El cambio climático es actualmente el mayor desafío para la conservación del océano Austral.. Es altamente probable que para algunas colonias de pingüinos barbijo, emperador o lobo fino antártico, cualquier medida de conservación que se implemente, puede que ya sea muy tardía.
Por : Francisco Santa Cruz Representante nacional ante el Comité Científico de la CCRVMA Instituto Antártico Chileno (INACH)
El vasto océano Austral que rodea a la Antártica ha sido testigo de grandes hitos que resaltan la capacidad y voluntad de la humanidad para adoptar acuerdos internacionales de protección y conservación de los ecosistemas marinos.
En el pasado, intensas pesquerías prácticamente agotaron las poblaciones de focas y cetáceos. Sin embargo, acuerdos como la Convención para la Conservación de Focas (1978) o la Regulación de la Captura de Ballenas por parte de la Comisión Ballenera Internacional (1987) y el establecimiento del Santuario de Ballenas del Océano Austral (1994) permitieron controlar dichas actividades extractivas y preservar estos animales.
Fue entonces que las pesquerías reorientaron su interés hacia otros recursos, centrando su actividad en diversas especies de peces antárticos que también estuvieron al borde del colapso. Nuevamente, acuerdos internacionales de protección como la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA, 1982) permitieron regular estas actividades a través de principios de conservación y uso racional, y la aplicación del enfoque precautorio y ecosistémico en la implementación de medidas de manejo pesquero.
Estos acuerdos internacionales son la manifestación y concreción exitosa de los principios de paz, ciencia y colaboración que definen al Tratado Antártico y por décadas han permitido proteger los ecosistemas marinos antárticos.
Sin embargo, la intensificación de los cambios ambientales asociados a la crisis climática global, junto con otras presiones adicionales como la pesca industrial y nuevos virus que llegan al continente, están empujando a estas poblaciones al colapso.
El cambio climático es actualmente el mayor desafío para la conservación del océano Austral. La mayoría de las especies que habitan en él están fuertemente adaptadas a este ambiente y han sincronizado sus ciclos de vida a una alta productividad marina dependiente de la dinámica estacional del hielo marino. Algunas especies de pingüinos (por ejemplo, el pingüino barbijo) o el lobo fino antártico han sido las primeras víctimas de esta crisis ambiental, experimentando disminuciones poblacionales en torno al 60 % y 86 %, respectivamente, en un proceso que ocurre a una velocidad inesperada. Dentro de las causas más probables de este colapso, destacan cambios en la disponibilidad de su principal alimento, el kril, especie que ha cambiado su patrón de distribución producto de los cambios ambientales y la reducción de la cobertura de hielo marino.
El pingüino emperador es quizás uno de los casos emblemáticos más lamentables, donde año tras año se evidencia cómo el derretimiento de las plataformas de hielo afectan su capacidad reproductiva. Una importante cantidad de colonias en el mar de Bellingshausen han sufrido la pérdida total de polluelos producto del deshielo anticipado. Se proyecta una cuasi extinción de esta especie para el año 2100.
Es altamente probable que para algunas colonias de pingüinos barbijo, emperador o lobo fino antártico, cualquier medida de conservación que se implemente, puede que ya sea muy tardía.
La península Antártica occidental e islas Orcadas del Sur, donde se están registrando estos colapsos poblacionales, son la región del océano Austral más compleja en términos de conservación. Aquí se encuentran las mayores abundancias de kril, por tanto, las mayores abundancias de depredadores, junto con la mayor concentración de buques de pesca de kril. A su vez, es la zona del océano Austral con los cambios ambientales más rápidos y profundos, con repercusiones a nivel ecosistémico aún desconocidas.
Se ha considerado que las capturas de kril, con un buque chileno participando con un porcentaje relativamente menor en comparación a otros países, son reducidas en relación a la abundancia de kril.
Sin embargo, el elevado nivel de concentración de esta actividad y su solapamiento con áreas de importancia ecológica, han despertado una creciente preocupación dentro de la CCRVMA. A pesar de esto, existen intenciones de quintuplicar las capturas en el corto plazo.
Esto hace imprescindible asumir mayores responsabilidades y compromisos para asegurar la conservación y uso sustentable de esta región del planeta.
Conscientes de esta necesidad, Chile y Argentina han propuesto un Área Marina Protegida (AMP) a lo largo de la península Antártica. La propuesta ha considerado desde el inicio sectores destinados a la protección de estas especies, pero también sectores para el desarrollo de la pesquería de kril y el uso racional de este recurso.
Esta propuesta ha alcanzado un amplísimo consenso en el Sistema del Tratado Antártico; sin embargo, la oposición de China y Rusia han impedido su concreción, por lo que se han redoblado los esfuerzos diplomáticos para hacer realidad este esfuerzo de conservación de la vida polar.
La propuesta de AMP de Chile ha permitido desarrollar un programa de monitoreo, donde destaca el seguimiento del proceso de alimentación y reproducción del pingüino barbijo, junto a la prospección acústica de kril en inmediaciones de las colonias. Este trabajo centrado en punta Armonía (isla Nelson, islas Shetland del Sur), ha permitido generar las primeras evidencias del mecanismo que explicaría cómo el cambio climático impacta negativamente la reducción de hielo marino y otros parámetros ambientales, alterando la disponibilidad de kril y consecuentemente afectando el éxito reproductivo de estos animales.
Para este año, la CCRVMA acordó avanzar en un proceso que haga compatible la pesquería de kril y los objetivos de la AMP, generando una nueva oportunidad para avanzar en la protección del océano Austral.
