ENTREVISTA POR PATRICIO MELILLANCA, PERIODISTA, RAHUE, LOS LAGOS.
Revista Off The Record, 1 de noviembre 2024
El Barrio Lastarria es histórico. Visitado por cineastas, escritores y artistas de la mejor factura. Por sus callecitas se atraviesa de la Alameda al Parque Forestal y al Museo de Bellas Artes, desde el Cerro Santa Lucia o Cerro Huelen hasta el río Mapocho y desde allí a Recoleta, al Mercado Municipal y el barrio la Chimba.
Pérez Santiago, escritor, traductor y viajero, posee una narrativa caracterizada por una exploración de la identidad, la memoria y la experiencia migratoria. Un viaje transcultural que entrelaza la literatura chilena y nórdica.
Con su pluma segura, sin siutiquerías y con gran conocimiento de la literatura chilena y universal, Pérez-Santiago publica su nueva novela “Barrio Lastarria”, en el que aparece la cotidianidad, la juventud y luego la mirada aguda y ya reposada frente a la muerte que fue protagonista en estas calles.
BARRIO LASTARRIA ESTÁ ESCRITA CON VITALIDAD ¿DE DÓNDE PROCEDE EL TEMA?
Dios me libre de ser chismoso. Pero la novela procede del amor, del amor joven, de alegre sonreír. Y procede del ineludible paso del tiempo, la alta velocidad de la vida, una verdad que punza, que pica como los mosquitos. Un día eres un pobre muchacho ansioso de amor y al otro día usas un lindo bastón. Fin. Se acabó. Todo se funde como un copo de nieve. Se terminó. Gracias por la atención.
El protagonista tiembla. No es un viejo indulgente. Es malas pulgas. Aunque ningún escritor, viejo o joven, puede ser indulgente con un tiempo histórico que decepciona. En las últimas décadas vendieron a Chile como un país de esplendoroso desarrollo. Pero, la modernización emocional no siguió el ritmo.
Y el protagonista ve con delirio como su barrio Lastarria se ha convertido en una especie de averno. La gentrificación destroza barrios para comprar barato y vender caro. Un nuevo despojo. El día menos pensado su barrio deja de existir. Fin de época.
¿POR QUÉ EL BARRIO LASTARRIA, UNO DE LOS MÁS ANTIGUOS DE SANTIAGO?
El dicho sostiene que la tetera no hierve si la estás mirando. El Barrio Lastarria es un imaginario fantástico entre un río, el Mapocho; un cerro, el Santa Lucia, el GAM y la Alameda. De tanto ir y venir, te das cuenta la vida que allí hay adentro. Y es una tetera que hierve: buble, buble, buble.
Dios me libre también de aburrir con aspectos técnicos. Pero concentrar la acción de la novela en un espacio reducido es una probada técnica literaria. William Faulkner inventó Yoknapatawpha, un condado ficticio en el Misisipi. El mexicano Juan Rulfo inventó su Comala, Gabriel García Márquez su Macondo y Juan Carlos Onetti su ciudad imaginaria de Santa María.
LLAMA LA ATENCIÓN LOS DIBUJITOS INTERCALADOS EN LA NOVELA
Cuando yo era niño, mi abuelo llegó un día con un cuaderno de caricaturas que hacían de sus compañeros de trabajo, narigones, ojos como huevos fritos. Me morí de risa. Empiezas a mirar las cosas de otro modo. Recuerdo que fue una época muy gráfica, cuando nacieron los afiches y corrían los comics populares, penetrantes como un bisturí. Eso, me daba risa, me rompía el coco. Y el género de la novela es omnívoro, come de todo. Invade, anexiona y coloniza territorios. No tiene miedo. No es pusilánime.
EN LA NOVELA “BARRIO LASTARRIA” LA MUERTE APARECE COMO UN PERSONAJE MUY PRESENTE. ¿POR QUÉ?
Tan latente estuvo la parca para mi generación de jóvenes chilenos que supimos temprano que la vida podía ser breve. Vi como sacaban a un vecino de su casa, para nunca más volver. Vi morir a jóvenes compañeros de la universidad. Todo es ridículo cuando piensas en la muerte.
¿ES UN AJUSTE DE CUENTAS CON LAS HUELLAS DEL PASADO, UNA RETROSPECCIÓN?
Todo lo que alguna vez vivió y obró, continúa vivo y obrando, a veces románticamente y a veces como símbolo. Es la tradición literaria llamada “La Escuela del Pervivencia”.
¿LO QUE PERVIVE EN TU NOVELA SON LOS TEMAS PERMANENTES DE CHILE?
Quizá perviven los puntos ciegos de mi historia. Mi pasado continúa ejerciendo una influencia en mi presente. Pero esta pervivencia no es estática, sino que se ve moldeada por las nuevas interpretaciones y contextos históricos. Mi pasado no es algo que se quedó atrás, sino que interactúa con mi presente. Se desplaza, quizá a veces en un mar de melancolía, y se dilata y contrae dándole un nuevo valor.