21 - septiembre - 2024

Cómo personas tóxicas manipulan tus emociones con las técnicas de gaslighting y ghosting. Prólogo del “Diario de un Seductor” de Søren Kierkegaard, 1843. Versión de Omar Pérez Santiago

El perverso narcisista. Presentación  de Omar Pérez Santiago

En Internet son palabras de moda: Gaslighting o Ghosting. El gaslighting es una forma de manipulación o abuso emocional utilizada por personas tóxicas y manipuladoras para hacer que tú dudes de tu propio criterio.  Lo mismo que el ghosting, es decir, cuando una persona con la que tienes una relación afectiva desaparece sin explicaciones.   O Actiones in Distans, cuando te stalkean a distancia, como el bullying o acoso que se ejerce hoy en las redes sociales.

Te parecerán conceptos muy modernos. Pero en realidad, son muy antiguos. Los usó el filósofo danés Søren Kierkegaard (1813-1855) en su famoso libro “Diario de un Seductor”, publicado en 1843. Aunque, curiosamente, no se ha dicho claramente. O, hasta ahora, no se ha querido leer así.

La verdad es que el Seductor de Kierkegaard está más cerca de ser un perverso narcisista.

Se afirma que el siquiatra y sicoanalista francés Paul-Claude Recamier (1924-1996) acuñó el término «perverso narcisista», para designar a una persona autocomplacenciente, falto de empatía y constante necesidad de atención y admiración.

En el ensayo de 1976, “Lo erróneo y lo acertado en la teoría de la traducción”, el rumano Eugenio Coseriu sostiene que la traducción es una cuestión cultural, más que un problema relacionado con la lingüística. Es decir, no es un asunto de equivalencia léxica entre dos lenguas diferentes. La traducción es una cuestión de cultura y de contexto. La teoría de la traducción literaria no comprende la traducción “palabra por palabra” sino como la identificación y trasposición de los elementos significantes de la obra original. Contradictio in adiecto. La importancia del sentido finalista de la traducción debe tomar en cuenta dos cosas: los destinatarios y la situación histórica.

Por eso sugiero que el libro Diario de un Seductor de Kierkegaard se debería traducir o se debería llamar: “Cómo te manipula perversamente una mente diabólica”.

El seductor del libro de Kierkegaard está muy cerca de ser un  verdadero sicópata.

Mucha gente, sin embargo, ha vendido y ha comprado y ha leído el libro de Kierkegard como una forma de aprender a ser una persona seductora. Encubren el real fondo del libro. O banalizan una operación de manipulación.

¿Curioso, no?

El libro trata sobre Juan, un hombre, blanco, malhumorado en un paisaje urbano frío, la moderna Copenhague. Arropado como se debe estar cuando se camina sobre los adoquines de las calles de Copenhague, donde el viento helado te come vivo. Juan, un hombre pálido y frío como los adoquines de Copenhague, frío, analítico y sórdido, aunque él cree que tiene un alma tierna y cálida, como todos los arrogantes no diagnosticados. La figura del seductor, la relación entre Juan, el seductor” -hábil en las artes del engaño -, y la joven e ingenua Cordelia de 16 años.  ¿Para qué? Para abandonarla, para dejarla sola con su desconcierto helado, en una noche brutalmente helada y lluviosa. ¿Qué hay más allá de esa desolación? ¿Aprender a sobrevivir? Si se hace una relectura, veremos que hay detrás una «comunicación perversa». Según la sicología, es un tipo de comunicación con la que, en este caso, Juan manipula a Cordelia y ejerce poder y control sobre ella. Kierkegaard en El Diario de un Seductor usó conceptos de la manipulación sicológica tales como «exacerbatio cerebri», “cuerpo parastático” «reflexividad en sí mismo», y aplicaciones de abuso emocional, hoy tan de moda, como “Gaslighting” o “Goshting”.  O «Actiones in Distans» (ejercer influencia a través del vacío o la distancia. Como la violencia a distancia o bullying que se ejerce hoy en las redes sociales).

