18 - octubre - 2024

Bello y original estilo musical en la novela de Javier del Cerro, La Aldea de los Pensamientos. Perro Verde Ediciones de Uruguay.

Por Pérez-Santiago.

MUSICALIDAD

Si hay algo que me agrada de La aldea de los pensamientos de Javier del Cerro es su prosa musical y la melodía de las palabras. Posee una cualidad sonora y rítmica, como si las palabras, al ser leídas, crearan una melodía que acompaña al significado del texto. Ritmo y cadencia con el uso del punto aparte, las aliteraciones, asonancias y otras figuras literarias, crean un efecto sonoro que enriquece la lectura y que contribuye a la armonía del texto. La sensorialidad crea imágenes mentales que refuerzan la experiencia musical de la lectura, embellece el texto, aumenta el impacto emocional y crea una experiencia inmersiva, vívida.

Cada punto aparte y cada coma es puesta con precisión; no da lo mismo respirar antes, después o en medio de una frase que se encabalga con la anterior. El silencio es recogimiento y es parte de su música.

UNA ALDEA PENSANTE

Catorce capítulos cortos.

Bruno es un colorín que vive en un pueblo de mil personas en las dunas del Atlántico. En el verano el pueblo llega a veinte mil. Bruno mira por la ventana. Los lunes va con su padre Juan, su padre viudo, a buscar sus remedios al hospital y luego vuelve a sentarse en la ventana. Son vecinos de una gringa, Brillita, y sus veinte gatos, perros, tortugas y lagartos. Y su caballo llamado Abuelo.

En la esquina vive una anciana grande.

Es un pueblo sin cementerio, donde la gente muere de vieja.

Hay algo hermoso también y es que en este pueblo todos son pensantes.

Piensan los perros, los loros, los lobos marinos.

Piensan los grillos, las ranas y las cigarras.

“Los gatos piensan que los perros están locos y los caballos piensan que los gatos y los perros no piensan.”

Otro gran personaje es el viento que levanta los pensamientos y los lleva a volar.

Desde las parábolas y fábulas hasta los actuales memes, los animales han servido como herramientas narrativas.

El animismo o la metáfora de pensamiento democrático nos imagina un encuentro inquietante con una presencia popular, grande y extraña.

El animismo de Javier del Cerro es una herramienta literaria eficaz. Crea un mundo imaginario, explora la naturaleza, transmite mensajes profundos que conectan con el lector.

No solo los humanos piensan, también los muertos de la aldea salen a pasear.

“Salen los cuerpos a dar vueltas y se ven en las nubes o son pensamientos pequeños, sin complicaciones. Se bañan en el agua de los perros, comen lo que haya en el plato, viven volando y salen en forma de silbidos, graznidos y el viento los lleva de árbol en árbol.”

CREACIÓN DE UN NARRATIVO

La original novela de Javier del Cerro además gana en intensidad, pues se concentra en un lugar, en un espacio reducido, en una aldea. Sigue la tradición de los espacios literarios, quizá, al estilo de Macondo. La densidad la obtiene Javier del Cerro por dilatación, mediante prolija presentación de los componentes de la aldea donde todos piensan y el viento difunde sus pensamientos.

Perro Verde Ediciones de Uruguay.

Javier del Cerro (Coquimbo, Chile, 1970)

Estudió teatro en la Escuela Experimental de Arte (1985-1989) y filosofía en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Ha recibido entre otras distinciones: Beca para Jóvenes Escritores de la Biblioteca Nacional (2000), Premio Municipal de Literatura de Coquimbo (2002), Juegos Florales de Vicuña (2006), Beca de Creación Literaria, en Dramaturgia (2008) y Poesía (2016). Actualmente vive en el balneario de Costa Azul, La Paloma, Uruguay

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