12 - noviembre - 2024

Roberto Arlt, escritor argentino: «Los profesionales de la literatura de Chile extienden una cortina de humo sobre las llagas sociales del país»

Roberto Arlt (1900-1942). Revista Nueva Gaceta, 1 de mayo 1941

Acabo de leer el libro del señor Benjamín Subercaseaux titulado Chile o una loca geografía. Tenía curiosidad de conocer qué visión tenía de su despedazado país, un hombre a quienes otros escritores de su misma edad consideran como una de las figuras más representativas de la literatura chilena.

El libro pretende encarar la geografía meramente física desde un nuevo ángulo y en su prólogo se anticipa que el autor no tocará en lo más mínimo las cuestiones sociales. Uno acepta a regañadientes esta omisión y comienza a leer un libro que es lo suficientemente superficial para merecer el elogio de sus contemporáneos e incluso aspirar a un premio municipal. El libro, es necesario precisarlo, refleja la modalidad social de su autor. La frivolidad alcanza en sus páginas proporciones increíbles. Hay momentos en que el lector que conoce Chile se queda dudando si el libro que lee versa sobre Chile o sobre un país imaginario, porque, esa franja de conventillos espantosos, de pueblos semidestruidos, de ciudades coloniales aplastadas por una miseria cruel, que escalonan de Norte a Sur al país de Chile, no aparece por ninguna parte.

El Chile del señor Subercaseaux es un Chile de ballet o de geografía para señoritas tontas.

No me hubiera ocupado en manera alguna de este libro, si de pronto, allá por la página 209, no hubiera tropezado con una monstruosa calumnia que el autor le levanta a las madres campesinas y proletarias de Chile.  He aquí lo que dice este señor bien nutrido de la tremenda mortalidad infantil chilena que bate un récord universal:

“Aquí los niños perecen casi intencionadamente. Estoy en condiciones de afirmar que la terrible cifra de mortalidad que acosa a Chile se debe en gran parte a LA AUSENCIA DE INSTINTO MATERNAL Y EN PROPORCIONES MUCHO MENORES A LA MISERIA Y A LA PRETENDIDA POBREZA FISIOLÓGICA DE NUESTRA RAZA”.

En otros términos:

La responsable de la tremenda mortalidad infantil no es la oligarquía vasco-catalana de Chile que deja perecer intencionadamente a su campesinado de hambre, sustrayéndole al año 4 mil millones de pesos de jornales sobre la suma de jornales que debía pagarle (declaración del conservador Blanquier al conservador Figueroa Larraín), sino las madres campesinas y proletarias que, según este señor, están poco menos que detrás de sus hijos, empujándolos hacia la muerte. O hacia la enfermedad que ocasiona la muerte. Si aún lo dudamos, el autor lo ratifica más adelante. Lo que equivale a guiarnos por esta afirmación, que por lo menos el 50% de las madres pobres son culpables de haber provocado intencionadamente la muerte de sus hijos, o, más claro, que Chile es el único país del mundo donde las madres pueden semiasesinar a sus hijos o crear culpablemente las determinantes filicidas sin que el Estado intervenga en manera alguna para evitar estos asesinatos virtuales.

Evidentemente uno lee y relee muchas veces esas líneas, antes de aceptar que un hombre en sus cabales pueda atreverse a escribir semejante monstruosidad.

¡Y que pueda, además, escribirla con toda impunidad!

A continuación el autor afirma que está en condiciones de probar semejante aserto; pero sigue de largo sin probar absolutamente nada, y hasta, probablemente, sin acordarse de lo que escribió. Yo creo que en Santiago de Chile, en vez de propiciar la candidatura del señor Subercaseaux para un premio  municipal,  cuyo  importe  saldrá́ del bolsillo del pueblo que este señor injuria, debía obligársele a presentar las pruebas fehacientes de sus afirmaciones y obligarlo a rectificarse, porque no es posible que el extranjero de buena fe lea gravemente este libro y gravemente crea que en Chile las “madres dejan perecer a sus hijos casi intencionadamente”. Esto es demasiado fuerte por materialista que uno sea.

