libros o las revistas impresas. Es probable, miren lo que digo, que las colecciones impresas de nuestras bibliotecas desaparezcan. La biblioteca tal como la conocimos dejará de existir.
ISLAS
Pero no en esta isla del fin del mundo.
Todo es espectacularmente inaudito en esa isla. En esa isla utópica nunca se cometen crímenes, no hay racismo, ni homofobia, ni mayores injusticias y desigualdades, ni esas enfermedades del mundo moderno, como la obesidad. Nadie manifiesta odio ni crueldad con nadie. Son bien portados. No hay cárcel. No hay líderes populistas, ese mal que nos asola. ¡Imagínense! El Regidor es la única autoridad de la isla, elegida por todos por 4 años y revocable.
Inevitablemente, la historia lleva a pensar en otros pueblos incomunicados o aislados. Como los islandeses, el pueblo más lector del universo, el paraíso de los libros, un pueblo pequeño que vive de la energía de los volcanes y que conviven con sus hermosos y resistentes ponis, el caballo islandés. Un pueblo que tempranamente se entretuvo inventando historias, las famosas sagas nórdicas, “las más compleja y rica de las literaturas germánicas”, Borges dixit. Y yo creo que los islandeses son medios fundadores de un cierto realismo mágico.
Por otro lado, el emperador japonés Shogunato Tolugawa prohibió la entrada de extranjeros, nadie, fuera extranjero o japonés, podía entrar al país, o salir de él, bajo pena de muerte. Japón cerró sus fronteras al mundo por 250 años, entre 1603 y 1853. La autarquía, o el discreto encanto de la autonomía, dicen que generó unidad nacional y estabilidad interior y un tiempo de constante esplendor. Aprendieron, como los anacoretas o eremitas, de su vida interior.
He escuchado decir que el largo encierro y la vida apartada convirtieron a los japoneses y a los islandeses en una especie de extraterrestres.
JUEZ
Ahora es un Juez, don Manuel Jesús Marchena que ha bajado del barco a la isla para aclarar tres muertes ocurridas en la isla, que convierte a la novela en una de investigación criminal y al juez en una especie de forense. Tres muertos: dos marineros del barco de guerra y Sixto, un enano habitante de la isla.
ENANOS
Los gemelos, Sixto y Samuel, son dos enanos.
Aquí hay que detenerse un poco. Los enanos son personajes con los que Javier Campos tiene particular simpatía. Están en su en su obra Los saltimbanquis, actores de circo que visten con trajes de arlequines. Y también en sus novela El bailador de tango del año 2018 donde el narrador cuenta que una de las cosas más raras que ha visto fue un enano en una fiesta de Halloween o la anécdota del trapecista enano del circo que voló como un pajarito desde la carpa de circo y se pegó en un poste de luz de la calle. O ese enano que con una capa azul brillante, enano que bailaba a una bella mujer en un bar con un enorme pene de cuero.
¿De dónde adquiere Javier Campos el gusto de incorporar enanos en sus obras?
Obviamente que una de la razones está en la inminente presencia del enano en la gran literatura, tal como se recuerda y se cita algunas veces en la novela de Javier Campos. Se trata de un enano malvado que está al servicio de un príncipe renacentista italiano, llamado Piccolino, de la novela El Enano (Dvärgen) del sueco Per Lagerkvist publicada en 1944. Lagerkvist fue una persona acuciada por el pesimismo y la angustia, le dolía profundamente la crueldad de los hombres, y con esos velos está cubierta toda su obra. Una novela escrita con estilo lacónico, directo, pulido y con frases cortas.
LUCREZIA
Otro personaje de la novela se llama Lucrezia, la muda Lucrezia es una equilibrista muda de circo. Un nombre oportuno para una bella mujer que actúa arriba de un poni. ¿Por qué se llama Lucrezia? Su nombre Lucrezia es italiano y fue su abuelo paterno aprendió a leer italiano y encontró un libro en la biblioteca con cartas transcritas en italiano, unas cartas de amor que se escribieron Lucrezia Borgia y un poeta. En la novela de Pär Lagerkvist existe la princesa Teodora, que se asemeja a Lucrecia, la hija de Papa Borgia.
AGRADECIMIENTOS
Yo agradezco haber leído este nuevo libro del escritor y profesor Javier Campos. Una literatura distinta a la corriente mayoritaria de la narrativa de la tradición chilena de realismo-realismo, de adobe, paja y barro. Digamos, a lo menos, desde la llamada nueva narrativa de los años 90 hasta hoy.
A lo menos.
Javier Campos nos entrega una narrativa distinta, una literatura de imaginación y creatividad que se alimenta de la tradición de lo fantástico, la actualiza, se divierte con visiones inciertas y camina por lo inexplicable, lo maravilloso, lo mágico o lo espeluznante.