09 - noviembre - 2024

Investigación analizó respuesta de peces de la Patagonia y Antártica a la crisis climática

Un equipo de científicos también evaluó cómo estas especies, que habitan a ambos lados de la Corriente Circumpolar Antártica, reaccionan a la presencia de patógenos.


Con la finalidad de conocer su respuesta a cambios ambientales en aumento y la reacción de su sistema inmune a infecciones bacterianas y virales, un reciente estudio publicado en la revista Fish Physiology and Biochemistry se focalizó en analizar dos peces de altas latitudes claves en la cadena trófica.

Se trata del Harpagifer bispinis o diablito de los canales, que vive en los fiordos y canales de la Patagonia; y el Harpagifer antarcticus, que habita en el continente blanco e islas cercanas. Ambos peces son ectotermos, es decir, que dependen de las fuentes de calor del ambiente para regular su temperatura corporal.

El estudio fue liderado por la Dra. Julia Saravia, genetista e investigadora del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh).

Los peces estudiados están emparentados y son muy cercanos entre sí. Viven a cada lado de la Corriente Circumpolar Antártica (CCA), que mantiene al continente blanco aislado del resto del planeta. Cumplen un rol muy importante en la trama trófica antártica y subantártica: conectan la microfauna con la macrofauna. Es decir, se alimentan de pequeños animales, como crustáceos, y son alimento de animales de mayor tamaño, como aves y otros peces más grandes. Su rol ecológico es muy relevante, debido al valor intrínseco que tienen en la biodiversidad. Asimismo, ambas especies están sujetas a las presiones ambientales que están dadas por el cambio climático y la actividad humana que ha aumentado en los últimos años en esa región en particular.

Saravia, quien también es investigadora de Laboratorio de Genómica y Ecología Molecular Antártica y Subantártica (LAGEMAS) de la UACh y del Instituto Milenio BASE, asegura que “el aumento de temperatura por cambio climático, sumado a la actividad humana, puede provocar cambios en la distribución de muchas especies, aumentando el riesgo de propagación de enfermedades. Eso representa un riesgo para las especies nativas, particularmente de altas latitudes”.

En cuanto al experimento, el equipo de investigadores simuló infecciones bacterianas y virales en estos peces y los sometió a variación térmica para determinar cómo estos dos factores interactuaban entre sí al evaluar genes específicos implicados en las vías de daño y reparación celular.

Por su parte, el Dr. Luis Vargas Chacoff, coinvestigador del estudio afirma que “estos peces ayudan a controlar la población de anfípodos y también son parte de la dieta de otros peces y aves. Además, se debe considerar que lo novedoso de este trabajo parte desde el diseño experimental, debido a que se usan estimulantes del sistema inmune que simulan una infección, además de incluir temperatura”.

Respecto a los resultados, Saravia afirma que “lo que vimos es que ambas especies responden de manera muy similar. Presentan patrones muy parecidos, donde la expresión de los genes que nosotros evaluamos aumenta con un incremento de la temperatura”. Agrega que “el tiempo de separación de estas dos especies es mucho más reciente si se compara con otras especies congenéricas que habitan la región subantártica y antártica. Este hecho podría explicar ―al menos parcialmente― la gran similitud en los patrones de expresión que observamos, y sugiere que la historia evolutiva tiene un mayor impacto sobre estos procesos, que las condiciones ambientales recientes o actuales”.

La investigadora enfatiza en la relevancia de conocer el sistema inmunológico y los procesos de daño y reparación celular de estos peces, con la finalidad de protegerlos. “Este tipo de investigaciones puede ayudarnos a comprender las presiones particulares que afectan a las especies intermareales y su capacidad para tolerar o recuperarse de los estresores ambientales. Nosotros pusimos foco en la combinación de un estresor físico, como la variación de temperatura, con uno biológico, como infecciones oportunistas, pensando en la realidad actual y futura a la que se encuentran sometidas estas especies, ambas en sitios con actividad humana creciente en las últimas décadas”, concluye.

El artículo puede ser leído en este link.

 

 

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