Por: Omar Perez Santiago
La Escuela de Frankfurt, según un brillante artículo reciente de Alex Ross en The New Yorker, afirma que el estado genocida no era sólo un problema alemán, o algo que resultó de escuchar demasiado a Wagner; era un problema occidental, enraizado en la Ilustración urgida por dominar la naturaleza. El anti-semitismo era, desde esta perspectiva, no simplemente una manifestación de odio, sino un medio para un fin – era una “punta de lanza” para el control social.
Las sociedades modernas tienen un aspecto oscuro, una corriente maldita que consiste en la habilidad de la manipulación de las masas, el uso del miedo.
Han pasado los días y, como el inolvidable teniente Columbo, la serie en que se sabía siempre quién era el asesino, vuelvo a pensar sobre el lugar del crimen. Cuando ya parece que los periodistas se han olvidado del asunto del bombazo en las afueras del metro, y de los heridos por las esquirlas.
Hago la larga cola para un cajero automático en la estación del metro de la Universidad Católica. Hay un solo cajero útil. Dos de los cajeros están cerrados, por razones inexplicables. Hablo con una amable mujer que está delante de la larga fila, sobre lo extraño que está todo. Por los parlantes una voz de mujer informa que en la estación de la Universidad de Chile, los carros no se detienen. Hay un “procedimiento policial”. La gente mueve la cabeza. No creen nada. La cosa es paranoica y me acuerdo del gran paranoico, el escritor Philip K. Dick. Las tesis conspirativas corren entre la gente, según me doy cuenta.
Un par de jóvenes se acercan a los cajeros clausurados y charlan, a diez pasos de donde estamos. Los miramos con sospecha. Philip K. Dick actúa en mi cabeza y perturba. ¿Estallará otra bomba aquí en nuestro rostro?
Han pasado los días. Y nada sabemos. Nada.
Se han llenado de carabineros las entradas de las estaciones del metro.
Pero nada se sabe del acto terrorista.
La Escuela de Frankfurt se vuelto a poner de moda, dice el artículo mencionado. La mayoría de esa pandilla intelectual eran judíos. El anti semitismo fue una justificación para aplicar el absoluto control social. No era solo el mal. Tenía un objetivo preciso. El control social.
Nada se sabe. O se dice que nada se sabe, de los que pusieron la bomba.
Pero ya está lista una ley que incluirá espías en el movimiento social, al parecer el gran sospechoso de todo.
Nada se sabe.
Pero ya se les ha pedido a los yanquis del FBI que vengan a colaborar a Chile.
Ahora leo estupefacto que revisarán los twuiters y facebooks.
Ahora pueden ser desembozados, descarados.
La bomba es un medio para un fin.
Fuerzas oscuras presionan hacia un punto.
Ahogar la libertad cívica.
Pero no basta con aplicar la lógica. Los efectos de las bombas complican mucho a la presidenta Michelle Bachelet y su extraordinario programa de reformas.
Pero parece que la lógica no basta.
La bomba es un subterfugio, como el racismo, una evasiva para el control social de las amplias masas.
Pobre Chile.
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Omar Pérez Santiago, escritor, ha publicado recientemente la novela, «Allende, el retorno».