Los virólogos Harvey J. Alter, Michael Houghton y Charles M. Rice reciben el Premio porque, según el comité del Nobel, «han hecho una contribución decisiva a la lucha contra la hepatitis de transmisión sanguínea, un importante problema de salud global que causa cirrosis y cáncer de hígado en personas de todo el mundo».
El organismo añadió que con sus estudios, los científicos habían ayudado a salvar millones de vidas aislando e identificando el virus, permitiendo que los suministros de sangre en todo el mundo fueran examinados para detectar la hepatitis C y evitando la transmisión de la enfermedad.
Hay tres tipos de hepatitis: A, B y C.
Las pruebas diagnósticas para detectar el virus B de la hepatitis comenzaron a utilizarse en 1965 y para el virus A, en 1973.
En 1989 fue identificado el principal agente productor de hepatitis C.
Antes no era posible detectar el virus de la hepatitis C en la sangre, por lo que muchas personas recibieron transfusiones de sangre infectada.
La hepatitis C es una enfermedad infecciosa que afecta principalmente al hígado y es causada por el virus de la hepatitis C. La infección aguda es por lo general asintomática, pero la infección crónica puede producir lesión en el hígado y a la larga originar cirrosis.
La hepatitis C se contrae principalmente mediante el contacto con sangre contaminada asociado con el consumo de drogas por vía intravenosa, el uso de instrumental médico no esterilizado y las transfusiones de sangre no testadas previamente. El virus se transmite especialmente a través de inoculaciones. El contagio intrafamiliar, sexual y de madres a hijos son infrecuentes.
Entre 130 y 170 millones de personas en el mundo están infectadas con hepatitis C.
En general, entre el 50 y el 80 por ciento de las personas que reciben tratamiento se curan. Algunas de las complicaciones de la hepatitis C a largo plazo son la cirrosis hepática y el cáncer de hígado, y como tratamiento puede ser necesario un trasplante de hígado.
Actualmente se cuenta con pruebas confiables para el diagnóstico de la infección por virus C. Basta con la prueba de ELISA, que tiene escasos falsos positivos y negativos, es bastante sensible, simple de practicar, económica y susceptible de automatización.