Escalofrío
Por Omar Pérez Santiago.
La primera vez que leí El Carretero de la Muerte me dio un raro escalofrío, una ola de hielo recorrió mi cuerpo. El Carretero de La Muerte se pasea por las oscuras y heladas tierras nórdicas. Recoge a personas jóvenes que mueren de forma trágica. Es una espeluznante novela de fantasmas y de la temible presencia de la Muerte.
La lectura de El Carretero de la Muerte me dio, a la vez, angustia, esa congoja que surge cuando se percibe el mundo como realmente es. La vida parece estar compuesta de momentos, emociones frágiles y fugaces, raros atisbos de algo a lo que no podemos aferrarnos. Es decir, una profunda soledad.
La lúgubre novela de la poderosa escritora sueca Selma Lagerlöf, la primera mujer en recibir el premio Nobel, se mueve en la arena gótico-melodramática de la pesadilla, una ópera de emociones en un viaje que disuelve el tiempo y el espacio.
Pocos escritores se le igualan a Selma Lagerlof en su expresión de los más oscuros sentimientos humanos. Por eso, quizás, los recursos literarios góticos o surreales de la novela El Carretero de la Muerte están de moda entre las nuevas generaciones. Hay un aire de Edgar Allan Poe, un aire de La caída de la casa Usher.
La obra se publicó en 1912, cuando la sueca Selma Lagerlöf tenía 54 años y era una consagrada estrella literaria. Había recibido el Premio Nobel en 1909. Sus libros eran super ventas y ella era una mujer reconocida y amada en todo el mundo

La novela es una obra moralista y melodramática, que se sustenta en la fuerza narrativa de la tradición.
Una feroz y sórdida leyenda cuenta que aquel que muere el último minuto de la víspera del año nuevo debe convertirse en el Carretero de la Muerte. Durante todo el nuevo año tiene la horrible tarea de conducir la carreta que recoge a los muertos.
Los personajes viven en la frontera de la vida y la muerte.
Sor Edit era una joven señorita del Ejército de Salvación, una institución religiosa que sostenía albergues o refugios para gente pobre. A comienzos del siglo XX había miles de suecos que vivían en barrios donde pasaban hambre y que vivían una vida dura e insalubre con el riesgo de morir por tuberculosis, la principal causa de muerte en Suecia, una úlcera al pulmón que consume el cuerpo, considerada caprichosa e intratable. Factores como la desnutrición, enfermedades crónicas y precarias condiciones de vida aumentaban el riesgo de infección. La tuberculosis es una enfermedad de la pobreza.
Durante esa época, más de un millón de suecos, el 25 por ciento de su población de entonces, huyó del hambre y la pobreza emigrando principalmente a los Estados Unidos.
Sor Edit está en el lecho de muerte, acompañada de su madre doliente en la víspera del Año Nuevo. Está enferma de tuberculosis, una epidemia muy contagiosa. Sor Edit ha intentado redimir a David Holm, un señor bueno para el trago y el copete, un vitalista machista, un hombre cruel. Ella lo ama y tiene la ilusión de convertirlo a sus condiciones morales. Aunque quizá también lo hace por un amor incontrolable, desesperado. Como una rama de un árbol que ofrece un cobijo, un hogar a un pájaro errante.
La leyenda del Carretero de la Muerte dice que la persona que muere en el último segundo del 31 de diciembre se encargará de recoger las almas de los fallecidos durante el año
David Holm de 30 años, un alcohólico mísero, está bebiendo con dos socios de jarana en el cementerio de la Iglesia, esperando que suenen las doce del Año Nuevo.
Hace 80 años, Gabriela Mistral recibió el premio Nobel en 1945. Entonces llegó a Suecia y fue a visitar la tumba de Selma Lagerlöf, profesora como ella, y que había fallecido en 1940. Emotivamente afirmó a los periodistas:
“Le debo esta visita a Selma Lagerlöf porque la lectura de sus libros me ha proporcionado muchas horas de feliz inspiración”.
La primera versión en español de El Carretero de la Muerte la realizó el prolífico traductor de oficio, el español Rafael Cansinos Assens. Lo hizo desde el francés y se publicó el año 1922 en España.
Durante los años 80 viví mi exilio en Suecia, un hermoso país donde el respeto por los demás los hacía felices, donde tuve amigos, aprendí el idioma y fui de algún modo, un inmigrante parte de una tribu. Mi traducción de El Carretero de la Muerte es, por tanto, directa del sueco.
Sé que a muchos jóvenes lectores les dará el mismo escalofrío que me dio a mí, cuando yo la leí en mi juventud. Recuerdo que fue una edición que publicó la editorial Quimantú en el año 1972, en una tirada de 30 mil ejemplares, para lectura popular, con la fe de que el arte traía sangre nueva que podría mejorar a los chilenos. Fue el surgimiento de un nuevo marco mental que quedó en mi estructura profunda o en mi inconsciente emotivo. La portada era de Pedro Parra S, una calavera en una rueda de carreta.
El genio de Víctor Sjöström, basado en la novela, dirigió una película en 1921, un film de cine mudo que es un exquisito plato gourmet para los cinéfilos. También hay una versión en francés del año 1939, La charrette fantôme, de uno de los grandes del cine francés, Julien Duvivier, con un realismo crudo y una fantasía insólita.