Detrás de la trama literaria, está la manipulación del seductor, su pulsión por la búsqueda de la inmediatez y el goce sensual; los instintos para satisfacer sus apetencias sensuales. La esencia de la manipulación.

Es importante, para no equivocarnos, enfatizar en la traducción del libro de Kierkegaard los conceptos que están en uso hoy. Es decir, necesitamos una traducción que enfatice la visión de la seducción desde la sicología de la manipulación. Esa es mi intención con esta nueva versión del libro de Kierkegaard.

El abuso sicopático narcisista se presenta en una relación sexoafectiva donde Cordelia no logra verbalizar o explicar lo vivido. Cordelia es una víctima que desconoce los modus operandi y las tácticas de manipulación de Juan. Para ella es una tortura mental. Cuando Cordelia, la víctima, está enganchada, le sigue la fase de devaluación. Cordelia empezará a confundirse, pasando del amor al desprecio.

Juan, el manipulador, tiene como objetivo dañar o generar sufrimiento en Cordelia. La relación perversa se caracteriza por su ambigüedad, ironía, sarcasmo, doble sentido y contradicción. Cordelia se siente confundida y desorientada. Para Juan la relación perversa es una herramienta para imponer su voluntad y mantenerla bajo su control.

Prólogo del Diario de un Seductor de Sören Kierkegaard, 1843

Traducción desde el danés de Omar Pérez Santiago

Sua passion predominante é la giovin principiante.

DON GIOVANNI, aria

«Su pasión predominante es la joven principiante».

(Don Juan, «aria»)

No puedo engañarme. Apenas domino el miedo que se apodera de mí en este momento. Para mi propio interés he decido hacer una cuidadosa transcripción de la fugaz copia del Diario de un Seductor, que con la mayor  prisa y con mucho desasosiego en su tiempo pude procurarme. Aunque la situación es igual de ansiosa y tan reprochable para mí como lo era entonces. Contrariamente a la costumbre, él no había cerrado su Secretair, y todo su contenido estaba así a mi disposición. En vano adornaría mi conducta recordándome que no he abierto ningún cajón.

En el cajón había una multitud de papeles sueltos y encima de ellos yacía un libro en cuartillas grandes, encuadernado con buen gusto. Del lado que apareció había una viñeta de papel blanco, en la que había escrito de su puño y letra: Commentarius Perpetuus Nr. 4.

En vano, sin embargo, trataría de imaginarme que si esa página del libro no hubiera estado abierta, y si el título pertinente no me hubiera tentado, no habría caído en la tentación, o habría hecho resistencia. El título en sí era extraño, aunque no tanto en sí mismo, sino por el lugar en que se hallaba.

Con un rápido vistazo a los papeles sueltos supe que contenían situaciones eróticas, insinuaciones individuales sobre una u otra relación, bocetos de cartas de carácter muy personal. Mas tarde aprendí a conocer su descuido calculado y artísticamente logrado.

Cuando ahora, después de mirar el interior traidor de este depravado, me recuerda la situación cuando yo estuve frente a ese cajón y con mi curiosidad abrí los ojos. Me causó la misma impresión que debe tener a un oficial de policía cuando entra en la habitación de un falsificador, abre su escondite y en un cajón encuentra cantidad de papeles sueltos, trozos de arabescos, un monograma, una filigrana, que le indican que está sobre la pista; en esos momentos, a la satisfacción del hallazgo, se une un gran asombro por todo el trabajo de falsificaciones. Le muestra fácilmente al policía que está en el camino correcto, y la alegría por encima de esto se mezcla con una cierta admiración por ese estudio, la diligencia que aquí es inconfundible. Par mi esto es un poco diferente, ya que estoy menos acostumbrado a rastrear delitos y no estoy armado con una placa de policía.

