El miedo de Salvador Allende a quedarse solo de nuevo como en 1973, en la novela «Allende, el retorno»
Por Enrique Pérez Arias
Allende vuelve 40 años después del golpe militar, vuelve en marzo del 2013 y ya hace frío en Santiago. El invierno se avecina a pasos apresurados y ese frío puede ser una metáfora de que nada será fácil, como nunca lo fue en su vida tampoco. Una vida comprometida políticamente, azarosa privadamente.
Él quiere recordar el pasado, recorre los lugares habituales que él conoció y que compartió con sus amigos más cercanos. Busca pero ya nada existe. Es otra realidad. Tiene un poco de nostalgia pero no es un melancólico, no se deprime. Al contrario. Lo asume.
Rescata, si, lo mejor de la época que le tocó vivir y lo incorpora a la vida contemporánea de Chile. Por esto es un hipster. Allende, el personaje del libro, tiene calidez humana, es bondadoso. Hace uso de su capital cultural y de su inteligencia emocional para adaptarse a los nuevos tiempos, para orientarse en la nueva realidad. Es como un etnógrafo que debe reconocer el terreno; la ciudad no le es ajena. El personaje conecta tiempos históricos en su persona.
Vuelve, vuelve como lo hicieron los exiliados políticos chilenos, intentando recuperar el tiempo histórico que ya no volverá, que pueden reconocer parte de su historia en el Chile actual, pero que sin embargo se sienten fuera. Nada es igual. Como el Allende de la novela, los exiliados no son nadie en la nueva realidad.
Allende se conecta con los jóvenes estudiantes que están protestando. Pero no se logra la conexión política histórica. No se produce la síntesis. El movimiento estudiantil se frustra en sus aspiraciones.
Allende tiene miedo de quedarse solo de nuevo, como en septiembre de 1973. ¿Dónde estaban los allendistas, los dirigentes de los partidos de izquierda de la Unidad Popular?
Y el epílogo del libro es triste, hay algo trágico, el hijo que espera se pierde. No hay descendencia política. El allendismo se acaba.
Allende muerto de nuevo, muchas veces muerto, muchas veces en el recuerdo. Allende vuelve, pero es una paso fugaz, no se queda, pasa como queriendo hacernos recordar que la historia es importante, y la hacemos los seres humanos.
Vendrán otros, seguirá la historia, y él se quedará allí, en éste libro que también tiene algo de bondadoso, de generoso. Y que nos permite hoy día reunirnos.