Ana Gallego Cuiñas es decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada
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Todo en la vida, hasta la práctica de la autopsia,
termina por producir algún efecto.
Oswaldo Lamborghini. Tadeys.
las ideas artísticas, lo había comprobado por experiencia,
tenían una vida muy precaria, eran muy frágiles. Puestas en práctica,
podían demostrar que no eran tan buenas como parecían
cuando eran solo ideas. O bien, aunque resultaran buenas y fecundas,
se agotaban y desvanecían en la obra a la que daban origen,
y en el campo de las ideas eran reemplazas por otras nuevas,
que siempre parecían mucho mejores.
César Aira. Festival.
Las ferias del libro eran el lugar preciso donde el chaval
que fui juntaba en un solo cuerpo esas dos criaturas que la enseñanza
trataba de separar como si fuesen enemigas: vida en las plazas
donde se repartían las casetas y literatura en los mundos
a los que daban esas puertas cerradas que eran los libros.
Juan Bonilla. La novela del buscador de libros.
En vez de retornar a mi hotel me dejo llevar por el grupo
que no para de hablar de editoriales y de concursos literarios.
Termino en la habitación de Horacio Fiebelkorn
pasando porros a poetas rosarinos.
Frank Báez. La trilogía de los festivales.
El escritor es un obrero más, es un productor más;
La diferencia es que su producto es significante escrito, discursivo.
Josefina Ludmer. Clases 1985.
Hoy viajan los escritores, pero no los libros.
Ricardo Piglia. Entrevista.
Introducción
El título de este libro podría pasar perfectamente por un homenaje al escritor argentino César Aira, cuya obra es todo un símbolo del impacto de las políticas de mercado en la cultura literaria. Cualquier reflexión que podamos hacer sobre el funcionamiento actual de la literatura, de la figura del escritor, de los mediadores literarios y del objeto libro está no solo performatizada –dramatizada o parodiada– en varias novelas airianas, sino en sus distintas formas de hacerse públicas. Textos de ficción como El congreso de literatura (1997), Varamo (2002), El mago (2002), La princesa Primavera (2003), Cumpleaños (2004), La vida nueva (2007), Festival (2010) o Prins (2018) son auténticos ensayos críticos sobre el trabajo del escritor y sobre los modos de producción y circulación de la literatura latinoamericana. La poética de Aira se convierte así en la mejor
refutación de la idea de la excepcionalidad (económica) de la literatura, de la mitología romántica del genio creador y de la autenticidad de la obra de arte. Un escritor no es quien escribe un texto sino quien publica un libro, dado que sin la figura de autor no hay comercio literario. De alguna manera, es como si hubiera exasperado la célebre máxima de Osvaldo Lamborghini, que él mismo ha repetido como un mantra: “primero publicar, luego escribir”, a la que añade otras tres consignas: la escritura diaria, la improvisación y la no corrección. Incluso podríamos afirmar que el campo literario latinoamericano,
dominado por un hombre de genio llamado César Aira, produce, antes que obras, escritores y libros. Afinando un poco más, hasta podríamos conjeturar que si Bourdieu hubiera escrito sus Reglas del arte en el siglo XXI habría elegido a Aira, no a Flaubert, para demostrarnos cómo la ficción devela las estructuras (económicas) de la realidad (literaria).
Sin embargo, paradójicamente, el escritor Aira está (casi) borrado de la
arena pública, mientras sus centenares de libros editados “a la japonesa”, es decir, como si la superproducción fuese una forma de presionar o boicotear a la industria editorial saturándola, ocupan todo tipo de géneros y procedimientos en sellos pequeños, medianos y grandes. Esto ha provocado, por un lado, un efecto de coleccionismo mitómano –“¿cuántos Airas tienes?” es una pregunta recurrente entre sus lectores– que encarece determinados relatos y rechaza la
demanda museificante de la obra completa, cerrada, última. Por otro lado, el fetiche Aira, su imagen y sus historias, también se (re)producen en una miríada de otros textos –de autores argentinos, latinoamericanos y españoles– como si se tratase del mismísimo aleph de todas las economías de la literatura. Un Aira ausente y fuera de sí, simultáneo y expandido, actuando a la manera de la cultura literaria de nuestro tiempo. Una poética en extremo presente, recursiva y
contingente, que muestra el mundo literario por dentro como acto de resistencia de un escritor latinoamericano, que es todos los escritores y ninguno a la vez, frente al mercado global.