Sentí el doble peso de la verdad de que andaba por caminos ilegales. Esa vez no fui menos más pobre en pensamientos que en palabras, como suele ser el caso. Estoy emocionado, hasta que el misterio vuelve a soltarse y, diverso y veloz en sus movimientos, habla y se insinúa como una dimensión desconocida.

Cuanto más se desarrolla la reflexión, más rápido se sabe captar. Uno se vuelve como un funcionario de aduanas con los pasaportes de viajeros extranjeros, tan familiarizado en ver las personas más aventureras que no se deja llevar fácilmente por el asombro. Pero independientemente del hecho de que mi capacidad de reflexión probablemente esté muy desarrollada, me quedé en un primer instante asombrado. Recuerdo muy bien que me puse pálido, que casi me desvanezco, y mi ansiedad era grande. Supongamos que él hubiera llegado a casa, y me hubiera encontrado desmayado con el cajón en la mano de su escritorio, yo como un malvado.

Sin embargo, la lucidez es capaz de hacer la vida interesante.

El título del libro no me sobresaltó en sí mismo; Pensé que era una colección de extractos de diferentes obras, lo cual me pareció natural, ya que sabía que él siempre había estudiado con ganas.

Sin embargo, contenía cosas completamente diferentes. Era ni más ni menos un diario, cuidadosamente llevado; y como yo, después de que lo había conocido previamente, no encontré que su vida necesitara un comentario tan solemne, así que no lo niego, después de la intuición que acabo de hacer, que el título ha sido elegido con mucho gusto y mucho sentido, con verdadera estética, con superioridad objetiva sobre sí mismo y sobre la situación.

Este título está en perfecta armonía con el conjunto del contenido. Su vida ha sido un intento de realizar la tarea de vivir poéticamente. Con un fuerte desarrollo de un órgano para descubrir lo interesante de la vida, y ha sabido encontrarlo, y habiéndolo encontrado constantemente reproducía poéticamente lo experimentado.

Su Diario, por lo tanto, no es históricamente exacto o simple, ni es un relato indicativo, sino subconjuntivo, es decir expresa deseos y sentimientos. Independientemente de lo que se experimenta, lo registra naturalmente después de que se ha experimentado, a veces tal vez incluso pasado más tiempo después de eso. Sin embargo, a menudo se presenta como si tuvo lugar en el mismo momento, tan dramáticamente vivo que a veces es como si estuviera sucediendo frente a los ojos de uno. Él debería haberlo hecho porque tenía alguna otra intención con este diario, es lo más improbable;  en el sentido más estricto que sólo haya tenido un significado personal para él es llamativo; y eso asumiría que tengo una obra de arte para mí, tal vez incluso no destinada a ser impresa.

Pues él no tenía nada que temer al publicarlo; la mayoría de los apellidos en la obra son tan peculiares que no hay absolutamente ninguna probabilidad de que sean auténticos. Solo he pillado una sospecha de que el nombre de pila es auténticamente correcto, por lo que siempre él ha estado seguro de reconocer a la persona real. Mientras que todos los extraños serían engañados por el apellido.

Así es al menos en el caso de la mujer que conocí y sobre la que gira el principal interés del libro: Cordelia, su nombre muy cierto era Cordelia, pero su apellido no era Wahl.

¿Cómo se explica ahora que el diario, sin embargo, haya recibido un toque tan poético?

La respuesta aquí no es difícil. Se explica por la naturaleza poética que hay en él, que, si se quiere, no es lo suficientemente rica, por así decirlo, ni lo suficientemente pobre como para separar poesía y realidad.

Lo poético fue más lo que él mismo trajo consigo. Esto era más la poética que disfrutó en la poética situación de la realidad; y esto él lo rearmó o reconstruyó en forma de reflexión poética. Fue un segundo placer, y ese placer poético calculado estuvo presente en toda su vida. En el primer caso disfrutó personalmente de la estética, y en el segundo caso disfrutó estéticamente de su personalidad.

