Esa puta tan distinguida es la nueva novela del escritor Juan Marsé. La nueva novela comienza con sus respuestas a un cuestionario de preguntas invisibles. Lee las respuestas.
Juan Marsé
Fragmento
1
1) Ahí va, señorita. Lo toma o lo deja. Yo solo respondo por escrito.
2) Porque siempre he confiado más en la escritura que en el blablablá.
3) Hijo adoptivo y de incierto origen biológico.
4) Habría preferido nacer en otra época, en otro país, con ojos azules y un hoyuelo en la barbilla.
5) No perdamos el tiempo con bobadas. No milito bajo ninguna bandera. Decía Flaubert que todas están llenas de sangre y de mierda y que ya va siendo hora de acabar con ellas.
6) Soy algo más que laico, soy decididamente anticlerical. Mientras la Iglesia católica no pida perdón por su complicidad con la dictadura franquista, declararme anticlerical es lo menos que puedo hacer. Disfruto de una saludable clerofobia desde la más tierna adolescencia.
7) Los únicos clérigos que respeto son el padre Pietro de Roma, città aperta, de Rossellini, el Nazarín de Galdós/Buñuel, el padre Brown de Chesterton y el furioso y zarrapastroso cura irlandés de La hija de Ryan, de David Lean.
8) Perdí este dedo a los quince años, se lo tragó una laminadora.
9) La música. Me habría gustado ser el piano de Glenn Gould. O el saxo de Charlie Parker.
10) Mi próxima novela tratará de las añagazas y las trampas que nos tiende la memoria, esa puta tan distinguida.
11) No. Si le cuento de qué va, lo estropeo. Porque esta novela es una especie de trampantojo, nada en ella es lo que parece, empezando por el título.
12) Bueno, lo que ahora estoy escribiendo por encargo no se puede llamar propiamente literatura. Trabajo en el primer tratamiento de un guión cinematográfico.
13) Sí, por dinero.
14) Detesto hablar de la faena. Pero en fin, va de eso: Un anciano asesino, aquejado aparentemente de alzhéimer, cuenta su crimen treinta años después de cometerlo. Recuerda que mató a una prostituta, pero no recuerda en absoluto por qué la mató.
15) No tengo título. Podría ser Desmemoria del asesino, o La máscara y la amnesia, o algo así. Se trata de una película sobre la persistencia del deseo y las estrategias del olvido.
16) Pretendo basarme en hechos reales. Una muy celebrada y a menudo fraudulenta pretensión, lo admito.
17) Salvo excepciones, un guión cinematográfico no está escrito para ser leído como una obra literaria, cuya materia y fundamento primordial es el lenguaje. El guión es un texto de usar y tirar.
18) El productor y el director son los que mandan, pero hay que tener en cuenta los avatares y vaivenes de nuestra raquítica industria cinematográfica. El proyecto podría pasar a manos de otro productor, con otro afán comercial, podría acabar siendo un spaghetti-western, o una película de terror, o de destape, o de risa. Ojo: no de las que hacen reír, sino de las que uno se ríe.
19) Durante la interminable dictadura, aquel cine nacionalcatólico de cartón piedra generó tanta miseria moral y estética, se regodeó tanto en su propia falsedad y estupidez, que tardamos muchos años en levantar cabeza. La cosa mejoró, por supuesto. Pero ahora el problema es otro y es general, ahora la tecnología está acabando con el cine.
20) Con una muchacha llamada María. Yo tenía quince años y ella dieciocho.
21) La identidad nacional me la trae floja. Se trata de una estafa sentimental. Soy un mal patriota y sin remuneración.
22) No. La verdadera patria del escritor no es la lengua, es el lenguaje.
23) La vocación nació en una esquina de las calles Bruc y València, delante del Conservatorio Municipal de Música de Barcelona. Tendría yo unos catorce años. Una joven estudiante que estaba junto a la puerta con su estuche de violín bajo el brazo me pidió que entrara con ella en el Conservatorio y le dijera a su profesor: «He sido yo». Solamente eso. «He sido yo.» No me dijo qué significaban estas palabras, ni yo se lo pregunté. Luego te lo explico, dijo con una dulce sonrisa. La acompañé, le hice el extraño favor y acto seguido me marché y la esperé en la calle, según habíamos quedado. Pero ella no apareció, y nunca más volví a verla. Me quedé con las ganas de saber qué historia había detrás de mi autoinculpación, y no dejaba de pensar en ello, hasta el punto de que empecé a fantasear sobre un posible conflicto sentimental de la pareja: imaginé una apasionante trama amorosa entre la hermosa muchacha y el guapo profesor, una pasión secreta cifrada en las enigmáticas palabras «He sido yo». Y me gusta pensar que aquel empeño imaginativo de mis catorce años alrededor de tres palabras fue la semilla, el germen de mi vocación.
24) No sé de qué diablos me habla.
25) A ver, se lo explicaré de otra manera. La sospecha de que existía una tormentosa pasión amorosa entre el joven profesor y su hermosa alumna se convirtió en una obsesión, y la única manera de librarme de la obsesión era formularla verbalmente. Así empezó la cosa, así es como el aprendiz de escritor siente nacer la vocación: la necesidad de contarlo. ¿Queda claro ahora?
26) En mis ficciones, la vivencia real se somete a la imaginación, que es más racional y creíble. En la parte inventada está mi autobiografía más veraz.
27) ¡Pero …