La virtud de este libro de Jesús Ortega. “Con alas de papel” radica en la apuesta que establece el poeta de hacernos visible que su poética se encuentra plenamente vigente, como una propuesta interesante de la poesía que se escribe en las antípodas del mundo, allá donde las sombras son largas y frías.
Por: Sergio Badilla Castillo, poeta creador de la poesía transreal
Conocí a Jesús Ortega, en el verano de 1986, cuando yo, con el Pelican Group of Arts, de Estocolmo, habíamos invitado a Suecia, al poeta Raúl Zurita. En compañía del poeta uruguayo, Roberto Mascaró y del artista Juan Castillo, viajamos todos juntos, en tren, alrededor de 600 kilómetros, hasta la sureña ciudad de Malmö, en cuya estación nos esperaba, Pancho Pérez, o mejor dicho, Omar Pérez Santiago. En la lectura que hicimos allí, estaba como, co-organizador del evento Jesús Ortega, quien estaba más interesado en sus propios textos que en la recepción de sus huéspedes. En esa ocasión Jesús, en su epifanía, no sólo leyó algunos poemas, sino que cantó, bailó e intentó seducir a algunas musas, cuyas edades eran la mitad de la del vate.
Jesús Ortega
Por eso creo conveniente señalar y ahora haciendo hincapié en esta nueva obra de él, que Jesús Ortega es un poeta de la revelación, de la agudeza ecuánime y de la picardía incansable. Tal vez el único sin ser Parra que logra esos versos perspicaces con los ingredientes poéticos que caracterizan la obra ingeniosa de Nicanor Parra.
Aunque autor de pocos libros Ortega avecindado en Suecia desde hace cuatro décadas, es un poeta que mejor que muchos otros escaldos maneja con aticismo proverbial, los atributos esenciales de la construcción poética, como son el ritmo, la imaginería y la eufonía, agregándole además a sus texturas una reiteración lírica a manera de apotegma. En uno de sus poemas, Casualidad, escribe:
“Todo es milagro,
prodigio infinito:
no tiene bordes
la maravilla”
En este nuevo libro, “Con las alas de papel”, el poeta emplea una infinidad de instrumentos literarios, como, por ejemplo, el uso de una oralidad que se entremezcla en el paisaje épico de lo cotidiano con una pincelada de ironía. Asimismo, los versos son esmeradamente escogidos para no generar aspereza alguna, lo que constituye una asepsia del discurso poético, que demuestra, al mismo tiempo, la maestría del vate en la cimentación de sus textos, como en este poema, Jazz, que comienza así:
“Ganso gangoso
el ronco saxo,
que me vuela y maravilla.
me saca del vaso,
de la silla,
de la dama de mi afán.
Recuerdo de mi peineta niña
con papel celofán.”
Su enfoque reflexivo surge como una cadencia permanente en varios de sus versos (Niego el tiempo, enciendo encantadas primaveras que no pierden su color ni su gracia en este espejo de virtud, en que te miro ), esa negación temporal no se antepone a la expresión de amor irrefrenable que acapara la vida del poeta y las causas afectivas que se desnudan en sus textos de manera reiterada.
“Pasión o perversión es este gozo,
avaricia de amor si preservando
lo amado contra el tiempo y su destrozo
la dicha de los días fui salvando”
Cabe agregar que el intríngulis entre la impaciencia por estampar sus versos y la compactación textual que expresa el poeta queda de manifiesto en estos cuerpos poéticos donde, por momentos logra instantes de eminencia lírica, como en el poema Mundo aparte:
“Quedarte con tu gesto en el espejo,
pero, aunque tú pretendas
que en esa soledad
lo tienes todo
y ante la luna henchida
de su luz prestada,
te niegues a los dos asombros,
yo pienso que sospechas
que por encima de tu hombro
yo me asomo.”
Sin lugar a dudas también es la nostalgia la que enciende la luz reminiscente del poeta, como ocurre en La que se fue
“Pocas cosas se llevó con ella.
Acaso unas mañanas despeinadas.
El cuerpo se llevó, se llevó el alma.
No se llevó el hueco de su almohada,
que coincide con mi rostro hundido
en la honda fragancia disipada”.
La virtud de este libro de Jesús Ortega. “Con alas de papel” radica en la apuesta que establece el poeta de hacernos visible que su poética se encuentra plenamente vigente, como una propuesta interesante de la poesía que se escribe en las antípodas del mundo, allá donde las sombras son largas y frías.
Sergio Badilla Castillo