En el primer caso, el punto era que disfrutaba egoísta y personalmente de lo que, en parte, la realidad le daba a él, y lo que en parte él mismo había impregnado a la realidad; en un caso, su personalidad fue prófuga, y luego, en el otro, disfrutó de sí mismo en la situación.

En el primer caso, siempre necesitaba la realidad, como ocasión, como momento; en el otro caso, la realidad se ahogaba en lo poético. El primer estadio es fruto pues del estado de ánimo en que el diario ha emergido como fruto de la segunda etapa, donde la palabra es tomada en un sentido algo diferente del primero.

Así siempre ha tenido la poética por la ambigüedad en que transcurrió su vida. Detrás del mundo en el que vivimos, lejos en el fondo, se encuentra otro mundo que se encuentra aproximadamente en la misma relación.

Así, el Diario se formó de su condición anímica y fruto de su maduración; pero las palabras deben entenderse en un sentido algo diferente. Y de este modo él percibió la poesía en la doble forma en que su vida transcurrió y a través de esta misma forma.

La relación con esto, como el escenario que a veces ves en el teatro detrás del escenario real, se mantiene aquí. Tú ves a través de una flor delgada el  mundo de una flor, pero de modo más ligero, más etéreo, de una solvencia diferente a la real.

Muchas personas que aparecen físicamente en el mundo real no pertenecen a este sino al segundo.

Sin embargo, el hecho de que una persona se desvanezca, incluso casi desaparezca de la realidad, puede tener su base en un estado de salud o en una enfermedad.

Este último fue el caso de Juan a quien una vez conocí sin conocerlo. No pertenecía a la realidad y, sin embargo, tenía mucho que ver con ella.

Estaba constantemente pasando por encima de él, pero incluso cuando era más indulgente, estaba fuera de sí. Pero no fue el Bien que lo atraía y tampoco era realmente el Mal, ni siquiera me atrevo a decir nada sobre él en este momento.

Juan ha padecido una exacerbatio cerebri, donde la realidad no tenía suficientes incentivos. La exacerbatio cerebri es una angustia sicológica que le impide relacionarse directamente con la realidad, en un estadio más alto de momento.

Un estado sicológico en que Juan no se comprometía con la realidad. No es que fuese demasiado débil para soportarla, sino que era demasiado fuerte; pero esta fuerza era una enfermedad. Tan pronto como la realidad perdió su significado como incitación, Juan estaba desarmado, y ahí estaba el mal en él. Juan mismo era consciente de esto en el momento de la incitación, y en esta conciencia o lucidez egótica  yacía el mal.

He conocido a Cordelia, la muchacha cuya historia constituye el contenido principal del diario. Si Juan ha seducido a otras, no lo sé; sin embargo, sería posible deducirlo de sus escritos.

Parece que también con esta forma de práctica se condujo del modo absolutamente particular que le caracteriza. La naturaleza le había dotado de un espíritu demasiado selecto para que fuese uno de tantos seductores habituales.

También puedes ver en el diario que a veces era algo completamente arbitrario lo que ansiaba, un saludo, por ejemplo, y recibiría más sin costo alguno, porque era lo más hermoso de la mujer en cuestión.

Con la ayuda de sus dones espirituales ha sabido tentar a la muchacha, atraerla hacia él, sin importarle poseerla en el sentido más estricto. Puedo imaginar que Juan sabía cómo conseguir eso en una mujer. Lo más destacable fue que Juan estaba seguro de que Cordelia lo sacrificaría todo por él.

Cuando el asunto llegaba lejos, hacía ghosting, Juan lo interrumpía el contacto, sin que haya habido el más mínimo acercamiento de su parte, sin una palabra de amor, y mucho menos  una declaración o una promesa.

