Dame cualquier cosa menos la misma soledad,
esa fosa abisal donde se ahoga el alma,
más amarga que la sed en el Sahara,
y que hiende el ojo abierto con afilada navaja.
Toma mi sangre y mis manos,
las llaves de la prisión de mis anhelos,
tómalas, tómalas sin dudar,
enciérrame en lo que a todos pertenece,
en lo que todos compartimos sin recelo.
Aquí te entrego mi fe y mi soledad,
áspera como el graznido del cormorán,
suavízala con la calma lunar,
ahoga su canto con tu dulce olvido.
Dame cualquier cosa menos la misma soledad,
lo sé, lo sé, lo que anhelo es quimera,
el amor que acaricio solo roza
la paz serena y la seguridad de la ribera.
Que se hunda la ribera en el mar,
que se aplasten los labios que besan,
cualquier cosa: sangre en las manos,
el graznido del cormorán
y la navaja hiriendo el ojo abierto.
Cualquier cosa menos la misma soledad.
Del libro Fiskefärd, 1949.
Trad. Pérez-Santiago