¿Has oído hablar de los conceptos como “etnobuiler” “etnoshopper” o “etnozoom”? Desde luego que si no lo has oído no estás a la última en antropología. Hay un debate inmenso sobre la antropología, si esta tiene que realizar su labor como ciencia al servicio de la empresa pública o privada o seguir siendo una ciencia que observa y trabaja desde la academia.
La académica, continúa con la labor de formar a los nuevos antropólogos que salen de la universidad buscando un lugar donde aplicar el conocimiento adquirido, la otra me parece maquiavélica y desconcertante en donde el debate ético está asegurado.
Ya hemos podido observar como antropólogas patriotas y amantes de su nación han aplicado la antropología al servicio de su Estado como Margaret Mead, o como los antropólogos han asistido a la guerra para recabar información sobre las comunidades en donde, su propio Estado, estaba atacando y destruyendo con la fuerza armamentística a pueblos desprotegidos que sin comérselo ni bebérselo han observado como sus vidas eran destruidas. Mientras tanto, el antropólogo estaba a pie de cañón con su uniforme miliciano recabando información para el Estado, como en el famoso Human Terrain System.
La antropología tiene que buscar nuevos escenarios en donde poder aplicar la etnografía y cualquier escenario en donde se den relaciones sociales el antropólogo puede indagar y concluir que puede ser un campo de observación y de aplicación antropológica. Pero, ¿donde queda la ética de las antropólogas que están al servicio de su Estado? ¿Acaso se preguntan para qué va a ser usada la información recabada a través de la etnografía? ¿Hacia dónde va a ir su investigación etnográfica?
Cuando estudiaba ética y trabajo de campo, la profesora nos daba unas pautas para andar con ojo sobre cuál iba a ser la fuente de financiación del proyecto de investigación y de que hay que ser claros ante los agentes que requieren nuestra labor como antropólogos. Si en cualquier momento del proceso de investigación pudiera ser perjudicial para las personas implicadas, habría que aplicar el principio de no maleficencia hacia las personas que estudiamos.
Ahora me quedo estupefacto al conocer que la Antropología Industrial nace como subdisciplina al servicio del mercado y de la empresa. Antropólogos especialistas en márquetin, publicidad y consumo, entre otras especialidades, observan cual es el comportamiento del consumidor y la relación que tiene con el objeto de consumo.
Nacen nuevos conceptos como el “etnozoom” que como la propia palabra indica, se trata de aumentar la mirada, darle al objetivo y acercar el zoom hacia sectores de la sociedad, como los jóvenes, las madres o los ancianos para indagar el consumo, usos y costumbres de un determinado sector de la sociedad.
El “etnosetter” en donde se indagan tendencias mundiales de consumo en ámbitos locales, modas y tendencias. Los posmodernistas estarán contentos con este tipo de etnografía.
El “etnobuiler” evalúa el uso de los productos en contextos de uso real y busca mejorar el diseño.
Y si ya quieres hacer un combo completo al servicio de la empresa pública o privada con el “etnopack” puedes observar e identificar dificultades en el uso en un contexto real y así proponer posibles innovaciones en el producto.
Si lo deseas puedes hacer una “etnoshopper” y analizar el comportamiento del consumidor cuando realiza la compra antes y después de comprar el producto. Algo así como un asesor de consumo. Esto me resulta bastante extraño. Tendría que observar el comportamiento de una persona relacionada con el objeto que ha comprado. Esto es un poco maquiavélico. Se trata de observar personas que se relacionan con otras personas, si una persona compra una olla eléctrica…¿tengo que observar cual es la relación de esa persona con la olla eléctrica?
Y ya si hablamos del márquetin antropológico, apaga y vámonos. ¿Estamos dispuestos a hacer cualquier cosa para ganarnos el pan con la antropología? Está claro que conseguir un puesto de trabajo en la academia está complicado y funciona a base de un padrino, vamos del enchufe, en una gran mayoría de casos y algunos pensamos que la antropología no tiene que ser sólo académica.
