TOMMY GUN
Entro al café de media tarde con el diario bajo el brazo y me siento en la mesa de siempre. No alcanzo a acomodarme y lo veo sentado dos mesas más allá. Tommy Gun. O Tomás López, como quieran llamarle. El corazón me da un vuelco y comienza latir más rápido. Levanta la vista y sus ojos perdidos me encuentran. Me mira y sonríe. Es una sonrisa triste y cansada. Está más viejo. Han pasado los años desde aquella noche en hotel. ¿Diez? ¿Quince? ¿Cien? Es curioso que al mirarnos espejo día a día no somos conscientes del paso del tiempo, pero al enfrentarnos a la presencia trasnochada de un amigo el pasado, los años nos caen encima como una roca pesada y definitiva…
Nos conocimos el primer día de clases en ese liceo de hombres que tanto daño nos hizo. El Tomás era tímido y nervioso. Tartamudeaba un poco. Hicimos buenas migas porque a los dos nos gustaban los cómics y Batman era nuestro favorito. Intercambiábamos historietas y luego nos pasábamos los recreos comentándolas y así, entre hombres murciélagos y mujeres gato, nos fuimos haciendo amigos. Había un grupo de compañeros que se burlaba de nosotros, nos quitaban los cómics, los escupían. Una vez al Tomás le quitaron La broma asesina y se metieron con ella al baño. Se la devolvieron pegoteada con semen. Y así iba pasando la adolescencia. La peor etapa de vida. Salvo la vejez, claro, pero la vejez tiene que ver más con mas con la muerte que con la vida.
Poco a poco fuimos creciendo, nos salieron pelos en la Darbilla y en el pecho, comenzamos a hablar de mujeres. Mujeres imaginarias inposibles para nosotros. Una vez, de pendejo que era, le inventé que me había acostado con una de ellas en una fiesta. Recreé la escena con todos los detalles que mi imaginación adolescente me permitió. Entonces él confesó que era virgen. Sus ojos se pusieron llorosos, y me confesó que tenía un problema.
-Qué problema, lo apuré.
-Te-te-tengo dos pe-pe-penes, me dijo.
Me quedé unos segundos en silencio antes de volver la cabeza hacia él.
-S-s-sí, hueón, te-te-tengo dos penes, repitió.
Y comenzó a contar cómo a los cinco o seis años comenzó a crecerle otro pene, cómo pasó años aterrado por esa trompa que crecía y crecía hasta convertirse en un pene, uno igual que el otro. No le creí. Me cagué de la risa y eso pareció dolerle.
-E-e-es verdad, hu- hueón, dijo, tomó su mochila de mezclilla negra con un parche de Nirvana y se fue caminando bajo el sol.
De qué hablamos cuando hablamos de apocalipsis
Emilio Ramón, 2024
Los Perros Románticos, 2024
ISBN: 978-956-9594-82-3
Diseño de portada: Nicolás Brino
Ilustración portada: Axel Quezada
Fotografías interiores: Amarett Díaz Elizondo Ricardo Luna
Editorial Los Perros Románticos
Santiago de Chile