Los Mapuche hemos sido políticamente excluidos. Como atenuante no hay verdades absolutas pero este juicio está avalado por un informe oficial del Estado (Verdad y Nuevo Trato, 2004).
Por: Domingo Namuncura, Embajador de Chile en Guatemala
13 de julio de 2017
¿Qué significa ser excluidos? Que un sector de la sociedad no está en la toma de decisiones respecto de su destino. Ocurre con Pueblos indígenas (PPII) sometidos a diversas formas de injusticias y violencias. Y la presidenta Bachelet por primera vez en nuestra historia pide perdón por “los errores y los horrores” acontecidos. Esto es un tema común para los PPII del continente. En muchos lugares fueron derrotados militarmente y sometidos políticamente. A esto se unió la arrogante cultura importada desde occidente con la compañía no menos atemorizante de un Dios extraño, representado por un modelo de Iglesia que castigó severamente todo lo que no concordase con su visión religiosa. Los indígenas fueron considerados paganos y por lo tanto sujetos de pecado y la gracia del Evangelio, si era necesario, debía entrar con sangre. No es este un juicio total. Hubo corrientes católicas (Defensores de Indios) que se dieron cuenta que las tropelías españolas y la alianza con la cruz eran también una forma de pecado.
Los Estados coloniales surgieron sobre las cenizas de los poblados arrasados por la conquista. Los PPII fueron excluidos, evangelizados y obligados a renegar de su identidad. Y en el sur, en los territorios del confín (chili-chili) los Mapuche enfrentaron a la conquista hasta que la Corona los reconoció como Nación mediante varios Pactos en diversos Parlamentos, pero las nacientes Repúblicas los desconocieron y en cada frontera emancipada instauraron un orden republicano autoritario que partió por excluir a los indígenas de todo derecho. Finalmente, Chile es el único país que no consideró a los indígenas en sus constituciones.
La República, a partir de 1810, inspirada -paradojalmente- en el pensamiento Ilustrado y la Revolución francesa redactó tres Reglamentos constitucionales y siete Constituciones nacionales hasta hoy. Y los chilenos inventaron una trampa legal: para ser reconocidos como “ciudadanos”, en la Constitución de 1833 se puso como requisito formal: saber leer y escribir (castellano); estar casados por las dos Leyes y acreditar alguna forma de posesión y comercio. Como ningún indígena reunía tales requisitos, quedaron literalmente excluidos de la República inicial y a partir de ahí nunca han sido considerados en nuestras Constituciones por mucho que después hayan obtenido carné y pueden votar, sin ser reconocidos como Pueblo.
Hoy, excluir a los PPII de la toma de decisiones ya no es aceptable y va en contra de una democracia profunda. Reducir lo indígena a una caricatura folklórica del pasado es una señal de ignorancia. Desmerecer su lengua o despreciar sus ritos y costumbres ancestrales es signo de medievalismo. Pensar que lo indígena es algo arcaico o inferior es inculto. La principal exclusión no viene solo del orden jurídico de una sociedad: viene de su cultura, de su educación y de las prácticas que abandonan al pobre, a la mujer, al trabajador, a los desamparados, a los indígenas, a la condición de “un otro que no tiene lugar con nosotros”. Esta es la raíz del conflicto.
¿Queremos seguir así? Alguna vez y de manera patética nos creímos “los ingleses de América” o los “jaguares asiáticos”. Tonteras. Pero creíbles, cuando el valor de uno se construye sobre el desprecio de los otros. Chile está llamado a ser una nación incluyente. Es el desafío de los próximos años.