Por Julia Guzmán Watine, (Viña del Mar, 1975). Estudió Letras y Pedagogía en Castellano en la Universidad Católica de Chile. Es Magíster en Literatura Latinoamericana y Chilena de la Universidad de Santiago.
Ese punto ciego de la realidad.
No toda la obra de Sonia González Valdenegro se inscribe en el género negro, sin embargo, es la manera de abordar Ni a la diestra de nadie, pues sus relatos se empapan del registro Noir. Lo mismo ocurre con algunos de sus cuentos publicados anteriormente, como «Matar al marido es la consigna», «La preciosa vida que soñamos» «Poderoso caballero» y «El crimen de Ester». Todas estas narraciones abordan el crimen, la fechoría y la sociedad que opera como parte y causa de la violencia explícita o solapada.
Pero para situarnos en este género, es necesario fijar, aunque sea de manera imperfecta, lo que entendemos por relato policial negro. Para comenzar, se puede definir a través de una comparación, al decir que es un tipo de narración en la que, como en el relato policial clásico de enigma, hay un misterio. Sin embargo, uno de los elementos que distingue el policial de enigma del policial negro, es que el primero es un juego de inteligencia, de recopilación de pistas que acaba cuando se sabe la verdad, cuando el misterio es revelado. En cambio, en el relato negro, el sentido de la pesquisa y del recorrido del detective-que puede ser un policía, una escritora, un vecino o uno busca centrarse en la realidad y en un saber más profundo, que es el que se filtra a través del crimen.
Pero ¿Qué tiene que ver esto con el relato policial negro si en la obra de la autora no se muestra un detective o una investigación para llegar a una verdad? Para responder esta pregunta habría que retroceder nuevamente al relato policial de enigma, a ese tipo de narración que se asocia con los detectives Sherlock Holmes, Dupin y Poirot, en el hemisferio norte y en Chile, sobre todo con las historias de Román Calvo de Alberto Edwards. Respecto a este tipo de relato detectivesco, Todorov señalaba en «Tipología de la novela policial» que cuenta con dos tipos de historias: la oculta -la primera historia-, que es la del crimen, y la de la investigación -segunda historia-, que es el recorrido que lleva a cabo el detective para descubrir ese relato escondido. En resumen, la narración comienza con un misterio -robo, asesinato, secuestro, amenazas, entre otros- ya consumado, ya presentado a las víctimas. Ellas acuden a un detective y este comienza la narración de su pesquisa. Mientras avanza en ella, va desenterrando el secreto, la verdad que es necesario conocer.
Resulta que, en los relatos negros, nacidos en la segunda década del siglo XX en Estados Unidos, hay un consenso: la existencia del misterio al igual que en el relato de enigma-, una investigación al igual que en el relato policial de enigma- y la existencia, como se dijo anterior- mente, de una verdad más profunda, el hallazgo de una grieta en la realidad; de una fisura, una falla que apunta a la sociedad y que se convierte en la causa del crimen. La investigación del detective -segunda historia- llega a la narración secreta -primera historia-, pero también a esa detective privado- va más allá de la revelación de la verdad, porque busca centrarse en la realidad y en un saber más profundo, que es el que se filtra a través del crimen.
Sonia González Valdenegro señaló alguna vez que el Noir es un tipo específico de policial que da cuenta de una época y de un lugar. Además, indicó que el crimen es parte de nuestra cultura «Vivimos a pesar y con el crimen». De modo que, según la autora, se ha vuelto objeto de estudio y, también, de creación.
Los relatos policiales negros, entonces, se convierten en un espejo de la sociedad, donde el crimen y la investigación reflejan esa realidad imperfecta, que acoge —o provoca— la transgresión. Es así como el relato negro articula una memoria diferente, crítica y despiadada, que no acepta eufemismos, busca entretener, criticar y presentar una mirada situada de la realidad.
Sonia González Valdenegro refleja una realidad agresiva. Se retratan personajes que sobreviven miopemente en un mar de dificultades, con sus voluntades embotadas, deseos mutilados y propósitos equivocados.
Son relatos criminales y negros, pero en la mayoría de ellos no hay pesquisa; y no está de más decir que no siempre es necesaria una investigación en este género; ni tampoco, se requiere de un detective para llegar a esa verdad. Se observa la realidad, con lente de aumento, a través de la perspectiva de la víctima; por medio de la narración de un testigo; o del relato del victimario.