Y, sin embargo, había sucedido. Y la desdichada joven Cordelia conservaba la conciencia de ello con doble amargura, porque no tenía nada que reclamar, porque constantemente Cordelia se confundía con los más diferentes estados de ánimo en un gran revoltijo temeroso. Cordelia pronto se reprochó a sí misma, luego lo perdonó, pero pronto hizo reproches a Juan. Ahora, sin embargo, dado que la relación sólo había tenido realidad en un sentido impreciso, constantemente Cordelia tenía que luchar con la duda de que todo el asunto era una ilusión.

Tampoco tenía la muchacha Cordelia el recurso de confiarle a alguien su vivencia, pues, objetivamente, Cordelia no tenía realmente  nada que confiarles. Cuando has soñado, puedes contarles a otros tu sueño. Pero lo que Cordelia tenía que contar, no era un sueño, era la realidad, y sin embargo, tan pronto como Cordelia quería decírselo a alguien más, para aliviar su mente perturbada, entonces era Nada.

Ella misma lo percibió muy bien. Ningún ser humano podría comprenderla, apenas ella misma, y ​​sin embargo, todo reposaba con un peso ansioso sobre ella.

Tales víctimas son por lo tanto de una naturaleza muy propia. No fueron unas infelices que fueron marginadas, o que pensaron que eran condenadas al ostracismo por la sociedad, afligidas pero saludables y fuertes. A veces, cuando el corazón se llenó demasiado, les dio un aire de odio o de perdón.

En ellas no se había producido ningún cambio visible; vivían en las condiciones habituales, consideradas respetables como siempre, y sin embargo un cambio se producía en ellas, inexplicablemente casi para ellas mismas, e incomprensibles para los demás.

Su vida no estaba rota o quebrada, como la de otras seducidas. Estaba íntimamente doblegada; perdida para los demás, se buscó en vano en sí misma.

En el mismo sentido en que se podría decir del seductor Juan que su camino por la vida era imposible de rastrear (puesto que sus pasos eran tan regulares o normales, e  imagino el control infinito de sus huellas o pisadas), en el mismo sentido ninguna víctima cayó por él.

Juan vivió demasiado espiritualmente para ser un seductor en el sentido ordinario. Ocasionalmente, sin embargo, asumía un cuerpo parastático, es decir, una adaptación mimética o inmóvil y entonces era solo sensualidad.

Su historia con Cordelia es tan complicada que le fue posible aparentar ser él, el seducido. De hecho, incluso la infeliz Cordelia a veces puede quedar perpleja al respecto, y aquí también las huellas del seductor son  tan vagas que es imposible hallar pruebas de su culpabilidad.

Los individuos eran meros incentivos para Juan, los tiraba al igual que los árboles sacuden sus hojas – Juan se rejuveneció, las hojas se marchitaron.

Pero, ¿cómo se ve en su propia cabeza? Creo que tal como Juan ha desviado a otros, Juan terminará del mismo modo corriendo salvajemente sobre lo mismo.

Juan ha descarriado a los otros, no exteriormente, sino interiormente.

Hay algo repugnante cuando una persona conduce por caminos equivocados a un vagamundo extraviado que no conoce el camino, y  lo deja solo en su engaño, y ¿qué es esto comparado con llevar a una persona a extraviarse y  a correr de modo salvaje sobre sí misma?

El vagamundo descarriado, sin embargo, tiene el consuelo de que el paisaje está en constante cambio a su alrededor. Con cada cambio nace una esperanza de encontrar una salida; pero el que se desenfrena en sí mismo no tiene un territorio tan grande para moverse; pronto se da cuenta de que es un circuito o laberinto del que no puede salir. Así es como creo que le pasará a Juan, incluso en una escala aún más terrible.

No puedo pensar en nada más doloroso que una cabeza intrigante que pierde el hilo. Toda su agudeza se vuelve contra sí mismo, pues la conciencia despierta y trata de salir de esa guarida salvaje. En vano cree él tener muchas salidas en su trinchera, en el momento en que su alma ansiosa ya cree que ve caer la luz del día adentro, resulta ser una nueva entrada, por lo que busca asustado, perseguido por la desesperación siempre busca una salida y siempre encuentra una entrada por la que vuelve a sí mismo.