Por lo tanto trabajar en la academia casi que descartado, no tengo la suerte que tuvo la cenicienta cuando le apareció su hada madrina. Por cierto, asco de cuento. Trabajar como antropólogo industrial puede ser interesante, pero, con la salvedad de que se conozca cual es el propósito de esa empresa que necesita a un antropólogo, de qué forma trabaja esa empresa y dejarle bien claro que en cualquier momento se puede anular la investigación ante cualquier atisbo maleficente hacia las personas que estudiamos.
Pero claro, en tiempos de crisis y con tantos antropólogos parados que no encuentran su nicho en el mercado, es muy probable que la antropología se prostituya al servicio del capitalismo el cual sigue haciendo tanto daño a este mundo loco que observamos con tantas injusticias y en donde los imperios empresariales manejan como monigotes a los políticos que no hacen más que dar beneficios a las empresas explotando a sus ciudadanos a base de un cacho de pan mientras se frotan las manos y se ríen del mundo teniendo el poder en sus manos.
Por lo tanto los antropólogos que no aludan al compromiso ético ofreciendo el conocimiento antropológico al servicio de la empresa se prostituirán para ganar una hogaza de pan mientras sus jefes, los empresarios, se beneficiarán de sus “etnoshoper”, “etnobuiler” o “etnosetter” cuando esto en realidad tiene un nombre y es “etnomaleficencia”.
“Etnomaleficencia”: Hacer etnografía al servicio del empresario que busca recabar información sobre las relaciones, usos y costumbres de cualquier persona relacionada con el objeto, el producto o el servicio que es fabricado y consumido por las personas que investiga el antropólogo, siendo estas engañadas a través de estrategias comerciales e inducidas para y por el consumo.
Y por fin ya puedo pasar al diccionario de antropología como la primera persona que describió que es la etnomaleficencia.
Por suerte no tengo ninguna asignatura en el programa universitario que trate sobre laAntropología Industrial como subdisciplina, pero, supongo, que en un futuro la implantarán porque realmente pienso que un antropólogo puede hacer muy bien este tipo de etnografías, pero, me preocupa que un antropólogo sirva a un gran multinacional a cambio de un sueldo y de vender e intentar que consuma más una persona usando la etnografía a favor del que tiene el poder, el empresario adinerado.
Por poner un ejemplo, supongamos que una empresa maderera fabrica muebles y el antropólogo está haciendo márquetin antropológico para que las personas compren esos muebles, tal vez esa empresa consiga la madera a base de talar hábitats en donde hay otras personas que necesitan de ese hábitat pero que la empresa maderera ha destruido, al servicio del mercado con un objetivo final hacia el consumo de las personas en las que el antropólogo ha participado con su conocimiento en márqueting antropológico y sin sopesar que tras vender esos productos otras personas están pasándolo mal y luchando por sus derechos. Ya se sabe que pocas empresas miran por los derechos de sus trabajadores sino no existiría eso que llaman sindicalismo.
Si ya en los inicios de esta ciencia nos pusimos del bando de la metrópoli estudiando a los pueblos “primitivos” y colaborando con el sistema capital para que siguiese expandiéndose, años más tarde, hubo una brecha y un cambio teórico en la que estosantropólogos fueron criticados por su participación en el colonialismo y en la cual la antropología se volvía crítica hacia el trabajo de campo creando un código ético para que este tipo de sucesos no volviesen a ocurrir, ahora, parece que la antropología, viendo que el camino crítico no ha ayudado mucho y que la encapsulación en la academia queda bastante reducida en la que el saber parece que lo tienen cuatro, nuestra querida ciencia comienza a mirar y a apostar por el que tiene el poder, el mercado. Una conciliación en la que los posmodernistas trataron de que no volviera a ocurrir, pero, el money es el money, la plata llama a la plata y todos queremos sacar tajo con nuestros conocimientos adquiridos.
¿Estamos dispuestos a hacer cualquier cosa por conseguir dedicarnos a la antropología?
Yo desde luego que no. Y estoy deseando terminar el grado para poder decir, ahora soy antropólogo, pero, cuanto más estudio y escribo, tal vez, cuando termine y consiga el maldito título, ya no me hará tanta ilusión decir que soy antropólogo al observar las costumbres y usos que van y vienen en esta disciplina de la cual formamos parte.
FUENTE: https://antropologec.wordpress.com/2015/11/02/la-prostitucion-de-la-antropologia/