“En agosto nos vemos” es una pequeña obra emocional, sensual, sexual y existencial, de sólo 120 páginas.
Ana Magdalena Bach, 47 años, 27 años de feliz matrimonio, 2 hijos, va a una isla en el Caribe a visitar la tumba de su madre, cada 16 de Agosto, con un ramo de gladiolos.
En el hotel bebe unos tragos. Un hombre se acerca y la acompaña. En un momento de la noche, digamos 11 de la noche, la orquesta sólo espera que ellos se fueran para cerrar.
Entonces ella le pregunta a él:
―¿Subimos?
Así se despierta el deseo.
Como en una serie de Netflix, ese es el primer capítulo de seis. Cada agosto que viaja a la isla se despierta en ella el deseo carnal y surgen amores furtivos y fugaces. Quizá un acto de valentía de una mujer que, a través de la transgresión, se ve a sí misma de un nuevo modo.
Sí, tiene una estructura muy de guion. Muy del cine del español Pedro Almodóvar. Todo sobre mi madre. No es extraño. García Márquez creó una escuela de cine en Cuba, la Escuela Internacional de Cine y TV. No es extraño entonces que su narrativa fuese influida por la narrativa del cine.
La protagonista Ana Magdalena Bach no tiene sentimientos de culpa. Era feliz en su matrimonio. No es Madame Bovary, ni Ana Karenina.
Pronto nos enteramos que Ana Magdalena Bach está en proceso de descubrirse a sí misma.
La historia no es del realismo mágico tradicional, pero es elegante, encantadora y maravilla.
García Márquez le pide prestado el nombre de la mujer a Ana Magdalena Bach, la segunda esposa de Juan Sebastián Bach, de refinados gustos musicales. Es una cita cultural y un homenaje.
En esta historia me asalta una duda, un detalle quizá como ripio. La señora Ana Magdalena Bach es una mujer lectora. Fue estudiante de Letras. Y su playlist o la lista de los libros que lee son: El lazarillo de Tormes, El viejo y el mar, El extranjero, Drácula, Antología de la literatura fantástica. Esas referencias de sus lecturas no creo que serían de una mujer moderna y libre de hoy. No creo que sean los libros que leería hoy, una mujer con aires feministas. Se parecen más bien a las lecturas preferidas del autor, Gabriel García Márquez.
El libro contiene un prólogo de los hijos de García Márquez, Rodrigo y Gonzalo.
También contiene unos facsimiles de correcciones de García Marquez.
Y una nota final del editor del libro, Cristobal Pera.
Sobre la abundante sociología literaria: «En agosto nos vemos» no es «La Increíble y Triste Historia de la Cándida Eréndira y su Abuela Desalmada». No es «La Hojarasca» o «El coronel no tiene quien le escriba». Pero es mucho mejor que cientos de boludeces que se publican y que la crítica ignora o se hace la estúpida.
Otra cosa, otra cosa es el debate enardecido, a veces furibundo, ni muy inteligente ni muy perspicaz, que ha surgido en Colombia y el mundo sobre la legitimidad de publicar una obra que el autor desechó en vida y el debate sobre el arte inconcluso. Personalmente, creo que, evidentemente, leer «En agosto nos vemos» da una perspectiva más amplia de García Márquez y su obra.
Reflexionar, por ejemplo, sobre la relación entre el artista y su obra y la responsabilidad del lector. (Pues el lector está implicado, no es sólo una víctima). Y ese lector -que no es víctima ni nada- quiere leer esto pues entrega pistas de un genio y abre de nuevo el debate. Y que aparezcan nuevos lectores jóvenes.