Juan no siempre es lo que se podría llamar un criminal. Juan mismo a menudo se siente decepcionado por sus intrigas, y sin embargo, le sobreviene un castigo más terrible que el del criminal; pues ¿qué es el dolor del remordimiento en comparación con esta locura lúcida? Juan experimenta consciente su locura o alucinación, como un caso de esquizofrenia o trastorno bipolar.

Su castigo tiene un carácter puramente estético; por eso mismo, la conciencia despierta, es una expresión demasiado ética sobre él;

La conciencia se le presenta simplemente como una lucidez superior. Se manifiesta como una inquietud que ni siquiera lo acusa en un sentido más profundo, sino que lo retiene despierto, sin descanso debajo de él en su inquietud estéril. Juan tampoco está loco; pues al final su multiplicidad de pensamientos no se petrifican en la eternidad de la locura.

Pobre Cordelia, a ella también le resultará difícil encontrar la paz. Cordelia lo perdona desde el fondo de su corazón. Pero no encuentra descanso, porque entonces le surgen las dudas: fue ella quien canceló el compromiso, fue ella quien fue la causa del accidente, fue su orgullo lo que atrajo lo inusual. Luego se arrepiente, pero ella no encuentra descanso; porque entonces los pensamientos acusadores la absolvieron: fue Juan quien, con su astucia, inoculó este plan en su alma.

Entonces Cordelia odia, su corazón se siente aliviado con las maldiciones, pero no encuentra descanso; Cordelia se reprocha otra vez, se reprocha a sí misma, porque lo ha odiado, porque ella misma es pecadora. Reproches porque, por muy sutil que él haya sido, ella siempre tiene la culpa.

Es difícil para Cordelia, que ha sido engañada aún más gravemente, y uno casi podría estar tentado a decir, es la reflexión que Juan ha despertado en ella, su desarrollo lo suficientemente estético como para no escuchar más humildemente a una sola voz, sino poder escuchar muchos discursos a la vez.

Entonces el recuerdo despierta en su alma. Cordedlia olvida la culpa, recuerda los bellos momentos, se aturde en una exaltación antinatural. En esos momentos, Cordelia no solo lo recuerda, sino que lo percibe con una clarividencia que solo muestra dónde  ella ha quedado plasmada. Cordelia no ve en Juan al criminal, pero tampoco ve a la persona noble. Cordelia lo siente a él como algo meramente estético.

Una vez Cordelia me escribió una epístola en la que comenta sobre Juan.

“A veces estaba tan espiritual que me sentía aniquilada como mujer. Otras veces tan salvaje y apasionado, tan seductor, que casi temblé por él. A veces yo era como un extraña para él. A veces se entregaba por completo; cuando pasaba mi brazo alrededor de él, a veces de repente todo cambiaba, y yo abrazaba una nube. Conocía esta expresión antes de conocerlo a él, pero él me ha enseñado a entenderla; cuando la uso siempre pienso en él, como pienso en cada uno de mis pensamientos sólo en él. Siempre me encantó la música, él era un instrumento sin par, siempre en movimiento. Tenía un alcance lo que ningún Instrumento tiene, era un Epítome de todos los sentimientos y estados de ánimo, ningún pensamiento era demasiado alto para él, nadie demasiado desesperado, podía correr como una tormenta de otoño, podía susurrar inaudiblemente. Ni una palabra mía quedó sin efecto. Y sin embargo no puedo decir que mi palabra no faltó a su efecto; para lo que serviría, me era imposible saberlo. Con un indescriptible, pero secreta, dichosa, innombrable ansiedad, escuché esta música que yo mismo evoqué. Y sin embargo, no había evocado, siempre hubo armonía, siempre me arrastró».

