“Yo no soy lo que me sucedió, yo soy lo que elegí ser”. -Carl Jung-
El profesor Carlos Peña está empantanado en la era infantil de la cultura sicoanalítica: manosea una idea básica de Freud. Y con esa herramienta rudimentaria intenta sicoanalizar al mundo político.
Por Jorge del Carmen Ripper
Desde su perspectiva monotemática, cualquier tipo de espiritualidad deja entrever una sexualidad reprimida. Todo político según Carlos Peña contiene un deus absconditus.
Con esa lúgubre base intelectual Carlos Peña se ha convertido en un stand up comedy, pero no de restobar. Pues Peña no genera esa verdadera risa chilena, esa risa grandiosa, desenfrenada y poco sofisticada que revela hileras de dientes de los jóvenes, con la lengua, el paladar y todo.
Sin comedia, sin humor. Peña no es chistoso.
Tal vez Peña haga sonreír a sus alumnos de la UDP con su monólogo unipersonal. Sonreír, no reír. Su familia interna es bastante rígida y solemne, de una respetabilidad bastante aterradora. Una solemnidad en la que casi nadie ríe. Son tan amables y educados.
Schopenhauer dijo una vez que el sentido del humor es la única cualidad divina en los seres humanos. (Jung lo citaba a menudo).
Carlos Peña tiene muchas dificultades en encontrar el humor (o la ridiculez) en situaciones que parecen sombrías.
Y se revela el nivel intelectual de Carlos Peña. Un señor pegado en una cuestión vetusta. Edward Glove publicó el libro Freud or Jung ya en los años 50.
Para Carl Jung, en cambio, la sexualidad desempeña un papel secundario comparado con el estrés económico, las aspiraciones profesionales o la adaptación social.
Para qué darle más vueltas. Carlos Peña es un vocero. Es un vocero de los derrotados de la generación de baby boomers. La generación boomers, viejos cabrones y bueyes viejos, llevan décadas cortando el bacalao. Políticos, empresarios, milicos. Han golpeado con un martillo a las generaciones jóvenes. Pegados a la roca como lapas, se resisten a ceder el relevo. Como mulas viejas no se mueven del poder. O como la mala hierba, están aferrados al poder.
Son pellejos encantadores de serpientes. Como perros viejos, no tienen dientes, pero le quedan afilados colmillos.
Los derrotados del plebiscito del domingo será la generación boomers