¿Vamos a cuidar y poner en valor nuestro patrimonio y bien común o vamos a seguir privilegiando negocios no sustentables de quienes demuestran que no lo merecen?
Por: Peter Hartmann, Coordinador Coalición Ciudadana por Aisén Reserva de Vida
19 de agosto de 2015
Muy interesante resulta darse un baño de conocimiento, imágenes y sonidos regionales, como aquel del “Tercer Encuentro de Turismo y Ciencias, Sostenibilidad y Calidad para el Turismo en Aysén, Encuentro de la red de los Archipiélagos Patagónicos”, organizado por el CIEP.
De las presentaciones que pudimos ver y escuchar, nos llamo mucho la atención la increíble variedad e innovación que hay en la oferta de operadores de lugares hasta recónditos y el nivel de los temas expuestos. Temas, como el turismo sostenible; las últimas novedades de los cetáceos al norte de la región; gestión de destinos, planificación y planes estratégicos; puesta en valor del patrimonio, desarrollo soportable, equitativo y sustentable y de un turismo a nivel de “próximo turismo o tras el turismo actual”; de autenticidad; de que a mayor oferta turística hay mayor demanda; de la observación micro y de filosofía ambiental, y hasta del “Chile lindo, isla biológica, laboratorio natural y la necesidad de ser realmente sustentable”. Fue a tanto la impresión, que hasta me tuve que peñiscar para recordar que estaba en Chile y Coyhaique. Eso, porque a veces da la impresión con estos temas que uno estuviera en otra parte, como en Nueva Zelanda, en una torre de marfil académica o en el ideal del Aisén Reserva de Vida. Y no en un país con modelo neoliberal en que estos hermosos sueños suelen chocar todos los días con la realidad de que aparece de por medio algún poderoso con plata y respaldo o “pituto” político y nos pone la pata encima; y hasta ahí no mas llegamos. Y perdonen lo realista, lo que no implica que siga pensando en que igual tenemos que seguir construyendo un mundo, país y región mejor desde la base, la propuesta y los sueños. Pero también hay que jugársela en defender lo que amamos y demostrar lo posible antes que nos dejen sin nada.
El ejemplo mas contingente de lo que quiero decir, tiene relación con la exposición en ese encuentro de Walter Sielfeld de la U. Arturo Prat, sobre “desafíos en torno a la conservación de la fauna marina en los fiordos y canales de Aysén”, en la cual quedo muy claro que el Archipiélago de los Chonos, que en su totalidad es Reserva Nacional Las Guaitecas, es de alta importancia en fauna marina y último hábitat de especies en peligro de extinción. Sin embargo, en este archipiélago se ha expandido en los últimos años la industria salmonera cual mancha de aceite, y la que según el expositor, entra en conflicto con áreas de nidación, loberas, rutas de migración de cetáceos y el hábitat de especies en peligro. Y que produce impactos como: el alto tráfico de lanchas rápidas con ruido submarino, basuras, aceite quemado, deforestación de la franja litoral, fondeo de basuras, uso y alteración de desembocaduras, salmones asilvestrados (se calcula en 4 millones los liberados en Chiloé) y que consumen peces nativos (inclusive de importancia económica), baños sanitarios y lavado de redes, caza clandestina con todo tipo de armas, e impacto en las comunidades vecinas. A eso se suma la falta de enfoque ecosistémico y de sinergias en la evaluación ambiental de impactos y la idiosincrasia del “nadie me ve”. A propósito de esto último, en el 2014 solo hubo 30 fiscalizaciones en todo el litoral norte, cuatro de ellas en plantas de lavado de redes. Habría que averiguar también si Conaf fiscaliza lo que ocurre en el área “protegida”, una de esas que no cuentan ni con infraestructura, ni guardaparques, ni plan de manejo. ¿Cómo es que hay manejo industrial dentro de esa área sin plan de manejo, ni autorización respectiva? Porque, una cosa es que la Ley de Peca permita acuicultura ahí y otra de que cuente también con la autorización de la entidad administradora y que ésta tenga, al menos, capacidad de fiscalización.
Bueno, lo anteriormente expuesto es lo que hay y con eso ya parece ser suficiente como para ver como se hace para disminuir impactos y densidad de concesiones, disminuir la presión, mejorar la fiscalización, mejorar el enfoque en la evaluación ambiental y mejorar la información básica. Y por cierto, con esto cumplir con las convenciones internacionales suscritas por el país. Pero, resulta que es precisamente en esta área, en este archipiélago tan ambientalmente valioso y supuestamente protegido, y donde ya hay tremendo daño, donde la Subsecretaria de Pesca pretende relocalizar 41 concesiones salmoneras (615 hectáreas), de esas que les incomodan en otras partes y por algo debe ser. Eso es lo que se votaría este miércoles 19 en la Comisión del Borde Costero. Es mas, esa área tan valiosa también es de suma importancia para la pesca bentónica, la que se destruye bajo y en cercanía de una salmonera. De ahí proviene sobre 80% del desembarque en Melinka y Quellón. Y para remate, la propia Subsecretaria admite en su informe técnico que no tienen suficiente información sobre esas áreas prístinas.
Entonces, la pregunta parece ser ¿Vamos a esforzarnos por ser sustentables y ambientalmente responsables, vamos a ser coherentes, vamos a jugárnoslas por actividades que sean positivas para la región en vez de continuar destruyendo la Reserva de Vida o vamos a insistir en lo que ya comprobamos no resulta, ni nos beneficia y sirve como región? ¿Vamos a cuidar y poner en valor nuestro patrimonio y bien común o vamos a seguir privilegiando negocios no sustentables de quienes demuestran que no lo merecen?