Terrible es para Cordelia. Más terrible será para Juan. Puedo concluir que yo mismo apenas puedo controlar el miedo que se apodera de mí cada vez que pienso en ese asunto. Yo también estoy atrapado en ese reino brumoso, en el mundo de los sueños, donde tienes miedo de tu propia sombra en todo momento. Busco en vano muchas veces despegarme de allí, sigo como una figura amenazadora, como un acusador mudo.

¡Qué extraño!

Juan ha difundido el secreto más profundo sobre todos. Sin embargo, hay uno aún más profundo, y es que yo soy un iniciado en él, y yo mismo me enteré de manera ilegal. Ah, olvídalo todo.  Juan no tendrá éxito. A veces he pensado en hablar con Juan al respecto. Pero de qué serviría, Juan  lo negaría todo, afirmaría que el diario era un intento poético, o me impondría el silencio, Algo que no puedo negarle, en consideración a la forma en que me he dado cuenta. No hay nada, sin embargo, sobre el cual descansa tanta seducción y tanta maldición como un secreto.

De Cordelia he recibido una colección de epístolas. Si son todas, no lo sé, pero me pareció que una vez hizo saber que ella misma había borrado algunas. He tomado una copia de ellas y ahora quiero en mi transcripción entrelazarlas. Bueno, les faltaban fechas, pero aunque las tuvieran, no serían de mucha ayuda, ya que el diario en su progreso posterior las cartas se vuelven más y más escasas. De hecho finalmente en sola una sola excepción, renuncia a todas las fechas, como si la historia en su marcha se volviera tan cualitativamente significativa, en la medida en que la realidad histórica, se aproximaba a ser una idea, que por ello las regulaciones de tiempo se volvieron irrelevantes.

Lo que me ha ayudado, en cambio, es que en varios lugares el diario contiene algunas palabras, cuyo significado no entendí al principio. Al compararlas con las cartas, sin embargo, me he dado cuenta que son los motivos o porqués de éstas. Por lo tanto, me resultará fácil intervenir en el lugar correcto, ya que siempre introduzco la carta en el lugar donde se encuentra el motivo de la misma.

Si no hubiera encontrado estas pistas principales, habría sido culpable de un malentendido; porque estaba bien no se me ocurrió, lo que ahora sale del diario, la probabilidad de que en determinados momentos las cartas se sucedían con tanta frecuencia que parece haber recibido varias en un día. ¿Debería haber seguido mí propio pensamiento? Entonces probablemente los habría distribuido de manera más equitativa y no habría adivinado el efecto que ha logrado la energía apasionada con la que Juan ha utilizado esto con todos los medios para mantener a Cordelia en el pináculo de la pasión.

Antes de la divulgación completa de su relación con Cordelia, en el diario  Juan intercalaba pequeñas ideas ocasionales. Dondequiera que se encontraba uno, había una nota en el margen. Estas descripciones se mantienen en relación con la historia de Cordelia, pero dándome una idea vívida del significado de una expresión que él usaba a menudo, aunque antes yo la entendía de otra manera: uno siempre debe tomar en cuenta una pequeña cadena exterior. Si hubiera caído en mis manos un volumen anterior de este diario, probablemente habiendo dado con varios de estos, lo que Juan mismo llama en algún lugar del margen: Actiones in distans, es decir los efectos o acciones que influyen desde la distancia; porque Juan estaba tan ocupado con Cordelia que no tenía tiempo de mirar a su alrededor.

Poco después de abandonar a Cordelia, Juan recibió de ella un par de cartas, que Juan reenvió sin abrir. Entre las cartas que me dejó Cordelia también estaban estas. Ella misma había roto el sello, y me atreví a tomar una copia de ellas. Cordelia nunca me mencionó su contenido, al contrario, cuando mencionó su relación con Juan, solía recitar un verso, creo  que de Goethe, y, según su estado de ánimo y la consiguiente diferencia de dicción parecía significar algo diferente:

Vamos,

Desdeña la fidelidad,

El arrepentimiento viene después.

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