Se profundiza en los recovecos y en los rincones ocultos, incluso, a través de las miradas limitadas que han perdido toda autonomía. Los silencios y las distorsiones, entonces, son verdades por revelar, convirtiéndose, de este modo, en un lenguaje cifrado, o en el código de la novela negra criminal.
En otras palabras, el misterio se articula a través de las elipsis, de lo silenciado, de los vacíos de los mismos personajes. Lo no dicho es esa verdad latente que se presenta en una especie de olla a presión y que estalla o promete una fisura profunda en la vida de los personajes.
Así surgen las preguntas que guían la lectura. Sin detective, sin investigación hay pistas que permiten darle forma a las omisiones. ¿De dónde proviene la miopía, el asombro, la distancia o perplejidad que experimentan los personajes frente a sus propias experiencias? Se podría decir, como una idea inicial, que los personajes viven las consecuencias de causas que desconocen. Son el resultado de algo que no se expresa. Aquí se hace necesario recordar a Ricardo Piglia quien, en su ensayo «Tesis sobre el cuento», señala que el cuento tiene dos historias: una es visible y la otra es secreta.
La claustrofobia —familiar, emocional— dificulta todo tipo de entendimiento y vuelve a los personajes presos de las circunstancias, incapaces de actuar según su voluntad, como si los guiara una fatalidad hacia el precipicio.
Son narraciones de ausencias; de aquellas víctimas que deambulan mutiladas, desconectadas de su vida y su pasado. En «El ejercicio de la gratitud» la protagonista en su narración expresa un estupor distante hacia el dolor experimentado por un desengaño amoroso, que la hace sentirse extranjera de su propia vida.
De los interiores, pasamos a la ciudad-trampa. En «El Hallazgo» y «Matar carece de sentido», los personajes se enfrentan a una violencia deliberada y el crimen azaroso se muestra como la causa de las tragedias; se presenta un mundo desordenado y arrojado al caos.
En «Nada como el rencor» y «Decrepitud» la revancha se convierte en el motor de las acciones. En estos relatos, no se ve la pasividad o la deriva de los personajes. Se aprecia la determinación motivada por un asunto del pasado que quedó flotando en la memoria.
Hay, entonces, un enfrentamiento de fuerzas desiguales, una realidad casi absurda en la que solo se permite ser víctima o victimario. En otras palabras, si se actúa, se actúa como victimario. Y el que ni siquiera tiene la opción de actuar, opta por la espera y su tragedia.
Por eso, en la obra de González Valdenegro, detrás del cadáver literario, se encuentra un crimen olvidado, se hallan realidades íntimas enterradas. Detrás de la violencia de los cuentos, se encuentra el recuerdo, ese remezón que enrostra la pasividad generalizada que se asombra rápidamente y olvida para asombrarse de nuevo. En palabras de la autora «hay una historia detrás de un cuerpo, hay un olvido, hay impunidad».
Fotos de Aurora Rojas Briceño. Fotógrafa profesional, titulada de la Escuela Foto Arte de Chile y miembro de Cooperativa de Fotógrafas. Desde 2015 a la fecha ha participado en diversos talleres impartidos en festivales por destacadas fotógrafas y fotógrafos, tales como Lourdes Grobet, Marcos Lopez y Cristina de Middel. En 2018 participó en Wabi Sabi Residencia en el Delta- Tigre (Buenos Aires, Argentina) a cargo de la curadora Romina Resuche.
Primera edición, Cormorán Ediciones, Santiago, 2024
I.S.B.N.: 978-956-09901-6-7cormoranediciones@gmail.comComité editorial
René Silva Catalán y Christian Aedo Jorquera
Edición
Christián Aedo Jorquera
Corrección
Camila Albertazzo Pizarro
Foros interiores
Aurora Rojas Briceño
Foto de portada
Christián Aedo Jorquera
Diseño de Portada y diagramación interiores
René Silva Catalán
I.S.B.N.: 978-956-09901-6-7cormoranediciones@gmail.comComité editorial
René Silva Catalán y Christian Aedo Jorquera
Edición
Christián Aedo Jorquera
Corrección
Camila Albertazzo Pizarro
Foros interiores
Aurora Rojas Briceño
Foto de portada
Christián Aedo Jorquera
Diseño de Portada y diagramación interiores
René Silva Catalán