21 - enero - 2025

Eduardo Embry: “Barrio Lastarria de Omar Pérez Santiago es una reflexión conmovedora sobre la pérdida, el cambio y la lucha por recordar tiempos mejores”

Por Eduardo Embry, Feria del Libro de Viña del Mar

En la cuadragésima tercera versión de la Feria del Libro de Viña del Mar, contamos con casi seis presentaciones que destacaron a escritores de diversas áreas, incluyendo cuentistas, narradores, ensayistas y poetas.

Durante la última presentación, tuve el honor de presentar “Última chance de cambiar mi vida en Barrio Lastarria “, una poderosa novela de Omar Pérez Santiago, subtitulada “Estoy rabioso; en unas horas mataré a alguien en Lastarria”.

La trama nos lleva a explorar la vida en este barrio, donde los personajes construyen historias impregnadas de nostalgia por los años 70 y 73, una época vivida con intensidad y tranquilidad. A medida que la narrativa avanza, se hace evidente el deterioro del Barrio Lastarria, un lugar que ha cambiado drásticamente con el tiempo. La ciudad, antes vibrante, hoy se muestra alicaída, y los habitantes de Lastarria ya no son los mismos; sienten el peso de los años y el cambio.

Parafraseando una parte de la obra, se describe cómo “El barrio Lastarria se llenó de rucos, vagos, narcos y pandillas, con murallas deterioradas por grafiteros mugrientos”. Este barrio, que alguna vez fue un oasis de cultura y bohemia en Santiago, ha caído en un estado de peligro, oscuridad y suciedad, convirtiéndose en “tierra muerta, corrupción triste y un perdido centro buhonero por las noches”, un arrabal habitado por delincuentes.

“Última chance de cambiar mi vida en Barrio Lastarria “ es una reflexión conmovedora sobre la pérdida, el cambio y la lucha por recordar tiempos mejores.

Barrio Lastarria. Capítulo uno

Novela de Omar Pérez-Santiago

“Aquí estoy, no puedo hacer otra cosa, que Dios me ayude.”

Martín Lutero

En unas horas mataré a alguien en el barrio Lastarria.

Soy un viejo escritor que está rabioso.

Vivo en un tiempo histórico lamentable.

Lastarria fue el mejor barrio de Santiago.

Pero Lastarria se llenó de rukos, de vagos, de narcos y de pandillas.

Murallas ludidas por grafiteros mugrientos.

En la penumbra de una esquina tropecé con un perro garrapatoso, tan añoso como yo, viejo y moribundo.

¡Plaf!

Caí estrepitosamente al subsuelo, sucio y cochino.

¡Mierda!

Oí risas burlonas de estúpidos vestidos de negro que están sentados en sillas negras, tomando cerveza.

Ríen los estúpidos:

Ju, ju, ju.

Los estúpidos son lo peor del ser humano.

Gozan de la Schadenfreude, el placer de la desgracia ajena. Reírse cuando el otro se cae.

Me costó izarme con mis rodillas rotas que sangran.

Ningún estúpido me ayuda.

Si ya parece que soy un muerto invisible de setenta años.

Ríen a carcajadas.

La luz que alguna vez brilló en este barrio se ha apagado. Hay una decadencia que me enerva.

Juan Preciado en la novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo, va a Comala a buscar a su padre. Pero Comala ya es un pueblo de fantasmas.

Hoy Lastarria, otrora un oasis de cultura y bohemia, es por las noches el arrabal de los cogoteros.

Soy una triste amalgama de linfa y de sangre. Una pulsión destructiva me persigue. Estoy hecho de enojos y crispaciones.

Rabia.

Leí ayer una encuesta de un analista de medios que dice que la gente odia más a los quejosos, odia más a los resentidos, a los que lloriquean en las redes sociales.

Las personas irritadas son las más repudiadas en las redes sociales.

Seguramente, tú lector, creerás que pretendo divertirte, o provocar tu morbo ¿verdad? Te equivocas.

Entonces, tú lector, me odiarás.

Todos me odiarán.

¿Has leído Memorias del subsuelo del ruso Fiódor Dostoyevski?

Dostoyevski sufría por la muerte de su tísica esposa María. Entonces, el viudo escribió un monólogo de un personaje miserable frustrado, antihéroe, contradictorio y enfermizo. Un triste.

Ese soy yo: un triste de rodillas sangrantes.

Un apenado de rodillas rotas que relata una historia virulenta. Soy un viejo escritor que está harto de lo desagradable y menesteroso que está mi barrio, donde hoy imperan la crueldad y la indiferencia.

Esperaba vivir sereno mi senectud, sin demasiadas exigencias. Ser parte del selecto club de los que viven con poco: libros, música, ida al cine, paseos diarios en el parque. Pensamientos claros y sencillos.

“Bondad, bondad, bondad”, escribió la escritora Susan Sontag.

Su melena negra y su mechón blanco tan sensual.

Escribió una extraña guía para vivir con más bondad.

No quiero ofenderla.

Pero me parece tosca su guía sobre la bondad.

¿Quién puede ser bondadoso con todo lo abominable que sucede en mi barrio, mi barrio Lastarria?

Yo no.

Me encuentro en situación de aporía, sin bases sólidas donde apoyarme.

Hamlet de Shakespeare duda. Toda la obra duda, vacila: ¿Mataré o no mataré? Ser o no ser.

Tiene la duda cristiana, moralista, vacila si matar o no al asesino de su padre, Claudio, su actual padrastro.

Yo no soy Hamlet de Shakespeare del año 1600.

Yo soy Amleth, el antecedente medieval de Hamlet escrito por el danés Saxo Grammaticus, siglos antes, en 1185.

Frente al asesinato de su padre, Amleth no duda, no vacila. Es antagonista radical, es contracultural, anarquista. No dudará en desnucar al asesino de su padre. Matará. Sólo espera la oportunidad.

Yo nací en el barrio Lastarria.

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