17 - septiembre - 2024

Las ballenas en la Patagonia: Desde Aisén Peter Hartmann nos habla de la deuda de Chile, del Capitan Watson y las redes de la industria acuícola

  • La deuda de nuestro país a la Comisión Ballenera, un olvido inexplicable, ha causado que entre el ministerio de Relaciones Exteriores y la Subsecretaria de Pesca y Acuicultura se estén responsabilizando mutuamente y justificándose en que no cuentan con fondos.
  • La cuestión es que si no se paga esa deuda, Chile se queda sin votar en la próxima Asamblea en Lima, el 22 y 23 de este mes. Aparte, que es una vergüenza como país donde viven tantas ballenas, que nos desentendamos de ellas.

Peter Hartmann, Coordinador Coalición Ciudadana por Aisén Reserva de Vida
septiembre de 2024


En estos últimos días hubo varias noticias balleneras. Por una parte, esta la denuncia de que el Estado de Chile adeuda dos años de su cuota a la Comisión Ballenera Internacional, órgano mundial de conservación y gestión de ballenas, por otra, el rescate de una cría de ballena Franca Austral (especie en peligro crítico, de la cual se estima quedan solo cincuenta ejemplares) desde redes acuícolas cerca de Quellón. Y está también la campaña para liberar al capitán ambientalista, Paul Watson, defensor de los derechos de los animales, entre estos las ballenas.

La verdad es que, si bien las ballenas han aumentado desde que la Comisión Ballenera Internacional, CBI, acordó una moratoria global que prohíbe su caza, del Santuario de Ballenas del Océano Austral del cual somos parte, y que en el 2014 la Corte Internacional de Justicia sentenció las matanzas de esta especie en peligro de extinción como ilegales, las amenazas a estos mamíferos mas grandes del planeta, han cambiado, en un mar que ahora les depara otros peligros. Así es como en los últimos años son recurrentes las noticias (cuando estas logran ser conocidas) de ballenas chocadas por buques, cuyo tráfico es cada vez mayor, o enmalladas y enredadas en cables de centros acuícolas, y que aparecen varadas hasta en la Laguna San Rafael, sin que exista mayor investigación respecto a sus causas. Así, tenemos el triste récord del «cementerio de ballenas» en el sector del Golfo de Penas, donde la presunción y única respuesta que hemos visto, es que buena parte de esos cetáceos murieron a causa de dinoflagelados tóxicos. Y por mas ilegal que sea su caza, hay países, donde destaca Japón y Noruega, que se retiraron de la CBI y dicen que se dedican a la «caza científica». En eso llevan asesinando y comercializando más de 13.000 ballenas entre 1986 y 2013.

La deuda de nuestro país a la Comisión Ballenera, un olvido inexplicable, ha causado que entre el ministerio de Relaciones Exteriores y la Subsecretaria de Pesca y Acuicultura se estén responsabilizando mutuamente y justificándose en que no cuentan con fondos. La cuestión es que si no se paga esa deuda, Chile se queda sin votar en la próxima Asamblea en Lima, el 22 y 23 de este mes. Aparte, que es una vergüenza como país donde viven tantas ballenas, que nos desentendamos de ellas.

Tal vez el actual principal activista defensor de las ballenas sea el capitán canadiense Paul Watson, cofundador de Greenpeace y fundador de Sea Shepherd, quien con su tripulación han salvado más de cinco mil ballenas. Cuando se dirigían a interceptar un nuevo buque factoría japones, el Kangei Maru, que se dirige a la caza de ballenas de aleta al Pacífico Norte, Watson de 73 años, fue detenido en Groenlandia a causa de una orden oculta de Interpol, eso por denuncias judiciales japonesas.  O sea, los transgresores de acuerdos y sentencias de la Justicia Internacional acusan a sus detractores de agresión y daños, lo cual se ha desmentido. Así, Watson actualmente se encuentra preso en manos de la justicia de Dinamarca, mientras Japón pide su extradición para aplicar su «justicia de rehén» que es descrita como medieval e impide un proceso y juicio justo.

La verdad es que los métodos de Sea Shepherd, cuyo lema es: «si los océanos mueren, nosotros morimos»! son descritos como agresivos (interponerse entre balleneros y sus víctimas y lanzar bombas fétidas a éstos) y que la línea entre la violencia y el pacifismo es tenue, en lo que Watson responde «yo no la cruzo, nunca he dañado a nadie». Así este caso en algo se parece a aquel de J. Assange, donde países poderosos intentan imponer su parecer por más torcido que sea, y darles una lección ejemplarizadora a activistas que luchan por causas justas, de forma tal vez poco ortodoxa, arriesgando su vida y exponiéndose a la (in)justicia de esas naciones. Ahora, si se encuentra agresivo esos métodos ¿qué se podría hacer cuando está claro que Japón trasgrede acuerdos y justicia internacional sin que exista forma, ni país que haga algo por pararlos? Y eso en mares internacionales, incluso a pesar de ser declarados santuario. ¡Es probable que este tema se trate en la próxima Asamblea de la Comisión Ballenera Internacional y nos sumamos a la campaña por la liberación del capitán Watson!

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