Que yo sepa, la crítica chilena no se ha ocupado seriamente de las monstruosidades y estupideces que contiene Chile o una loca geografía. En general, los profesionales de la literatura y de la historia, en Chile, más que aclarar el tremendo problema del país, prefieren extender sobre sus llagas sociales una cortina de humo. Esta cortina de humo es hábilmente manejada por los políticos de los diarios conservadores que tratan de ocultar que las masas, desde hace más de un siglo, son sistemáticamente hambreadas, explotadas, masacradas y calumniadas. Al punto que el país ha rodado a tal grado de empobrecimiento que más del 60% de la población trabajadora va descalza y vestida de harapos. Dudo que se pueda superar la miseria asiática en que vive esta raza que fue fuerte, pero que está devastada por el alcoholismo y la descalcificación en unas tierras también descalcificadas y empobrecidas, con un ganado también diezmado y descalcificado, con unas selvas también diezmadas y empobrecidas, con unas riquezas naturales también raleadas por el nativo por el tremendo verdugo del capitalismo extranjero.

Tengo aquí a mano un estudio leído en la tercera sección del estudio de la Semana del Ingeniero por el señor Alfonso Olea Núñez. Trata de “La industria molinera y de su influencia sobre la alimentación nacional”. Después de describir la destrucción del molino familiar, que durante casi todo el siglo pasado entregó para el consumo una harina de gran valor alimenticio, que el país consumía especialmente para el alimento de la clase obrera, el señor Olea describe la sustitución por harinas de cilindro, las cuales, por el enorme consumo que de ellas hace el trabajador, son una de las causas de los más graves trastornos fisiológicos y económicos. Así, para dar un dato relacionado con la disminución de potencia del obrero, nos basta recordar que, durante mucho tiempo, un obrero salitrero o cargador de carros de trigo levantaba con facilidad un saco de 100 a 120 kilos y hoy, ya se sienten fatigados por el peso de 80 kilos y aun menos. Se ha ordenado el envase de 60 kilos para ciertos productos”.

Más adelante el ingeniero Olea Núñez anota en el país un déficit alimenticio de:

Carne  151.000 toneladas anuales

Leche  135.000       ”            ”

Pan     230.000       ”            ”

A su vez el doctor Salvador Allende, en sus estudios estadísticos “La realidad médico-social de Chile”, dice: “La mayoría de la población sufre hambre fisiológica”. Mientras que en Francia corresponden 320 litros de leche de consumo anual por habitante, el poblador de Chile consume 7 veces menos, es decir, 50 litros anuales. Piénsese que la leche es el alimento básico del niño. ¡Qué diremos de la carne (8 gramos de carne por día y habitante), qué diremos de la vivienda donde la densidad media es de 5,6, afirmando una publicación hecha por la Caja de la Habitación que existe una mortalidad infantil de 450 por 1.000 en el tugurio y de 250 por 1.000 en habitaciones higiénicas!

No cometeré la ingenuidad de creer que el señor Subercaseaux ignora estas espantosas cifras. En Chile las conoce todo el mundo, menos los extranjeros que van a Viña del Mar y regresan diciendo que los vinos de Chile son exquisitos. Y por cierto que lo son.

¿Qué responde el señor Subercaseaux al manifiesto de la Asociación de Arquitectos en el que se afirma que la tercera parte de la población de Santiago vive en viviendas extraordinariamente malsanas y que 1.500.000 chilenos, es decir la tercera parte de la población de Chile, carece de alojamiento mínimamente adecuado?

¿Qué responde el señor Subercaseaux a la tremenda realidad de las poblaciones que carecen de servicios de agua potable y que alcanza en Chile (con la consiguiente alza de mortalidad) el 90% en Aysén, hasta el 30% en las provincias de Santiago y Valparaíso, el cogollo del Chile central?

El señor Subercaseaux no puede ignorar que las causas de muerte en criaturas menores de un año son:

Neumonía y bronconeumonía        24,7%

Debilidad congénita y distrofias     21,5%

Diarreas y enteritis                          17,7%

El doctor Mardones dice a este respecto: “La primera causa de la altísima mortalidad infantil es la ración insuficiente de leche maternal que disponen nuestros niños y también la inadecuada alimentación artificial”.

¿Pero qué leche van a tener mujeres que están hambreadas desde que fueron engendradas por padres hambreados?

No quiero continuar amontonando cifras espantosas. Vuelvo a insistir: dudo que haya país en Sud América donde las masas hayan sido más cruelmente explotadas, hambreadas, masacradas y calumniadas que las masas proletarias chilenas. Albergando, cuando pueden, en un conventillo que nos recuerda las más salvajes descripciones gorkianas, semidesnudos, en compañía de sus mujeres semidesnudas, estos tremendos desdichados han tenido que soportar sobre sus espaldas una sociedad que engendra, ¡vean ustedes!, literatos como Benjamín Subercaseaux, banqueros como Edwards, financieros como Ross Santa Marina, políticos como Alessandri, es decir, los arquetipos más ferozmente enemigos del pueblo que pueda soñarse para castigo mismo.

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