Los perjuicios y daños se hacen inmediatamente evidentes porque estos grupos humanos de personitas están en lugares asimétricos en cuanto a equilibrio de poder y fuerza: están abandonados a la «sabiduría» adulta, sabiduría adultocéntrica y que no educa en lo absoluto desde una perspectiva de respeto pluriétnico en favor de los derechos humanos que asiste a niñas y niños, sobre todo a l@s hij@s de l@s habitantes originari@s.
Por: Noé Felipe Bastías, Profesor de filosofía, Chile
10 de agosto de 2020
El paradigma escolar racista que nos rige operó y sigue operando como una forma de negación de la identidad de las y los hijos de los habitantes originarios.
Confirmando ese dato, el admirable maestro Abraham Magendzo –Premio Nacional de Educación 2016- afirma, a propósito, puntualmente del proceso de selección del conocimiento curricular que marca a la escuela, que lo que «ha caracterizado históricamente las decisiones curriculares» ha sido «la postura etnocéntrica».
Los currículum dominantes y los procesos de escolarización que nos rigen, pese a ciertos avances que se han dado en materia de educación intercultural y derechos humanos desde post-Dictadura, han tendido históricamente a reproducir la exclusión de toda opinión, parecer, intuición y sensibilidad que pretenda posicionarse como visión o forma de saber complementario o alternativo a la razón aristotélico-cartesiana «adscrita a la cultura dominante», razón que impera sin contrapeso en la escuela neoliberal del ránking; razón que no ha trepidado en invocar incluso lógicas de salud social y mental para seguir jerárquicamente instalada en sus sitiales racistas de control y disciplinamiento social, de privilegio y poder en un país pluriétnico como lo es Chile.
Las consecuencias de esta lógica, de esta razón conquistadora, dueña del conocimiento (conocimiento recalcitrantemente anclado a la prepotencia cientificista y positivista del occidente vencedor y dominante), ¡obvio!, no se han hecho esperar. Cito a Magendzo: «Esta actitud ha llevado consigo (…) un proceso de aculturación compulsiva de todos aquellos pueblos y grupos socioculturales diferentes al grupo hegemónico».
Pues, uno de los grupos humanos más perjudicados con estos paradigmas educativos clasistas y hegemonizantes, enquistados en los procesos de enseñanza-aprendizaje y el currículum, han sido unos grupos consustanciales a la escuela: nuestros/as propios/as niños/as; aunque especialmente las niñas. Los perjuicios y daños se hacen inmediatamente evidentes porque estos grupos humanos de personitas están en lugares asimétricos en cuanto a equilibrio de poder y fuerza: están abandonados a la «sabiduría» adulta, sabiduría adultocéntrica y que no educa en lo absoluto desde una perspectiva de respeto pluriétnico en favor de los derechos humanos que asiste a niñas y niños, sobre todo a l@s hij@s de l@s habitantes originari@s.
Por lo mismo, l@s más perjudicad@s, gracias a esa «educación», han sido y son hasta hoy est@s niñ@s.
A estos grupos humanos, a estos «rostros de Latinoamérica», donde «Llueve tristeza en Los Andes», «desde los esquemas de la razón conquistadora», desde los vencedores (adultos), se les enseñó históricamente a negar «su propia existencia y la de los conocimientos y saberes que ellos han aprendido de sus mayores a través del tiempo»; se les enseñó a repetir de memoria, día tras día, esta autoconciencia de desarraigo y exclusión. Por esto, con toda razón el maestro Magendzo acusa: «Para muchos indígenas la educación supone (…) un forzado desaprendizaje de su propia cultura y un abandono parcial, sino total, de su lengua materna».
Gracias a ello, entre otras razones, este paradigma «educativo», que se expresa como educación racista y homogeneizante, «ha contribuido a un virtual empobrecimiento» de muchas minorías, y especialmente «de los pueblos indígenas». Ha fomentado y sigue fomentando, desde la escuela (lo cual es un escándalo), la invisibilización, el arrinconamiento y la estigmatización de l@s hij@s de l@s habitantes originarios, construyendo así en ell@s la conciencia de no pertenencia y de exilio, esto es, la conciencia de los eternamente postergados e invisibilizados y de ser para otros y no para sí.
Citas:
Magendzo, Abraham, Currículum y educación en derechos humanos, www.educarchile.cl, mayo 2006.
Metz, Johann Baptist, Dios y tiempo, Nueva teología política, Editorial Trotta, Madrid, 2002.