Con este reflejo de Aira en el espejo, Cultura literaria y políticas de mercado. Editoriales, ferias y festivales lleva a cabo una investigación sobre el modo en que las actuales políticas de mercado actúan y afectan a las estéticas, imaginarios y economías de la literatura en lengua castellana. Para ello, parto de una nueva sociología de la literatura que comprende tanto al objeto literario como a sus mediadores. Es innegable que las producciones artísticas están siendo reemplazadas por los sistemas de intermediación que tasan y legitiman el valor económico y simbólico de la literatura. Su proliferación en las dos últimas décadas es evidente, a tenor de la necesidad de reducir la incertidumbre del valor –de repartir riesgos y beneficios– (Roueff y Sofio 2013, 4–7) derivada de la democratización en la prescripción del gusto y de la pérdida de legitimidad de los prístinos agentes de valoración: la academia, los premios, la prensa cultural, las revistas, etc. Es cierto que tampoco existía antes una convención clara para evaluar la calidad de una obra – más allá de la contingencia de determinadas corrientes estéticas y pedagogías nacionales–, pero la pérdida de crédito de los mencionados aparatos ideológicos
del campo literario y el adelgazamiento de la hegemonía de la literatura en la esfera pública ha favorecido la construcción de un territorio profesional que, como toda labor creativa en el siglo XXI, deviene hipermediado y precarizado. Las instancias de mediación de lo literario (de su objeto y su sujeto) se han profesionalizado y multiplicado tanto (editoriales, agentes literarios, scouts, traductores,
ferias, festivales, listas, premios, etc.) que habríamos de ensayar una suerte de sistematización, operativa y clarificadora, de las funciones que realizan y que distinguen a unos agentes y a otros. Así, presento la siguiente tipología, tentativa, de gatekeepers de la literatura actual:
i) exploradores (scouts)
ii) tasadores (editores)
iii) negociadores (agentes literarios)
iv) conseguidores (ferias profesionales)
v) legitimadores y/o relacionadores (festivales)
vi) profesionalizantes (másteres, talleres, residencias)
vii) consagradores (traducciones, premios, listas)
En concreto, me voy a centrar en tres de los mediadores más importantes hoy – editoriales independientes, ferias y festivales– y en la forma en que se disputan el control y co-producción del trabajo del escritor, del texto literario y de su espectáculo, en los distintos mercados. Esto deviene en una suerte de repartición de lo material –jugando con el concepto de Rancière– que visibiliza (produce),
hace legible (distribuye) y legitima (consagra) determinados valores en función de un reparto de lo sensible que significa la naturaleza, ontológica y epistémica, de la literatura en lengua castellana del siglo XXI. Entonces, desde un enfoque materialista, abordo la forma en que la literatura es producida socialmente, como una categoría cultural pública y como un producto, o espacio, material. La crítica literaria materialista en el ámbito iberoamericano se ha prodigado en los
últimos tiempos en la historia del libro (De Diego; Espósito), el mercado editorial (Botto; Manzoni; Szpilbarg y Saferstein; Vanoli; Epplin; Fernández; Gallego Cuiñas; Guerrero; Müller), las ferias (Villarino; Bosshard y García Naharro), los premios (Moreno), las traducciones (Roig-Sanz y Meylaerts) y los agentes literarios
(Locane; García Naharro). Mi propuesta va en esta línea de atención de la crítica literaria a nuevos horizontes sociológicos, pero además planteo la necesidad de llevar a cabo una ponderación teórica de los modos de lectura de este tipo de fenómenos. La pregunta sería: ¿cómo podemos habilitar, y habitar, desde la crítica literaria estas zonas? La mayoría de estudios que encontramos sobre estos
temas, en lengua inglesa o francesa, tienen un punto de partida preeminentemente sociológico, centrados en las ventas, las audiencias y en modelos empíricos de trabajo de campo, con datos extraídos de la observación participante, encuestas y/o entrevistas a editores/organizadores y lectores/asistentes (Sapiro 2016; Weber 2018). Llama la atención que no se traten mediadores como la edición, la feria o el festival “por su contribución a la democratización cultural, la
diversidad cultural o el debate democrático más que por su papel en el proceso de reconocimiento y de legitimación de las obras y los creadores” (Sapiro 2016, 122). No hay que olvidar que en los últimos años la gran industria del libro también se ha involucrado en el desarrollo y patrocinio de festivales y ferias (Hay de Cartagena, FIL Guadalajara, Filba Internacional o Festival Eñe) porque, sin duda,
cumplen con una función legitimadora de reconocimiento y atesoramiento de capital simbólico y económico que beneficia a escritores y editores. Además, los grandes conglomerados funcionan así, copando todos los espacios de mediación, como hicieron en los noventa con los suplementos culturales y ahora con los másteres de escritura y crítica cultural (v.g., Planeta en España).
