«Hay que perder la costumbre y dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre (y la mujer) no se contempla más que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con datos empíricos… La cultura es una cosa muy distinta. Es organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de superior consciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes… recordar que el hombre es por sobre todo espíritu, o sea, creación histórica y no naturaleza».
Esta cita de Antonio Gramsci da cuenta de la importancia de lo que estamos discutiendo. Nuestra sociedad no está predeterminada, es construcción cultural permanente y dinámica. La moldeamos nosotros, somos nosotros los soberanos de nuestras vidas. No es un debate menor.
La discusión que nos convoca tiene por objeto lo que parece ser un nuevo Ministerio de Cultura, bajo la línea de robustecimiento y modernización del Estado.
Valoramos los procesos de consulta realizados por el Consejo de Cultura y las Artes con los pueblos indígenas y afrodescendientes, sin embargo en Magallanes parte importante de sus demandas no fueron recogidas. El futuro ministerio tendrá Consejos Regionales y la composición propuesta deja en minoría a nuestros habitantes prehispánicos, como son las comunidades Yagán y Kawésqar, ya que ambas debieran tener representación en el Consejo Regional, como también los Huilliches que hoy viven en el territorio. Preocupa también el carácter transitorio del Consejo de Pueblos Originarios, institución que queda sujeta a la creación del anunciado Ministerio de Pueblos Indígenas, cuyo texto legal se encuentra recién en primer trámite constitucional. No se reconoce en el artículado la pluriculturalidad y preexistencia, tampoco la existencia de patrimonio material e inmaterial parte del mundo cultural de nuestros pueblos indígenas. Esperamos que estas omisiones puedan ser corregidas en lo que resta de tramitación.
El carácter subsidiario del Estado se evidencia marcadamente en lo que respecta a la producción artística chilena. La solución al financiamiento por vía de fondos de carácter concursable no sólo ha ido consolidando una relación clientelar entre el creador y el Estado, sino que también ha construido un sistema macabro de competitividad entre pares que es único en latinoamérica. Este tipo de herramientas son paradigmáticas de la transición y no debieran perpetuarse de manera irreflexiva. Espero que en el marco de este debate, tengamos la opción de redefinir la manera según la cual los pilares esta estructura se han instaurado, generando nuevas condiciones de producción, relación, circulación y mirada a nuestra memoria. El Ministerio de las culturas no puede terminar siendo el edificio de los FONDARTS.
El actual proyecto de Ministerio posee declaraciones importantes, pero aparece como insuficiente al no existir un real derecho a la cultura consagrado en nuestra Constitución. Esta es otra de las ya innumerables razones para darnos a nosotros mismos una nueva Carta Fundamental, pero es siempre indispensable volver sobre este tipo de discusiones profundas para iluminar el sentido de estas importantes reformas.
Sobre este particular si bien comparto los principios y lineamientos que el ejecutivo declara en este proyecto de ley, no puedo sino advertir mi preocupación sobre la manera en la cual se dio esta discusión. Este año tuvimos de una extensa paralización de funcionarias y funcionarios de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (invisibilizada por la prensa). Sus demandas no tenían que ver con sueldos ni cargos, sino con el rol que se otorga a este actual servicio. ¿Son tan poco importante los servicios públicos como DIBAM? ¿Cuál es la razón por la cual éstos organismos poseen una invisibilidad radical? Y, sin embargo, en este proyecto de ley parte importante de la herencia institucional se encuentra precisamente en la DIBAM, un servicio público que declara como su misión la promoción del patrimonio cultural y la memoria colectiva. Lo anterior es preocupante, ya que vemos que en este proyecto de ley existirán limitados gestos de modernización a dicho servicio público, el que ya está próximo a cumplir 90 años de antigüedad experimentando la precariedad abrumadora de su sector. Esperamos también esto pueda ser corregido.
Termino con una reflexión. El ministerio de las culturas, las artes y el patrimonio debiera ser un espacio para disputar la hegemonía de la elite. Una elite, que en los últimos años ha ido perdiendo el consenso, la hegemonía que ejercía sobre nuestra sociedad. Poco a poco se va convirtiendo en clase dirigente perdiendo su carácter de dominante. Y el rol de las culturas en este proceso es esencial. En el Chile que imaginamos, despercudido del actual modelo político, económico y social de carácter neoliberal que privilegia y fomenta el individualismo por sobre la acción colectiva, la disputa por la pluralidad va a ser central. Por esa pequeña s, ese plural del que se quejaba Issa Kort.
Por eso, esperando que le demos la relevancia que merece, votaré a favor de este proyecto.
Martes, 2 de agosto de 2016, Intervención en el parlamento de Gabriel Boric sobre Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio