El historiador Alberto Harambour plantea un esfuerzo por parte de los Estados chileno, argentino y español de enaltecer las conmemoraciones de este hecho histórico, a fin de construir una memoria hispanista y aminorar las críticas a la represión policial de las movilizaciones obreras ocurridas en Patagonia.
Punta Arenas, 19 de octubre de 2020. (IDEAL)– Ad portas de conmemorarse el V Centenario del descubrimiento del Estrecho de Magallanes, fecha que celebra el paso del navegante Hernando de Magallanes por los mares australes -en la primera circunnavegación alrededor del mundo- lo cual ha suscitado un importante despliegue a nivel gubernamental, político y económico, el historiador Alberto Harambour realizó una investigación sobre los pormenores de esta celebración, iniciada en 1920.
En su artículo “Las magníficas celebraciones del IV Centenario del Descubrimiento del Estrecho de Magallanes y los horrorosos sucesos de la Federación Obrera (Hispanismo e invención de la tradición en 1920)”, el investigador del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) relaciona los esfuerzos por conmemorar un hito histórico con el fin de minimizar los conflictos sociales ocurridos en el último lustro de la década de 1910. El estudio se basa en prensa española, chilena y argentina, así como en memorias de viajes y obras conmemorativas financiadas por los estados y por la familia Menéndez.
La idea de conmemorar el paso de Hernando de Magallanes por los canales de la Patagonia, plantea la investigación de Harambour, nació inusitadamente en 1915, cuando la Federación Obrera de Magallanes -considerada la mayor agrupación de trabajadores de Sudamérica- exigía mejoras laborales. Diversas manifestaciones terminaron con detenidos, ejecutados y el emblemático incendio de la sede obrera, acto cometido por miembros de la Liga Patriótica y oficiales del Ejército en un intento de silenciar las ideas “maximalistas”.
Esta utilización de la violencia por parte de agentes del Estado sucedería en varios puntos del país durante ese periodo, justificándose en los temores de la oligarquía por el descontento social, la circulación de “ideas foráneas”, la elección de Arturo Alessandri, y el temor que suscitó la llamada “Guerra de Don Ladislao”, un posible conflicto bélico con Perú.
Harambour, recientemente premiado por la Southern Cone Studies Section de la Latin American Studies Association (LASA), por su libro “Soberanías Fronterizas”, plantea que la conmemoración de los 400 años del “descubrimiento” del Estrecho “permitió al imperio español y a la oligarquía chilena -uno y otra en plena decadencia- estrechar sus relaciones, enalteciendo las viejas glorias hispanas y honrando a la que denominaron como ‘madre patria’”. Uno de los ejemplos planteados por el investigador es la asimilación entre Hernando de Magallanes y José Menéndez, asturiano elevado entonces al rol de “pionero” por contribuir al desarrollo económico de la Patagonia durante principios del siglo XX. De esta manera se habría “inventado” una tradición, en un breve período en que también se instalaron los feriados por el “Día de la Raza” y las “Glorias del Ejército”.
“Estas nuevas efemérides se formularon sobre criterios racistas, y por cierto no cayeron nada bien ni entre las organizaciones obreras plurinacionales ni entre los grupos económicos ligados a los capitales británicos, que habían abierto la navegación por el Estrecho recién en la década de 1860 y protagonizado la conquista ovina de Patagonia austral”, asegura el investigador.
Estas acciones también permitieron al gobierno chileno no solo finiquitar la problemática obrera, sino que instalar una imagen de extinción sobre los pueblos originarios. El estudio demuestra, asimismo, cómo la celebración de 1920 recorrió todo Chile, como un gran espectáculo público de la oligarquía nacional que había conmemorado el Centenario en 1910.
“Con la inauguración del Monumento a Magallanes y otras obras financiadas por la familia Menéndez, se cerraría un ciclo de colonización en el extremo sur y de ocupación del centro de Punta Arenas, instalando una memoria y una tradición conservadora e hispanista que negó los aportes de otros grupos sociales, chilenos y extranjeros. Los herederos de Menéndez, desde la historiografía y la literatura, habrían producido una continuidad de esos símbolos hasta nuestros días”, comenta Harambour.
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