Esta investigación supone pues el primer análisis de conjunto de los acontecimientos –en el sentido que le da Badiou a este concepto– que han marcado la cultura literaria en la esfera pública iberoamericana del siglo XXI. Estas fuerzas de mediación participan, de una u otra manera, en la mundialización del libro, de la cultura literaria y de los escritores, habida cuenta de que las editoriales controlan los modos de producción (son tasadoras), las ferias la distribución o circulación (son conseguidoras) y los festivales la recepción: la legitimidad y la
legibilidad (son legitimadores). A la manera de las publicaciones periódicas del XIX o las revistas de la Vanguardia histórica, estos tres agentes simbolizan el estado de nuestras literaturas y los usos de sus representaciones en la esfera pública (Frow 1995, 47). Por ello, se han convertido en auténticos co-productores de lo literario y en mediadores privilegiados de la formación del gusto a través determinadas políticas del mercado que hay que desentrañar. En otras palabras,
voy a abordar, a partir de una muestra amplia de editoriales independientes y de estudios de caso de festivales y ferias, el modo en que se comportan los principales mediadores del mercado de la literatura en España y en América Latina hoy.
La metodología que he utilizado es de corte interdisciplinar y se asienta en lo que denomino crítica literaria del valor. Para el análisis cualitativo me he basado en distintos enfoques teóricos: la teoría crítica, la sociología de la literatura, los estudios culturales, el análisis comparado y el close reading, como parte de lo que he llamado: crítica literaria del valor. En cuanto al análisis cuantitativo, de campo
o sociológico, me he valido de encuestas y métodos estadísticos. He procurado que la exposición de datos obtenidos, además de rigurosa, sea lo más sencilla y legible para el/la lector/a. En el caso de las editoriales independientes he conseguido una muestra confiable, amplia y no probabilística, de 349 editoriales, cuyo margen de
error o desviación típica es de 5. Para la selección de la muestra se han confeccionado varias encuestas con preguntas simples, de múltiple elección, de respuesta individual, larga, etc. Con todo, podemos afirmar que los datos son de alta calidad:
High Quality Data. Para las ferias y festivales, he decidido hacer una muestra selectiva –discrecional– en virtud de una representación plural de los distintos tipos (globales/locales/comunales) y de los diferentes campos culturales: Argentina, Chile, Chicago, Colombia, España, México y Perú. A través del análisis de 5 casos de festivales literarios y de 5 casos de ferias del libro he intentado no solo describir
sino pensar desde la teoría el papel que desempeñan estos eventos como promotores de la función social de la cultura literaria y como (co)(re)productores de ciertas políticas literarias y de mercado. Estas variables críticas se han extraído a partir de los casos, de tal manera que el marco crítico de esta investigación se ha constituido de la práctica a la teoría –como una suerte de teoría de los casos– y no al
contrario.
Por último, quisiera precisar que el primer capítulo de este libro opera
como la caja de herramientas de Wittgenstein, la máquina de lectura de Piglia o las verdades de Brecht, ya que ofrece instrumentos heterogéneos para el estudio crítico que sirve de paraguas a los capítulos, segundo y tercero, sobre los modos de producción y circulación en el mercado literario capitalista y globalizado. Ahí además se aportan tres categorías propias de análisis: la crítica literaria del valor como método de análisis, la definición de cultura literaria en el
siglo XXI y el desplazamiento de la ciudad letrada a la comunidad letrada. El ejercicio de la crítica, como el de la literatura, también es radicalmente histórico y contingente, por eso mi intención no es cerrar puertas sino abrir ventanas a la reflexión sobre los nuevos objetos que se están construyendo en nuestra disciplina, a contraluz de la tradición latinoamericana de pensamiento sobre la relación entre literatura y sociedad.
ISBN 978-3-11-076507-6
e-ISBN (PDF) 978-3-11-076509-0
e-ISBN (EPUB) 978-3-11-076514-4
DOI https://doi.org/10.1515/9783110765090
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