Por Víctor Hugo Ortega C, autor de Elogio del Maracanazo. Los Perros Románticos
Se murió Diego Armando Maradona Franco. Escuchaba radio y la noticia interrumpió la transmisión. Llamé a un colega y comenzamos a revisar la prensa internacional para ver quiénes oficializaban y quiénes esperaban. Es entendible. No es primera vez que se informa su muerte en el último tiempo.
Han pasado los minutos y ya la información es oficial. Pantallas divididas en todos los canales de televisión. Habló el presidente argentino Alberto Fernández y recordó un partido de Argentinos Juniors; lo vio en el estadio. El diario Olé abrió su nota principal con la frase “Y un día ocurrió”.
La muerte de Maradona te cambia los planes del día. Iba a cocinar algo rápido y preparar una charla para esta noche en la UNAM de México sobre “Literatura y Fútbol”. Pero fui a comprar comida china, calculando el tiempo para almorzar mientras escucho el programa deportivo de las 14:00 horas, donde la muerte del Diez es tema central. La gente deja sentidos mensajes de audio y los pasan el aire. Una señora, emocionada, dice que valora a los argentinos porque apoyan a sus ídolos en las buenas y en las malas. Creo que todos los latinoamericanos podemos dar fe de aquello.
Alguien envía un meme en que Sebastián Piñera da el pésame por la muerte de Madonna. ¿Sabrán los que envían este meme que ya no es gracioso? Y no por la partida de Maradona exactamente. Los memes de Piñera son de mal gusto. Igual que esos genios que ridiculizan a la gente que se emociona por la muerte de uno de los más grandes futbolistas de la historia, a propósito de los malos actos que protagonizaba cada cierto tiempo.
Me parece que no hay que ser muy lúcido para saber que quienes idolatran a Maradona saben perfectamente de las buenas y las malas. Pero supongo que las malas no alcanzan a borrar las que para ellos marcaron sus vidas. Es obvio, aunque alguien en Twitter crea y diga lo contrario.
¿Cómo será recordado Maradona?, le pregunta un periodista a un exdirigido por el Diez argentino. No presto atención a su respuesta. Estos momentos posteriores a una muerte como esta te dispersan y te disparan un montón de cosas en la cabeza. Lo quiera o no, Maradona es parte de mi vida, de los álbumes que coleccionaba cuando chico, de ese mundial de 1994 que nos marcó tanto a los que no pudimos disfrutar el de México 86; éramos demasiado niños.
Ahora en la radio están citando a Rafael Nadal. Acaba de poner un tweet. “Se nos fue #Maradona, uno de los deportistas más grandes de la historia. Queda lo que hizo en el fútbol”. Me gusta leerlo. No es primera vez que el gran campeón de Roland Garros hace pública su admiración por Maradona. Me meto a ver el Twitter de Novak Djokovic y nada de nada. Me gusta que, como en ese 6-0 de hace unos meses, el español se adelantó.
Ya han pasado un par de horas. Y hay algo que no puedo sacarme de la cabeza. Yo vi jugar a Maradona, en vivo y en directo. Fue en septiembre de 1997, un Colo-Colo v/s Boca Juniors por la Supercopa Sudamericana. El Diez jugó solo los primeros 45 minutos. Fue su último partido internacional. Yo tenía 15 años. La idea fue de mi vieja. Sí. Nunca me voy a olvidar. Ella me dijo que no iba a tener otra oportunidad de ver a Maradona en el estadio. Tenía razón. Las mamás siempre tienen la razón. O casi siempre.
Cuando uno vive en las afueras de la ciudad, ir al estadio es toda una experiencia. Eso de no tener donde estacionar el auto, de arrancar de los macheteros que no te sacan la marca sin que sueltes una moneda. Eso de que a mi mamá le gustaba irse de los partidos cinco minutos antes del final, algo que yo odiaba. Ella quería evitarse todo el tumulto de gente camino a casa. El Estadio Monumental de Colo-Colo no es de lo más accesible de Santiago que digamos.
En los noventa solíamos discutir con mi mamá. ¿Maradona o Pelé? Ella siempre iba por Pelé. Los tres mundiales ganados y se acabó la discusión. Yo iba por Maradona. A veces no llegaban a buen puerto esas disputas. Además, para ella tenía toda una carga emocional, recordar que Pelé había jugado el Mundial de 1962 (jugó poco por la lesión, pero jugó), el que se hizo en Chile y que ella siempre citaba con devoción.
El fútbol ya no es lo que era antes, no es un misterio. Se va a hacer un mundial en Qatar y estoy seguro de que no soy el único que todavía no está entusiasmado con la locación. ¿Por qué seguimos creyendo en este deporte? Me he hecho esta pregunta muchas veces. Me animo a creer que aunque el marketing y la capitalización extrema hayan destruido muchas cosas, hay una con la que nunca podrán. Los vínculos, la memoria, el cobijo en el recuerdo, el álbum de fotos que está en la cabeza, en los olores, en los colores, en ese lugar que nos saca una sonrisa entre medio de tanto caos. Con el fútbol, la tribu ha sido feliz, en familia y entre desconocidos, no es poca cosa en un mundo hostil.
La muerte de Maradona te cambia los planes del día. No pensaba recordar a mi madre hoy, pero aquí estoy, anhelando el pasado.
Maradona ya no está. Mi vieja tampoco. Maradona no es mi ídolo. Mi vieja sí. Le debo muchas cosas. Ver jugar a Maradona en un estadio, por ejemplo.
Víctor Hugo Ortega C, escritor, autor de Elogio del Maracanazo. Los Perros Románticos