MI “ONCE DE SEPTIEMBRE” , POR CRISTIÁN GUTIÉRREZ
ËPOCA ESTUDIANTIL, compromisos académicos de estudiantes, compromisos políticos, relaciones sociales diversas, un horizonte donde estábamos comprometidos en construir una sociedad mejor.
Tipo 8:30 horas, ya camino a la escuela, recorría desde los barrios de
San Miguel hasta llegar a la calle Catedral, de ahí, otro microbús con destino a Matucana, atravesar la Quinta Normal y llegar a nuestra sede de la escuela de Medicina-Veterinaria de la Universidad de Chile.
Viajando hacia la escuela, encontrándome con algunos compañeros que nos dirigíamos a clase, escuchamos, en el viaje desde Catedral a Matucana, que la Marina se había alzado en Valparaíso y que el golpe de estado estaba en marcha.
Llegamos a la escuela y en su interior se sentía incertidumbre, luego, nerviosismo y miedo.
De pronto, un profesor nos convoca a una reunión en una de las salas y señala que el golpe ya estaría consumado y, por lo tanto, proponía juntarnos en el interior de la Universidad Técnica del Estado, allí se podía ir a pie, recorriendo por el interior de la Quinta. Otro compañero, dirigente, nos informa y ordena que deberíamos dirigirnos a un departamento, departamento asignado, muy cerca de La Moneda, a fin de ir dando los pasos en lo que se nos vendría como resistencia.
Allá llegamos varios, no solo de nuestra escuela de veterinaria. Procedimos, sin tomar en cuenta mayores resguardos, a quemar documentos, revistas y otros. Observamos cómo aviones de la FACH procedían a destruir la fachada de La Moneda en un acto que definimos como cobarde. Nos repartimos funciones y una de ellas era contar con vigilancia en el balcón del departamento.
Luego de un tiempo, llega un camión con militares y cercan el edificio, damos cuenta y en menos de 10 minutos, nuestro departamento era allanado. Nos hacen salir al pasillo externo, el capitán a cargo da órdenes de registro mientras tanto él procedía a interrogarnos. Bulto y caja riesgosa, era la preocupación.
No obstante, desde enfrente del edificio se dispara hacia el nuestro y el capitán da órdenes de interrumpir el registro, repeler el ataque, da órdenes que entremos y nos advierte que próxima denuncia nos llevaría al estadio Nacional. Un extraño respiro, decisión rápida de deshacerse de la caja, así se hizo.
Día jueves, se levanta parcialmente el toque de queda y procedimos a evacuar el departamento, dos primeros, dos después y así hasta que nadie quedó. Caminamos con mi compañero y amigo, recorrido varias cuadras nos separamos, un apretón de mano y «suerte» y estaremos conectados.
Se informa que algunas sedes de la U abrirán sus puertas: La nuestra estaba a cargo de Policía de Investigaciones, algunos/as deciden no presentarse por temor a ser detenidos, otros y otras asumimos el riesgo. «Nombre» -me dijo el guardia, luego me responde que no salía en la lista y que podía entrar, otros, similar, otros suspendidos, otros expulsados y varios, no sabíamos de ellos. Tiempo después
conocíamos que un compañero de curso era uno de los tantos detenidos desaparecidos, otra compañera fue apresada y llevada a uno de los cuarteles de tortura “Venda Sexi” y así, íbamos conociendo el paradero de nuestros y nuestras compañeras.
A partir de ahí, continuar los estudios con mucho tino, resguardo y mesura. Los que seguimos activos, sabíamos los cuidados que deberíamos tomar, por ende, esa tensión la arrastramos no solo durante el termino de la carrera, también en nuestras actividades profesionales hasta el inicio de la post dictadura civil militar.
La solidaridad se afianzó mucho, el compromiso, la lealtad y el apoyo.
Y fuimos padres, tratando de no traspasar nuestras inquietudes a nuestra hija, por mi lado, mantener el anonimato de nuestras tareas de resistencia y cumplir con los deberes laborales y familiares.
Qué podemos transmitir, inculcar la coherencia entre lo que decimos y actuamos, la consecuencia de nuestros actos, la franqueza, los valores humanos, el buen hacer, la responsabilidad con los nuestros y nuestras, la solidaridad y la entrega.