17 - septiembre - 2024

Cristián Warnken Lihn, escritor de cartas mercuriales, llora como la guagua de Pequeño pero Matón

Como el personaje de la película Pequeño pero Matón, una comedia que no hizo reír a nadie, Warnken llora otra vez en El Mercurio.

Jorge del Carmen Ripper

La libertad de expresión es el derecho a decir lo que quieras sin represalias, no es el derecho a escapar de las críticas. Desafortunadamente, Warnken une a un cierto grupo de opinantes recurrentes en El Mercurio (políticos jubilados, viejos achacosos, la mayoría) a firmar cartas. En el fondo, Warnken espera que la gente en las redes sociales solo aplauda sus opiniones en El Mercurio.

Y la gente en las redes sociales hace lo contrario: lo crítica. Entonces Warnken hace creer que tiene la piel suave, como la de un bebe que aún no camina, y llora.

Llama a las viejas glorias pasadas a firmar otra carta agresiva y provocativa.

El bebé llora en El Mercurio y escribe otra carta mercurial.

Paradójicamente, es su actitud patotera –agresiva y provocativa- la que amenaza la libertad de expresión.

Warken quiere cancelar  la posibilidad de criticar y protestar de los demás.

Su patota de viejas glorias, unos carcamales, ha opinado desde siempre en la tele y en los dos diarios nacionales.

30 años escribiendo cartas a El Mercurio.

A Warnken le molesta que las redes sociales opinen en su contra. Una forma básica de ejercer el derecho a opinar y a protestar.

Warnken, el especialista en redactar cartas mercuriales, intenta burda y vanamente evitar que otros expresen sus puntos de vista, solo porque son puntos de vista controvertidos que no son del gusto de los dueños de El Mercurio.

 

 

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